El jueves amenazaba lluvia así que optamos por un plan “a cubierto”. Nos levantamos con muuucha tranquilidad y desayunamos acompañados por Nick, el novio de nuestra anfitriona Jessica. Creo que arreglamos el mundo tres o cuatro veces seguidas mientras tomábamos unas galletas “europeas” (o sea, las galletas con chocolate de LU), zumo y leche orgánica (en EE.UU todo es orgánico, me pregunto quién miente). En el Metropolitan Museum dedicamos el tiempo a tres exhibiciones de las decenas que tenían disponibles:
- “Armarios, cajas y cofres de 1500 a 1900”. Una pequeña pero muy cuidada exposición de cualquier cosa que sirviera para contener a otra. Desde cálices a cajas fuertes, pasando por joyeros y neceseres. Muy interesante, colorida y variada.
- “Paul Hans”. Una selección de cuadros del gran pintor coetáneo de Vermeer y Rembrant al que Van Gogh profesaba enorme admiración. La exposición tenía un pequeño apartado dedicado a la detección de imitadores de Hans (muchos, sus propios alumnos o hermanos) y usaban como ejemplo una pieza que en su día el mismo Metropolitan Museum había dado por buena siendo una imitación (curioso cómo la despellejaban ahora sin piedad).
- “Rebeldía en el arte chino de 1650”. Tras la caída de la dinastía Qing y la ascensión al poder de la dinastía Ming, muchos altos funcionarios vinculados a la anterior tuvieron que huir, esconderse o convertirse en monjes. La exhibición presentaba dibujos, papiros o porcelanas de estas personas cultivadas, en un exilio trágico.
Al salir del museo llovía ligeramente pero bastante acepable para andar por las calles. Nos dirigimos al edificio de Naciones Unidas, zigzageando un poco por el Upper East Side, zona de edificios altos, grandes avenidas (Madison, Park, la Quinta, etc) y boutiques. En el edificio de Naciones Unidas optamos por el tour con guía. Al comienzo, nos preguntó a todos de dónde veníamos y resultamos ser Babel con una ligera sobrerrepresentación de surcoreanos (Ban Ki Moon tendrá algo que decir). Fuimos pasando por diferentes salas, la del Consejo de Seguridad (la temporal, no la auténtica bajo restauración), pasillos diversos, etc. La guía nos iba contando la actividad de la ONU a grandes trazos, desmitificando aquí y allá de vez en cuando o respondiendo a preguntas del grupo. Honestamente, tuve que contenerme cada vez que animaba a preguntar ya que el tono de su discurso era claramente bienpensante, ajeno a las críticas internas o externas a las que se ve continuamente sometida. Tuvimos la enorme suerte de poder entrar en la cámara principal donde se reúnen todos los países ya que hasta la semana que viene no comenzaba el curso escolar. Lógicamente, hubo mención a la petición palestina de ser considerada una nación de pleno derecho en a ONU y la guía reconoció que era la primera vez que la ONU iba a tener que resolver una cuestión similar. Me quedo con la contradicción profunda entre la declaración universal de los derechos humanos, pilar básico de todo el proyecto de la ONU y la no obligatoriedad de ser respetada por los estados miembros. Durante una hora estuvimos en territorio internacional, ya que el edificio está así considerado.
Hicimos algunas compras menores en la tienda de la ONU mientras disfrutábamos de su wifi gratuita y volvimos a Brooklyn para cenar en el mismo francés, Chez Oscar, que la otra vez. Tras volver a degustar unas hamburguesas excepcionales, nos cambiamos y fuimos a coger un autobús para ir a un local de Heavy Metal en Williamsburgh, cerca de Brooklyn. Desafortunadamente, no imaginábamos que sólo se pudiera pagar con monedas en el autobús así que nos volvimos con el rabo entre las piernas a degustar a cambio algunas cervezas locales en el Brooklyn Public House, un pub bastante animado.
Así pues, el jueves dio bastante de sí porque el paseo entre el Metropolitan y el edificio de Naciones Unidas, con parada en algún café, nos permitió recorrer a fondo las calles y avenidas de Upper East Side.
