Continúa la crónica de nuestras aventuras en la lejana Barovia (la primera parte está aquí: Ravenloft 1ª parte), esta crónica no corresponde a la aventura que estamos jugando ahora, Perdidos en Neferu, pero tenía pendiente publicarla.
Día 18
La noche no ha sido tan tranquila como esperábamos. Durante la guardia de Galian nos ha sorprendido una bandada de murciélagos que tras causar un poco de revuelo y romper alguna ventana, han desaparecido dejando detrás una carcajada tenebrosa. Mmm, sí, así son las cosas en los pueblos raros, ¿qué le vamos a hacer? Al menos aún no hemos topado con no-muertos, un cambio muy bienvenido, que no creo que dure.
Me alegra decir que mi misión está cumplida y que, a mi pesar, he averiguado el triste destino de los dos hermanos enviados antes que yo.
Por la mañana, tras una frustrante visita a la única tienda del pueblo, salimos con un excelente mapa de la zona conseguido merced a las dotes disuasorias de Lakus. Siguiendo el mapa nos adentramos en el bosque con la intención de encontrar las cataratas en las que se supone que podremos encontrar a Varikov. Avanzamos durante buena parte de la mañana por un camino flanqueado por un bosque espeso cruzado por un río de aguas puras y cristalinas. Al fin, tras varias horas Galian encontró huellas de lobos y, lo que es más preocupante, huargos junto a un puente que cruza el río.
Antes de continuar ciegamente, Lakus lanzó uno de sus infames hechizos de localización -creo que tardaré años en olvidar el papel que metió en la ropa ¿íntima? de aquel trasgo, ugh!- para buscar… un zapato. En fin, lo cierto es que no puedo decir que sean inútiles y gracias a él descubrimos más pisadas junto al río y lo que parecía una entrada tras la catarata.
Entramos en la cueva. Un penetrante olor a humedad rancia inundó nuestras fosas nasales mientras el ruido del agua cayendo contra las rocas atronaba en nuestros oídos. Avanzamos cuidando nuestros pasos, inseguros de lo que podía esperarnos en sus entrañas, entre las sombras desiguales vislumbramos una sombra imponente muy cerca de la entrada, desenfundamos nuestras armas, pero sólo descubrimos la horrible figura de un oso disecado que se elevaba muy por encima de nuestras cabezas, con sus fauces y garras congeladas en una mueca eterna de ataque. Galian se acercó con cautela, su inspección confirmó que se trataba de un oso, sin embargo algo en él no era natural, algo estaba fuera de lugar. Dejando atrás este “oso” nos adentramos más en la cueva hasta una bifuración. A un lado, otra figura perturbadora vigilaba eternamente. Sólo una vez, no hace tanto he visto algo similar, pues al igual que el desfortunado hijo de Lord Albritch, que encontramos tiempo atrás al visitar la Orden del Dragón en el Villorrio de las Tormentas, la criatura que teníamos ante nosotros presentaba la apariencia de un ser construido a partir de partes de otros seres. En este caso no sólo humanos, pues sus manos y su cabeza eran las de un lobo.
Mientras Saddin Konnin se adelantaba para inspeccionar el terreno, Lakus quiso echar un vistazo al ser más de cerca. Avanzó despacio pero cuando estaba casi frente a la criatura oímos con claridad un chasquido. Un grito ahogado salió de sus labios mientras lo veíamos desaparecer ante la figura. Galian se lanzó hacia él pero sus manos apenas consiguieron agarrarlo a tiempo, sin embargo el ágil elfo consiguió sujetarse al borde del agujero que se había abierto a sus pies. Galian le tomó por el brazo y tiró con fuerza, me uní a ella y en lo que pareció una eternidad conseguimos sacarle del agujero. La respiración agitada de los tres se fue calmando poco a poco. ¡Estuvo tan cerca!
