El plan isleño no supuso mayor problema. Venecia está bien conectada con las islas, ya sea con el transporte público o con algún tour. Aunque miramos la opción de tour nos dio la sensación de que tenían pinta de ser un poco de "ganado" en plan te sueltan en Burano o Murano, te llevan corriendo a ver lo que sea (cristal o encaje) y te mandan corriendo de vuelta al barco. En fin, que optamos por la opción del transporte público usando la línea pertinente de la Actv, la compañía de transporte público veneciana. Sus barcos (buses) no tienen una frecuencia de locura, unos 20 o 30 minutos pero funcionan al minuto, de hecho yo aconsejaría llegar con tiempo porque paran, descargan, cargan y salen zumbando sin mirar atrás, así que o estás en la platforma flotante lista para embarcar o te quedas en tierra. Cabe señalar que el viaje dura aproximadamente una hora y, si te quedas en el exterior del barco, es como un crucerillo de la laguna que está muy bien y es más barato que los tours.
[Nota de Pablo] Concretamente cuesta 7.5€ por persona y trayecto. Si hiciéramos varios de éstos al día, compensaría el pase diario de 20€ con viajes ilimitados, pero no fue el caso. Las opciones de islas en la laguna son varias y siempre te ponen que no te las puedes perder. Destacan el Lido por sus playas, Murano por las fábricas de cristal y Burano por las casas de colores.
La opción que elegimos fue ir a Burano en lugar de ir a Murano. Pablo ya había estado allí hace muchos años y, según lo que leímos, a menos que quieras mucho mucho ver lo del cristal pues tampoco es que sea indispensable. En principio, Burano también tiene algo de industria del cristal, además de encaje y ser un pueblo pintoresco de casas de colores. Aquí no se ven tanto los ladrillos de los que Pablo se ha hecho fan...
[Nota de Pablo] La isla de Murano (la del cristal) es mucho más grande que la islita de Burano (casas de colores) pero sobre todo, está más cerca de Venecia y ves poca laguna en trayecto y yo tenía el recuerdo del tourist trap de mi viaje de fin de curso.
Llegamos a Burano a mediodía de un día lluvioso, así que por un lado nos libramos del calor que ha hecho los primeros días pero por otro, todo estaba bastante gris. Aún así los colores del pueblo se disfrutan igual y el paseo por sus calles es muy colorido.
[Nota de Pablo] En un "crucero" en dos paradas, una en el Lido y otra en el destino, pudimos disfrutar de vistas de la laguna cuando hace tiempo regular. Esto es valioso porque te sitúa en la realidad de la zona costera. Aun así, estuvo muy bien la hora larga. Tanto en el bus acuático como en el resto de Venecia, se percibe una variedad de procedencias de los turistas claramente europea. Nos lo reconocen los venecianos, que a falta de estadounidenses y asiáticos, hay muchísimos alemanes, por ejemplo. Así, los idiomas que escuchas alrededor son todos fácilmente identificables (aunque no entiendas nada). Volviendo a la isla de Burano, la aproximación rodeando la isla es muy chula e intenté sacar alguna foto en movimiento.
Vista de Burano según te acerca del bus acuático. Se aprecia bien el colorido de las casas y la inclinación del campanario.
En esta fachada Angela quería camuflarse
Por lo visto han llegado peticiones para que hable de la comida, así que comentaré que nos llevamos unos bocadillos de filete de la casa que hizo Pablo porque el muy ladino no quería que le dijera por la noche que no podíamos salir a cenar fuera para no tirar la carne que compramos en el súper el primer día y, además, para hacerme gastar un dineral en la cena. Con lo que me han costado las cenas de Pablo me habría comprado otra consola... o un par de ediciones de lujo de la siguiente expasión del Destiny 2 (ni confirmo ni desmiento que no haya comprado al menos una).
[Nota de Pablo] Ves una foto de una cocina en el airbnb de turno y te emocionas. En este caso era un poco trampa. No estaba bien resuelto lo de cocinar y eso desemboca en pereza. Los filetes los hice en un cazo para calentar agua, con eso lo digo todo. Ahora bien, sobre la gastronomía... Pues que todo está rico, sabroso y sano. Tomamos pescado perfectamente hecho, pasta riquísima sin necesidad de quesazo, carne sobre todo en forma de embutido o entremeses, postres deliciosos, etc. Todo bastante reconocible mediterráneo y cocinado con buena técnica y buena materia prima. Igual que nos encanta conocer cocinas diferentes a la que estamos acostumbrados, aquí se da el efecto contrario y te quita un poco la tensión de dónde comer o qué pedir. A veces te sientes absurdo, como cuando pedí unos calamares a la romana en un restaurante y pensé "harán bien la fritura aquí" hasta que pensé "vale, Pablo, se dice 'a la romana' por algo ¿no?". Efectivamente, estaban deliciosos.
