Se supone que nuestro siguiente post iba a ser la crónica de la partida de Ravenloft… Llegará, pero estoy un poco perezosa y avanzo despacio. Ahora vamos a hablar de Florencia, la primera parada de nuestro viaje por la Toscana.
Elegimos (elegí) este destino influenciados por Assassin’s Creed II, por qué negarlo. No voy buscando un peregrinaje a las localizaciones del juego pero la representación de la Toscana renacentista es tan increíble que a mi interés natural por el arte y la cultura, se ha unido el deseo de ver esos edificios tan magníficos en directo.
Durante los dos días que hemos pasado en esta ciudad-museo increíble hemos visitado los monumentos y museos más emblemáticos, ojalá nos diera tiempo a ver más cosas, pero hay tanto que ver que quiero pensar que en esta visita nos dedicamos a lo más típico y que en otra visita dentro de unos años podremos ver otros lugares también interesantes pero de menor fama.
En nuestra primera mañana visitamos el Palazzo Pitti, una formidable construcción de piedra dentro de la que se pueden visitar diversos museos y jardines. Nosotros elegimos la Galería Palatina, en la que pueden contemplarse infinidad de pinturas tal y como estaban dispuestas en su origen, es decir, en paredes aprovechadas al máximo con cuadros de arriba a abajo y de izquierda a derecha. Sólo decir que como alguien quiera verlos todos puede acabar con un ataque de ansiedad por la imposibilidad de apreciar todos y cada uno de ellos. A continuación seguimos un jaleo tremendo de carteles hasta la Galleria del Costume (Galería del Traje) con la promesa de ver las ropas con las que fueron enterrados Cosme I, su esposa Leonor de Toledo y su hijo don Garzia. El resto del museo es una sucesión de trajes de fiesta del siglo XX, ningún interés, pero estos tres están bastante bien conservados y dan una idea fantástica de la ropa que se vestía en el s. XVI.
Con una visita a los jardines del palacio y a sus tremendas cuestas, que me pregunto yo cómo pasea uno por esas cuestas con esa ropa tan pesada que se vestía hace cuatro siglos, dimos por finalizada nuestra incursión en el palacio y nos dirigimos a la Basilica di Santa Croce, una basílica sobria, con una fachada en blanco y verde como la de otros edificios similares de la ciudad, en la que se esconde un pacífico y elegante claustro.
Por la tarde nos fuimos al Palazzo Vecchio atravesando el Puente Vecchio, un puente que recuerdo haber cruzado por los tejados y colgada del borde en una vida virtual anterior… En fin, si en mi vida pasada el puente estaba lleno de tiendecitas variadas y gente llevando cajas de madera (que tienen una manía de ponerse en medio cuando te persiguen los guardias…), ahora está cuajado de turistas que también se ponen en medio y de joyerías. Pues vale, prefería las tiendecitas variadas.
Pero vamos al Palazzo. En mi última visita recuerdo que mi padre y mis hermanos estaban allí encerrados y que el Palazzo no era tan grande. Se ve que han hecho algunos añadidos desde el siglo XV aunque sigue siendo una construcción magnífica con una torre que impresiona por su altura y la majestuosidad con la que se levanta en medio de los edificios, por contraste tan bajos que hay a su alrededor. Dentro del Palazzo merece mucho la pena la sala de entrada y la no muy visitada sala de los mapas con mapas de prácticamente todo el mundo traídos por los comerciantes florentinos durante sus viajes, son increíbles.
En lugar de recorrer el Palazzo tal cual, nos apuntamos al tour de los pasadizos secretos en el que nos llevaron por los rincones que no se pueden visitar normalmente y nos contaron cantidad de curiosidades de los Medici y la historia de Florencia.
Caía la tarde cuando nos dijimos, demos un paseo hasta el Duomo (la catedral) y ya lo vemos mañana con calma. Tal y como me ocurrió la primera vez que lo hice con un mando en la mano, llegamos desde una de las estrechas calles laterales y nos topamos con un edificio imponente adornado de blanco y verde. Es una construcción impresionante que se alza en medio de la plaza, acaparando todas las miradas y dejándote con la boca abierta. Junto a él se encuentran el Campanile, que es una torre de 414 escalones desde la que tuvimos una vista estupenda del Duomo y su cúpula al atardecer y el Baptisterio, un edifcio de planta octogonal que se usaba para bautizar a los nuevos cristianos.
Si hace un año en Nueva York tuvimos la sensación de que ya conocíamos parte de la ciudad, aquí la sensación fue muy extraña y no sólo porque en Assassin’s Creed II las representaciones de los edificios sean espectacularmente fieles, sino porque me da la sensación de haberlos visto nuevos y que al tenerlos delante se han hecho viejos en seguida y no es que estén mal conservados, pero los quinientos años que han pasado desde la primera vez que me acerqué a ellos hasta hoy no han sido en balde. Me descubro ante los desarrolladores del juego pero no puedo dejar de mostrar mi admiración ante las personas que construyeron y diseñaron un edificio tan increíble como esta catedral. Es más, tras visitar hoy su interior centrado en el hombre, en su necesidad de relacionarse con otros hombres y en un diseño pensado para que la gente se reúna para discutir y no como lugar exclusivo dedicado al culto religioso, me hace agradecer más aún que esa gente revolucionara el mundo y nos regalara el Renacimiento.
Hoy el día se ha centrado en museos. Primero la Galleria dell’Accademia, visita obligada a la famosísima estatua de David, en la que no sólo hemos disfrutado de arte. El David está controlado continuamente por un ordenador que vigila fluctuaciones de todo tipo, ese ordenador está allí mismo, al ladito, un portátil de hace no sé, ¿diez años?, conectado a su SAI y allí estábamos nosotros, a los pies del David dando vueltas al ordenador. En fin.
Tras la visita interior al Duomo, nos hemos pasado por la Galleria degli Uffizi para hacer un rápido repaso por los cuadros más representativos de Botticcelli, algún Leonardo, Rafael y otros renacentistas. No nos hemos detenido mucho, esto es como pretender ver todo el Museo del Prado, o te centras en algunas cosas o te puede dar un empacho de museo que acabes hasta el gorro para el resto del viaje.
Paseando, paseando, en una de las calles que salen del Duomo nos hemos topado con una tienda de cómics en la que no vendían cómics pero sí todo lo demás: juegos de rol, juegos de mesa, libros, figuras, etc. Nos preguntábamos si tendrían por ahí la caja roja de La Marca del Este y ¡bingo! aunque parecía que estaba abierta, no nos hemos resistido a sacarle una fotillo como testimonio de nuestro hallazgo (pinchad para ampliar la foto) y, ya de paso, nos hemos comprado el clásico módulo de D&D de La Tumba de los Horrores de Gary Gigax en inglés, que el italiano no es lo nuestro.
Y así paseando nos hemos cruzado el Puente Vecchio otra vez y nos hemos subido a un monte en el que había otra iglesia, la Basilica di San Miniato, para tener la mejor vista de la ciudad, además de ver una iglesia algo fuera de los recorridos típicos pero con un interior que merece muchísimo la pena.
La cena en Il Ristoro y la cerveza en La Citá (librería café con música en directo) fueron un perfecto final para este segundo día.
Con un poco de lluvia nos despedimos de Florencia hasta dentro de una semana y ponemos la vista en Lucca y Pisa, nuestros siguientes destinos.
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