Cuando Saddin se reunió con nosotros y tras presenciar como Lakus empujaba la estatua por el agujero en su particular forma de venganza, proseguimos con nuestra inspección. El paladín había descubierto un puente colgante y al otro lado del abismo algo de movimiento. Saddin se aventuró el primero, seguido por Lakus mientras Galian y yo vigilábamos nuestra retaguardia. Tan pronto como Saddin hubo alcanzado el otro lado el inconfundible sonido de un gatillo le recibió y un saetazo se clavó en su costado. El paladín gimió pero tomando su escudo se parapetó tras él. Lakus salvó la distancia que le separaba del otro lado antes de que quien fuera que había atacado a Saddin tuviera tiempo de recargar sus ballesta. Galian y yo nos apresuramos tras él y, al cruzar al otro lado, vimos que tras nosotras un enorme lobo cerraba el puente.
Un nueva saeta voló en dirección al elfo sin alcanzar su objetivo. En un extraño ejercicio de autocontrol, Lakus se dirigió a lo que claramente era un enano en términos tranquilizadores. Una risa desquiciada fue toda la respuesta que tanto él como el paladín obtuvieron del enano, de Varikov.
Delante de mí estaba el objetivo de este viaje y, en ese momento, poco más era de importancia. El enano estaba claramente fuera de sí, tal vez sabía que veníamos a por él, tal vez siempre había estado desquiciado, muchas posibilidades que realmente no eran importantes. Él era la razón de este viaje y el curso de acción estaba claro. Con cuidado desenfundé la daga envenenada que había preparado la noche antes y en un rápido movimiento la lancé contra él. Un sonido sordo me dejó claro que había acertado y que sólo era cuestión de tiempo que el enano muriera.
‘¡Farkas, atácales!’, gritó y disparó otra saeta que se clavó en el escudo de Saddin.
Sin perder tiempo Lakus levantó un muro de fuego entorno al enano, intentando retenerle, intentando ganar tiempo para negociar con él. ‘No queremos hacerte daño’, dijo en tono tranquilizador, pero con el veneno corriendo certero por sus venas, dudo mucho que hubiera podido convencerlo. Un alarido bestial se unió al ruido del fuego. Decidida a acabar con esto de una vez, saqué mi ballesta y disparé a través del fuego a la última posición en la que recordaba al enano. De entre las llamas, Varikov, blandiendo sendas hachas y con un saetazo en su cuerpo, salió cegado por la furia, mientras tras él un enorme lobo con el pelaje en llamas se lanzaba hacia nosotros. Lakus, aún intentando evitar matarlo, se concentró en un hechizo. Varikov llegó hasta él pero Saddin, embistiéndolo brutalmente lo apartó de su camino. El lobo sin embargo consiguió alcanzarlo y abalanzándose rodaron por el suelo. Galian con sus largos cuchillos en la mano, movida por un afán de acabar con el sufrimiento del animal, le hundió ambos cuchillos.
Cimitarra en mano rodeé a Varikov, mientras Saddin y él se enzarzaban en un intercambio de golpes.
‘¡Esto no es necesario!’ suplicó el paladín.
‘¡Es absolutamente necesario, es parte del plan!’, las enigmáticas palabras del enano acompañaron más golpes.
Y así, mientras los dos contrincantes seguían intercambiando hachazos y espadazos, mi cimitarra se abrió camino por la espalda del enano, ensartándolo completamente.
Varikov se tambaleó y un halo rojizo, según palabras de Saddin Konnin más tarde, salió del enano cerniéndose sobre el Paladín. El estruendo de las hachas contra el suelo de la cueva acompañó al enano al caer de rodillas.
Si algo puedo decir es que Varikov era un enemigo formidable, de una fortaleza increíble. Por última vez mi cimitarra se clavó en él terminando definitivamente con su vida.
Sé que mis compañeros, especialmente Saddin, no entienden lo que he hecho, sé que al menos él juzga mis actos con dureza. Pero para mí la misma dedicación con la que él se entrega a Velex, es la que me lleva a cumplir con mis contratos sin dejar lugar a dudas. No me regodeo en la muerte, es lo que hago, es lo que sé hacer.