El museo tenía dispuestos muestrarios especiales para disfrutar de un montón diversas obras
En fin, que con los estómagos satisfechos nos fuimos al Museo del Encaje de Burano. Aquí por lo visto el encaje tuvo una industria floreciente de la mano de la nobleza veneciana que empezó a usarlo asiduamente y favoreciendo que su fabricación pasara de ser una labor de las mujeres nobles a extenderse como forma de vida a las clases menos pudientes (al menos esto es lo que comentaba el video documental de la entrada del museo). Ahora mismo la evidencia más fuerte de este pasado se encuentra en el museo en el que se pueden ver muestras de encaje de varios siglos y algunas actuales. Al contrario que en Camariñas, que es mi referencia nacional del encaje, no vimos ninguna encajera por la calle o en las tiendas y, de hecho, el encaje que se veía para comprar estaba hecho a máquina y probablemente en China, porque ni el aspecto ni el precio eran de encaje hecho a mano. Quizá la excesiva oferta turística de los comercios es lo que nosotros hemos disfrutado menos del pueblo de Burano. El pueblo es mono, agradable para pasear y está claramente habitado por gente local, pero si no te sales de las calles principales lo único que se ve son tiendas de ropa para los turistas (con encajes o similares), algunas de cristal, y las del tipo de "postales e imanes". Es decir, que por un lado está fenomenal que la industria turística sea capaz de mantener el pueblo y de que la gente pueda seguir viviendo allí, pero por otro todos los comercios parecen orientados al consumo turístico.
[Nota de Pablo] Este museo mereció la pena porque había metros y metros de encaje, algunas obras verdaderamente monumentales. El museo eran los rescoldos de una Scuola de encaje, lo que da idea de la etapa en la que nos encontramos. La demanda de este tipo de trabajos tan complejos se mueve por modas y hace muy complicado decidir que ésa va a ser tu carrera profesional. Las fotos y vídeos del documental que proyectaban eran de mujeres muy mayores que hoy en día todavía se dedican a ello. Yo creo que lo que más nos defraudó fue la combinación de tantas tiendas tontas (bonita aliteración) y tantos turistas buscando la foto en los puentecitos. Nos sentimos un poco en un... tourist trap! Como decía Angela. Si no fuera una isla de acceso limitado, la visita a Burano duraría tres horas a lo sumo. En cualquier caso, ver tantas casas de colores (y jardines y plantas) fue una gozada y casi destacaban más en un día relativamente gris plomizo.
Un rinconcillo del pueblo
Una foto delante de una casa de un escultor famosete de la isla. La casa parecía abandonada.
De vuelta a Venecia ya no nos quedaba mucho tiempo para visitar nada, así que nos dimos una vueltecita por el barrio y salimos a cenar (un dineral me costó la cena...)
Venecia vista desde la laguna pasado Murano.
[Nota de Pablo] La vuelta nos llevó por otra zona de la laguna, pasando por Murano (cristales) muy de cerca. Y bueno... hay que enterarse bien de lo que le ha pasado a la industria del cristal del Murano. Había zonas enteras de naves abandonadas. A veces te recordaba a Chernobil en el sento de grandes estructuras reclamadas por la naturaleza y el óxido. En el trayecto interno de la isla seguramente no se note tanto, pero desde el mar, se veían todas las vergüenzas y a gran escala. Este tipo de trabajos artesanales, como el del encaje, que obviamente son caros, tienen cada vez menos salida. En el pasado tenian cierta labor funcional, aunque fueran un lujo, pero hoy en día se han asimilado a obras de arte y el mercado que lo reclama es aún más reducido. Y es que realmente es muy caro, por mucho que quieras apoyar este tipo de oficios, tienes que tener mucho cuidado con tu presupuesto.
Una cosa que no hemos hecho y ya no sé si nos van a echar a pedradas o algo es lo de montar en góndola. A Pablo le apetecía, a mí me daba igual, pero cuando vimos que por media hora de pasearte sin mucho más te cobraban 140 euritos pues fue que no, porque yo no me gasto eso para que un señor con cara de desgana me pasee media hora, especialmente después de que nos gastamos eso mismo en una guía fantástica que nos contó un montón de cosas en dos horas.
[Nota de Pablo] El tema de las góndolas es un poco raro. Las licencias se venden por 500.000€, lo que da una idea de su rendimiento. Por supuesto, hay gondolieri y... "colaboradores". Igual que el mundo del taxi. Lo que pasa es que el precio es desorbitado. Va más allá del capricho. Si vieras a los gondolieri comentar a lo guía turístico o (para el que lo quiera) cantar o recitar poemas, te lo podrías lĺegar a plantear porque pueden acceder a sitios recónditos. Pero no se ve nada de eso y se te quitan las ganas.
Un rincón veneciano ¡se han ido los colores!
Un rincón de libros destruidos por la Acqua Alta en una librería que se llama así, Acqua Alta. Y tiene gatos. Que es su mayor atractivo.
La siguiente parada del viaje es la ciudad de Rávena (Ravenna) con muchos enclaves patrimonio de la humanidad y tal.
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