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La Marca del Este - La Profanación - Crónica II by ghilbrae

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Decimoctavo día, continuación

No sé lo que nos espera por la mañana. Después de lo que ha ocurrido esta noche lo que nos aguarda en la torre será peor, estoy absolutamente segura de ello. Mis compañeros duermen o montan guardia. Estamos cansados, las heridas de Lakus empiezan a ser preocupantes y el descanso de esta noche le vendrá bien. También a Saddin, cuyo poder curativo está agotado por el momento. Mañana cuando salga el sol intentará sanar a Lakus y después ascenderemos a la torre. La criatura alada nos espera y ¿quién sabe qué más?.

Pero me desvío de mi objetivo.

Tras la puerta de la biblioteca un estrecho pasillo descendía en la oscuridad. Encendí una de las antorchas mientras Lakus aprovechaba su visión élfica para explorar algunos pasos por delante. Llegamos a una bifurcación con tres caminos. Antes siquiera de poder plantearnos cuál elegir escuchamos movimiento desde los tres, miramos con expectación, preparando nuestras armas… por cada uno de los pasillos tres necrófagos se aproximaban a nosotros con sus horrendas fauces sanguinolentas ávidas de nuestra carne, emitiendo espantosos sonidos de anticipación. «¡Que no os toquen!» gritó Lakus. Galian preparó su arco mientras Saddin se rodeaba de su hechizo para protegerse contra el mal -y qué a tiempo, pero me adelanto-. Ataqué al primero que se aproximaba por el pasillo de la izquierda, pero la suerte seguía sin sonreírme, afortunadamente Galian no falló y una de sus flechas se hundió en uno de ellos. Una y otra vez atacamos y paramos sus golpes, destrozándolos poco a poco, retirándonos y avanzando, recibiendo y asestando golpes con mayor o menor fortuna. Finalmente cayó el último de ellos bajo un brutal tajo de Saddin.

Lamentablemente mi maldición se ha vuelto a interponer entre mis hojas y mis objetivos. Nunca he buscado la bendición de los dioses, no me importan sus caprichos ni sus designios, pero si los dioses que velaban por este lugar tuvieran piedad de sus seguidores podrían, al menos durante un tiempo, volver la vista hacia nosotros, que luchamos por las almas de sus clérigos y aliviar la mancha de mi maldición hasta que pueda limpiarme de ella.

Decidimos seguir por el túnel del medio y por fin nos topamos con un arco bañado por una nauseabunda luz verdosa. Bajo sus piedras, una criatura jugueteaba con una esfera cristalina en cuyo interior serpenteaba un humo también verde. Su sonrisa diabólica nos dio la bienvenida.

«Buscamos un libro» se adelantó Saddin. El paladín parecía tan seguro de sí mismo que no dudó en enfrentarse al acertijo que proponía el monstruo. Nuestro instinto nos indicaba que le atravesáramos con nuestras espadas y que nos dejáramos de acertijos, pero Saddin insistió en que la forma de lograrlo era resolver la pregunta. Escuchamos las palabras del demonio y, a pesar de que todos pensamos una solución, Saddin desoyó nuevamente nuestro consejo y aventuró otra solución. «¡Mal!»

Galian, Lakus y yo reaccionamos inmediatamente intentado destruir la esfera, que parecía la fuente de su poder, pero nuestros ataques ni siquiera la mellaron. Un tentáculo se deslizó desde su interior rodeando a Konnin tan despacio pero a la vez tan deprisa que fue incapaz de reaccionar, su presa se cerró a su alrededor, apretando cada vez más. Todo fue tan rápido. En un instante lo supimos, Konnin había dejado de respirar. ¡Estaba muerto!

Atacamos al demonio haciendo caso omiso del cuerpo de Konnin, aún envuelto en el abrazo de ese tentáculo venido de sólo los dioses saben donde. Entonces, ese hechizo que usó para protegerse de los necrófagos, consiguió contrarrestar el poder del tentáculo y Saddin se levantó y con su espada desenvainada se acercó al monstruo asestándole un golpe con el que descargó su venganza contra él desgarrándole un ala brutalmente. El demonio enfurecido atacó ciegamente a todo aquel que se interponía en su camino y consiguió rasgar el pectoral de Galian. Todos atacamos pero un nuevo golpe de Saddin le cercenó la otra ala y logró que el ser empezara a disolverse y desaparecer.

Rendidos, heridos y aún afectados por lo que creíamos la muerte de Saddin, entramos en la sala que guardaba el demonio para reclamar el libro que habíamos ganado con nuestra sangre.