Tras recuperar la calma, nuestro registro de la cueva sólo reveló algunos detalles que ya conocíamos o sospechábamos sobre su ocupante, algunas herramientas de taxidermista, restos de ropa, restos de animales y humanos y los restos de dos hombres que confirman las sospechas de que los dos enviados antes que yo fracasaron terriblemente. Aunque no sepa quiénes eran, siempre siento pesar al ver a otros acabar así, estoy segura de que eran formidables y sé que difícilmente hubiera cumplido este encargo si no hubiera tenido apoyo. Alrededor del cuello de Varikov un collar hecho con los dientes de sus presas, tanto animales como humanas, es el testigo de sus atrocidades. Sólo hemos guardado ese collar y una de sus hachas, como pruebas de que hemos acabado con el monstruo.
Ahora estamos en el campamento gitano del que nos hablaron en el pueblo. La ruta de vuelta que tomamos nos condujo directamente aquí y la desconcertante invitación para pasar la noche con ellos ha sonado más que atractiva después de las atrocidades que hemos visto en la cueva.
“Os esperábamos, Madame Eva nos lo dijo. Ella os aguarda”.
Está claro que saben cómo despertar interés. Tras la alegre cena hemos sido recibidos por ella. Huelga decir que tras los meses que pasé con unos feriantes no confío demasiado en las dotes adivinatorias de ninguna “Madame”.
El carromato de Madame Eva era todo lo que se puede esperar. Infinidad de cachivaches de todas las formas y colores imaginables se apelotonaban en cada rincón, colgaban del techo o estaban apilados sobre cualquier superficie libre. En el centro una pequeña mesa con un tapete negro de terciopelo sobre el que brillaba una bola de cristal completaban la abigarrada morada de la adivina.
Una mujer voluminosa nos ha dado la bienvenida.
“Tengo algo para vosotros.” De pie frente a ella hemos esperado pacientemente. “Ay! Lakus he de advertirte que el tesoro que persigues te traerá grandes desgracias” Su mirada ha descansado sobre el elfo durante unos segundos antes de continuar.
“Galian, volverás a ver al amigo que perdiste hace poco tiempo.”
“Sharra, todavía hoy percibo restos de la maldición, pero tu espíritu es fuerte y puedes vencerlo.”
“Saddin el sol volverá a teñirse de rojo como en aquella batalla”.
Sus palabras han quedado flotando sobre el ambiente y, si no me equivoco, me ha parecido que Saddin estaba algo apagado.
“Si habéis venido aquí será para saber cuál es vuestra fortuna.” Continuó.
“No, para saber dónde está Morkas”, ha respondido Lakus. Con el elfo siempre hay algo más de lo que parece.
Con este intercambio, Madame Eva nos ha leído las cartas, según ella para desvelarnos el verdadero motivo por el que hemos venido a Barovia. Como era de esperar, estas predicciones nos han dejado confusos. Sin embargo, dudo que les prestemos mucha atención. Con nuestra misión terminada no hay mucho más que hacer aquí. No tengo necesidad de hablar con Lord Strahd para comunicarle el resultado del encargo y lo cierto es que nada nos retiene aquí. Mañana nos pondremos en camino hacia Robleda.
Lo que no logro imaginar es de dónde saca Lakus sus extrañas ideas. Nada más salir del carromato de Madame Eva, le ha preguntado al paladín ¡cómo se mata un vampiro! ¿Qué demonios significa eso? Pero no contento con ello me ha preguntado si me importa que maten a mi jefe, ¿qué se supone que significa eso? No entiendo al elfo y hace tiempo que desistí en cualquier intento por hacerlo.
Antes de retirarnos, hemos pasado algún tiempo más con los gitanos. Saddin y Lakus, merced a sus apuestas con los gitanos al “Navío, capitán, tripulación” han averiguado que el poder de la región reside en el castillo de Lord Strahd y que mana del Lord mismo. “Ha sido siempre así y siempre será”. ¡Lo que le gusta a esta gente hablar en acertijos! Los gitanos están además bajo la protección directa de Lord Strahd y, por lo tanto, no han sufrido ni los ataques de los lobos, de Varikov o cualquier otra amenaza.
Sé que Lakus ha estado hablando con Madame Eva cuando todos nos hemos retirado. Supongo que en relación al tal Morkas.
Ahora me voy a dormir esperando que la guardia sea tranquila.
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