El viernes no iba a llover así que podíamos completar nuestro plan de pateo callejero y fuimos a Upper West Side. El Upper West Side es una zona mucho más residencial que el Upper East Side (eso nos pareció) y muchos edificios son neogóticos o victorianos. La zona es magnífica y creemos que aquí es donde se supone que viven los personajes de las series de TV ambientadas en Manhattan (Friends, Cómo conocí a vuestra madre, etc). Elegimos unas cuantas calles, áticos y viviendas para cuando fuéramos millonarios y fuimos a Central Park, esta vez con el objetivo de dedicarle unas cuantas horas. La verdad es que Central Park es como un imposible en el laberinto urbano de Manhattan. Cuando lo ves desde fuera o desde algún rascacielos, parece de juguete e irreal, pero una vez dentro, los árboles y la vegetación llegan a engañarte lo suficiente y hacerte creer que no estás en mitad de esa isla de ladrillo y cemento. Es como un oasis y como su área es bastante importante, puedes dejarte engañar durante bastante tiempo, viendo alguno de sus lagos desde uno de esos bancos con placa y dedicatoria. Sólo si alzas la mirada aparecen lejos los tejados de los edificios más altos. Allí fue donde dimos buena cuenta de nuestro sandwich y luego estuvimos tirados en la hierba de una gran explanada en la parte suroeste, entrando por la Avenida Columbus. En esa explanada, diseñada para siestas, se congregaban neoyorkinos solitarios o en pequeños grupos para tomar el sol, leer o lanzarse freesbies.
En Central Park pudimos disfrutar también de artistas callejeros de todo tipo, algunos candidatos a la tropa de Circo del Sol y otros más en el apartado musical.
Al ser viernes por la tarde, se notaba -o creíamos notar- más movimiento no profesional en las calles y unidos a la creciente marea humana, fuimos bajando Midtown hasta llegar de nuevo a Times Square. Nuestro interés era verlo de noche y así retener la imagen de las pantallas y neones iluminando la plaza pero para ello hicimos tiempo comprando una gorra (de los Boston Red Sox) y cenando en el Hard Rock Cafe de Times Square. Efectivamente, Times Square de noche era como la “recordábamos” :) y al menos yo no pude evitar compararla con Ginza o Shibuya en Tokio.
Cogimos el rapidísimo tren Q que apenas hace paradas en Manhattan y cruza la masa de agua (que los NYers llaman equivocadamente río Este) hasta llegar a Brooklyn camino de Conney Island y nos plantamos en nuestro barrio de adopción, Fort Greene. Al parecer, Fort Greene es un barrio anormalmente verde para Nueva York, con parques y árboles cada poco rato. Antes de salir a tomar una copa de vino por la zona, estuvimos charlando con Jessica. Curiosamente, Jessica, diseñadora de interiores, tiene un proyecto en mente con ciertas semejanzas a theiouproject.com, que construimos en la época previa a Kaleidos, y estuvimos comentado posibilidades de colaboración en el futuro. Así que, quién sabe, quizá Jessica pueda ser cliente nuestro en unos meses.
En la bodega cercana “Stonehouse” pedimos un par de copas de vino blanco para disfrutar de la última noche en Nueva York.
Hoy sábado lo hemos dedicado casi por completo a dormir más de la cuenta y visitar un mercadillo tipo Rastro en un patio de un colegio cercano. En ese rastro había de todo, desde auténtica chatarra con aspiraciones vintage hasta el resultado del trabajo de artistas. Yo me he comprado un par de gemelos con el mecanismo de un reloj de pulsera y un paquete de cromos de la liga de béisbol de los EE.UU del año 87, creo. Haré el unboxing del paquete de cromos cuando lleguemos a casa :)
Comimos en el rastro una pizza recién hecha en un puesto que traía el horno portátil del propio restaurantey luego tomamos un café de verdad en un lugar llamado WTF autodenominado “A coffee lab”.
De vuelta en el piso coincidimos con las dos japonesas que venían a ocupar la habitación de invitados pero apenas nos hemos intercambiado un saludo (y Angela ha optado por no activar su japonés, y yo prefiero no insistir mucho que se me enfada :).
Ahora estamos a pocas horas de llegar en nuestro avión, con un bebé que se está haciendo notar a tres butacas de distancia. Como llegaremos a la 01.00h hora EST pero serán las 07.00 CET, nuestra idea es acostarnos rápidamente y simular habernos despertado tarde un domingo (las 13.00h, por ej) tras una noche de sábado de roleo interminable. Es un truco que no sé si funcionará pero preferimos eso a dormir más de la cuenta. Ya veremos.
En resumen, el viaje de 3 semanas ha sido muy variado. Estuvimos en Atlanta para la DragonCon, también en las Smoky Mountains en una cabaña, luego en Washington, Boston y terminamos en Nueva York. Yo he estado mirando el correo del trabajo prácticamente todos los días pero he logrado desconectar bastante y hemos disfrutado bastante nuestro viaje. Nuestro próximo destino; Islandia.
Comments?
We'd like to hear you.