El monje pareció sorprenderse de que lográsemos regresar con vida de los niveles inferiores. Durante los escasos minutos de descanso que nos tomamos en la biblioteca, Saddin nos aseguró que era necesario hacer disminuir el mal en el monasterio, para ello el libro iba a ayudarnos. Las bendiciones que contiene eran capaces de proporcionar la paz a las almas de aquellos que habían muerto aquí. Retrocedimos al cementerio y plantándose en su centro, con el libro entre sus manos comenzó a recitar las oraciones una y otra vez. Su rostro se contrajo por el esfuerzo en la comunicación con los dioses. Nosotros debíamos proteger su trance. Del lado del cementerio que lindaba con el río oímos unos gorgeos familiares unirse a la oración cuando un nuevo grupo de necrófagos surgió del acantilado. Logré esconderme rápidamente para intentar sorprender a alguno de ellos mientras Galian tensaba su arco y Lakus, que descansaba despreocupado sobre una lápida, preparaba su alfanje para un nuevo combate. Las flechas de Galian fueron obedientemente hundiéndose en las flácidas carnes de los necrófagos mientras mi cimitarra abría las gargantas de aquellos a los que lograba sorprender por la espalda. Lakus se batía con dos de ellos cuyo torpes movimientos no lograban alcanzarle. Finalmente uno de ellos, cayó herido al suelo con tan mala fortuna que consiguió agarrar al elfo por la pierna y cerrar su asquerosa mandíbula a su alrededor. Seguimos luchando para evitar que aquellas criaturas alcanzaran a Saddin en su oración sagrada. Por fin acabamos con todos pero las heridas de Lakus me preocupan cada vez más, espero que el descanso de esta noche y la magia de Saddin por la mañana logren devolverle su fuerza.

Por fin la voz de Saddin se apagó y el espíritu que había vagado por el cementerio se desvaneció agradeciendo a nuestro paladín sus bencidiones. Todo quedó en calma y la paz que iluminaba el rostro de Saddin nos hizo recordar que viajamos con un verdadero paladín de los dioses, sean cuales sean aquéllos a los que sirve.

La furia del combate aún no había abandonado a Lakus porque sus palabras no dejaban lugar a dudas: «Vayamos a la torre a enfrentarnos a la criatura que ha matado a los monjes». El lacónico no de Konnin nos devolvió a todos la sensatez y decidimos que en esos momentos no era la mejor opción.

Tras una discusión sobre cuál sería el más conveniente y más fácilmente defendible lugar para el inevitable descanso, Saddin ha impuesto su criterio, en opinión de todos nosotros un tanto irracional, de que nos quedemos en la biblioteca. No sé qué hubiera ocurrido si hubiésemos descansado al otro lado de los puentes pero en la primera guardia, la que yo compartía con él, nos han atacado.

Estaba en el pasillo exterior, andando, cuando me ha sorprendido un ruido. Apenas he tenido tiempo de esquivar el ataque de un par de necrófagos. Hiriendo a uno de ellos he podido escapar a la biblioteca, en donde Saddin ha aparecido y entre los dos hemos conseguido acabar con los atacantes antes de que a Galian, aturdida por el brusco despertar, le diese siquiera tiempo a llegar a nosotros o el impertubable elfo saliera de su trance.

El olor a putrefacción de la carne de uno de ellos inunda mis fosas nasales y, aunque he limpiado a conciencia la bota con la que he pisado el cráneo de uno de esos seres repugnantes, su olor no me abandona.

Ahora debo descansar y prepararme para mañana. Galian ha ocupado mi lugar en el pasillo después de que terminara mi guardia, Saddin sigue en su puesto junto a la puerta en la que el monje continúa encadenado y Lakus sigue meditando intentando reponer fuerzas.

Decimonoveno día

Mis manos están aún manchadas de sangre, todo mi cuerpo grita de dolor y extenuación y la impresión de todo lo que ha ocurrido hoy arde en mi mente.

