El día 12 llegamos a Pisa tras alquilar un coche en Florencia, un Fiat Panda. El tiempo empezaba a empeorar en Florencia y nos vino perfecta esa especie de huida ya que ahora estamos disfrutando de un tiempo otoñal fabuloso.
Antes de llegar a Pisa hicimos una parada en Lucca, una preciosa ciudad medieval amurallada que parece compartir sino con otras ciudades o pueblos de la Toscana que visitamos; dos o tres siglos de importancia política y cultural y la decandencia posterior tras ser anexionados a Florencia. En el caso de Lucca tenemos iglesias, la Cattedrale di San Martino y el agradable Palazzo Pfanner (morada de los austriacos Pfanner que tuvieron un papel importante en la ciudad durante tres generaciones). Pasear por las calles, plazas y callejuelas además de entrar en museos y unas excavaciones arqueológicas hacen que el día pase rápido. Al haber menos turistas que en otros lugares, también consigues un disfrute más pleno. A la salida, fuera de la muralla, nos sorprendió ver los preparativos de una enorme feria (con carpas enormes) y un cartel que anunciaba el Festival Internacional del Comic y Juegos de Lucca a celebrarse del 20 de octubre al 4 de noviembre. Nos dieron mucha envidia.
Cattedrale di San Martino
Vistas del jardín del Palazzo Pfanner
Tras dejar Lucca, llegamos a Pisa sin muchos problemas y nos alojamos en un B&B (como prácticamente todos los sitios que hemos elegido, a través de www.airbnb.com). Dimos un paseo vespertino por la Piazza del Duomo para ver el baptisterio, la catedral y la torre inclinada, siempre por fuera. Reservamos con inteligencia nuestras entradas para la torre inclinada a las 18.30h del día siguiente y nos dimos un buen paseo por el casco viejo de esta ciudad universitaria. A través de varios itinerarios, cruzamos el río Arno y dimos vueltas y revueltas hasta dejarnos caer en uno de los escasísimos bancos en una calle concurrida cerca del Ponte de Mezzo. Fue ahí cuando nos pareció inevitable alabar el buen gusto y estilo al vestir de los italianos.
Cenamos en una pizzería familiar, Il Montino, recomendada por la guía y aunque las pizzas estaban ricas, el servicio del “becario” era un poco desastre y hasta tuvimos que indicar que faltaba el postre en la cuenta, algo que enojó al dueño con el “becario” al tiempo que nos daba las gracias.
Pegados al río volvimos a nuestro alojamiento y caímos derrotados.
Al día siguiente el plan era igualmente intenso. Cogimos el coche y nos escapamos por la mañana a Lari. Lari es un pueblecito enano que guarda restos de una muralla y conserva un Castello en el centro. Hicimos la visita obligada al Castello, restaurado y cuidado con mucha profesionalidad por una asociación local de vecinos y recorriendo las salas, las celdas (fue en tiempos una prisión) y las mazmorras, nos llegó fácil la inspiración para usarlo en nuestras partidas de rol de La Marca del Este. Angela se encargó de fotografiar los planos y dibujos antiguos del castillo.
Plano del Castello de Lari
Comimos (demasiado) a 10 metros del Castello y compramos pasta artesanal de los famosos Martelli, empeñados en hacer una sola tonelada de pasta al año, algo que lleva horas en cualquier fábrica industrial. Confiamos en que los próximos macarrones con chorizo que vayamos a hacer sean delicatessen puro.
Volvimos justo a tiempo para hacer la colada en Pisa en un autoservicio y luego hicimos ya la visita al Camposanto, la Catedral y, claro está, la torre inclinada de Pisa. La elección del último turno para entrar a la torre fue claramente un acierto. Las vistas eran formidables y mucho más interpretables tras los paseos de la víspera. Fantaseamos un poco con la leyenda de Galileo y su experimento con péndulos y una vez abajo, fuimos de nuevo a la zona más movida de Pisa para cenar finalmente en una enoteca en la que degustamos cerveza local y una tabla mixta de quesos y embutidos.
Relieve en tumba del Camposanto
¿Galileo Galilei se asomó aquí con su péndulo?
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