El descanso que buscaba la última vez que escribí en estas páginas apenas sí pude lograrlo. No había pasado mucho tiempo antes de que un gigantesco golem me arrancara de mi sueño. La gigantesca criatura armada con espadas y garrotes en cada uno de sus cuatro brazos salía de entre la oscuridad de las catacumbas como una pesadilla, repitiendo «el Amo quiere agua» constantemente. Un nuevo ataque y todos nuestros sentidos se pusieron en alerta, salvo Lakus, empeñado en mantener su descanso por encima de todas las cosas, ¡maldito elfo! Saddin soportó la primera embestida, parando con su escudo la increíble fuerza del monstruo, el poder irradiaba de él majestuosamente. Aprovechando el contrataque de Saddin, Galian y yo tomamos posiciones y así Galian logró hundir sus cuchillos con una precisión y fuerza increíbles por detrás de la rodilla del golem. Aullando de dolor, el golem se volvió y se la quitó de en medio de un golpe pero dejando al descubierto su espalda y encajando por ello un espadazo de Saddin. En la confusión y el ir y venir de espadas, mi primer ataque falló, pero tras el golpe de Saddin conseguí clavar mi cimitarra en la base del cráneo del monstruo.

Los tres nos quedamos unos instantes contemplando el enorme cadáver a nuestros pies. Saddin sonrió y simplemente anunció: «Parece que el Amo quiere agua. Habrá que llevársela».

Poco después, las primeras luces del alba se vertieron por los ventanales de la biblioteca y Lakus salió de su letargo. Entonces Saddin le impuso la manos y consiguió curar gran parte de sus heridas.

El ascenso a la torre fue lento pero sin contratiempos, en un par de ocasiones me adelanté para asegurar que no había más sorpresas. No nos entretuvimos en las plantas intermedias, nuestro objetivo estaba en lo más alto, esperándonos. No podíamos demorarnos demasiado, el monje nos había advertido de que el objetivo del anciano hechicero era alcanzar el poder de un liche.

La puerta a la terraza estaba cerrada ante nosotros, no había forma de sorprender a la criatura que nos esparaba detrás, sabía que íbamos a por ella y se preparaba para nosotros. Entramos con cautela, parecía vacía pero entonces, como en una pesadilla, vi una sombra negra lanzarse sobre nosotros desde el cielo. Galian recibió toda la fuerza de su ataque y las enormes fauces de ese nuevo demonio se clavaron en su pecho. Saddin corrió hacia él pero una oleada de poder maligno se abatió sobre él deteniendo su avance. La magia del paladín pareció llenar su cuerpo y hacerlo crecer de nuevo absorbiendo el poder necesario para liberar el hechizo que contrarrestó el del demonio.

Lakus aprovechó que la atención del demonio estaba fija en Saddin para descargar un tremendo golpe que inutilizó una de sus alas. Tomamos posiciones para poder atacarle, flanqueándole de forma que no pudiera huir de nuestros golpes. Entonces, su garra tomó un premonitorio color rojo y unos segundos después el calor de una bola de fuego nos envolvió a todos. Oí los gritos de dolor de Lakus al caer gravemente herido. «Moriremos tontamente?» Galian acompañó sus palabras con un certero movimiento de sus cuchillos y los entierró en su pecho. «¡Ojo por ojo..!.» le escupió al demonio del que la sangre manaba a borbotones. Uniéndome a Galian en una nueva descarga, dejamos que nuestra ira se abatiera sobre él, era cuestión de tiempo que mueriera, sus heridas y el veneno de mi daga estaban a punto de rematarlo. Pero aún no estaba derrotado. Su magia aún estaba a su servicio y ambas notamos como un miedo impuesto se apoderaba de nuestros corazones, incapacitándonos.

Recuperando parte de sus fuerzas Lakus volvió al ataque. En una afortunada cadena de sucesos, Saddin lanzó sobre los ojos de la criatura una luz cegadora y Lakus le clavó su alfanje de nuevo. Así cayó en un grito de agonía, clamando a un amo que ya no podía hacer nada por salvarle.

Sin perder tiempo, y un tanto inconscientemente, Saddin corrió a abrir la puerta al final de la terraza. Por un instante, su rostro se paralizó. «Oh, ¡mierda, una trampa!» gritó. Desde sus manos una textura grisácea comenzó a ascender por sus brazos, contuvimos la respiración incapaces de creer que pudiera acabar así, a punto de alcanzar nuestro objetivo. Pero el poder de Konnin es más grande de lo que sabíamos. Por su frente resbalaron gotas de sudor mientras luchaba contra el hechizo que trataba de apoderarse de él. Tras unos instantes, vimos como la txtura de piedra retrocedía hasta desaparecer. Por primera vez en este día sentí cierto alivio. Desafortunadamente, esta benevolente sensación sólo duró unos instantes, lo que tardé en ver dos golems guardando otra puerta tras la que Konnin acababa de abrir.

«¡Vuestro amo debe morir!», gritó Saddin a punto de lanzarse contra ellos.
«¡Mejor sal!», fueron las únicas palabras de Lakus, su rostro tenía una expresión que ya había visto, justo antes de que liberara su poder contra el anciano que presidía la impía celebración que habíamos presenciado tan sólo el día anterior. Me abalancé sobre Konnin intentando arrastrarle fuera de la habitación, pero fui incapaz de imponerme a su fuerza y su tamaño. Ante la imposibilidad de apartarle, Lakus tuvo que cambiar de estrategia y se lanzó a atacar a uno de los golem con su alfanje en la mano acompañado de Galian. Ambos sorprendieron al monstruo que antes de tan siquiera poder reaccionar ya había perdido dos brazos y caía desangrándose al suelo. El otro golem viendo caer a su compañero, atacó a Saddin dejando caer las espadas de sus brazos sobre él y dejándolo fuera de combate. Galian se volvió hacia él a tiempo de asestarle otro golpe con sus cuchillos de cazadora mientras yo, poniéndome a su espalda le atacaba con mi espada y mi daga. Lakus intervino también haciéndole caer de rodillas. Estos ataques dieron tiempo a Saddin a recuperarse del tremendo golpe que acababa de recibir y así rematar a la criatura.

El tiempo se nos estaba escapando, de la habitación contigua unos cánticos anunciaban que nuestro verdadero objetivo, el causante de todo, estaba acercándose peligrosamente a su objetivo y si lo conseguía. ¿Cómo mataríamos al liche?

Fue nuevamente Saddin el que se lanzó a abrir la puerta, pero esta vez dejando paso a la devastadora bola de fuego que Lakus lanzó tras él. Durante un instante pudimos ver a un anciano arrodillado en el suelo, dibujando símbolos arcanos a su alrededor. Después las llamas lo envolvieron prendiendo su túnica y todo cuanto lo rodeaba. Lo vimos sonreír y de entre las llamas su voz, levemente entretenida, dijo: «Vaya, parece que tenemos ratas en el monasterio.»

«¿Cómo te gustan los liches? ¿Vuelta y vuelta?» Lakus liberó su segundo hechizo y un muro ígneo barrió la habitación al tiempo Galian dejaba volar una flecha hacia el anciano.

Saddin comenzó a prepararse para atacar aprovechando el muro de fuego, pero rasgando el muro como si se tratase de una fina tela, un proyectil mágico salió de entre las llamas y se clavó en el elfo desbaratando el muro.

Sin perder más tiempo y acompañados por otra flecha de Galian, Saddin y yo entramos en la habitación, él lanzándose con su espada y yo preparándome para atacarlo por la espalda. El espadazo de Saddin fue tremendo y, sin embargo, apenas sí le hizo algún daño. Un escudo mágico de algún tipo le protegía de nuestros ataques físicos y, para nuestra sorpresa, la magia de Saddin no era suficiente para hacer frente a la suya.

El brujo, tranquilo en medio de la habitación, pronunció un encantamiento y acto seguido, ¡no uno sino cuatro ancianos se enfrentaban a nosotros! Primero Lakus, luego Galian y yo atacamos cada uno a uno diferente consiguiendo así desenmascarar al verdadero hechicero. Sin embargo, antes de poder acabar con él, un brillo rojizo emanó de su mano y nos vimos rodeados de fuego. El crepitar del fuego era lo único que podía escuchar mientras veía caer a Lakus con unas quemaduras espantosas. Su cuerpo se desplomó, sus ojos estaban cerrados y en cuanto tocó el suelo supe que estaba muerto. Me volví hacia los otros, Galian estaba aún viva, pero no soportaría otro ataque, Saddin y yo, si bien en mejores condiciones que nuestra compañera, no aguantaríamos mucho más si no conseguíamos terminar con él.

Intenté herirlo pero mis manos se negaron a responder a mi orden, Galian tampoco pudo hacer nada, no así Saddin que logró alcanzarlo. El brujo intentó contraatacar y si hubiera tenido éxito dudo que pudiera estar ahora llenando estas páginas. Estábamos exhaustos y terriblemente heridos, el elfo yacía inmóvil en el suelo y aún así no podíamos rendirnos, teníamos que terminar. Atacamos de nuevo. Saddin lo derribó pero ese maldito anciano debía tener un poder increíble porque a pesar de todo se levantó y comenzó a entonar sus cánticos. No sé qué ocurrió entonces, era nuestra última oportunidad, estaba ocurriendo, estaba a punto de transformarse en un monstruo del que no podríamos librarnos, nuestras vidas se terminaban allí y ese sentimiento de pérdida, de desesperación y de rabia se apoderó de nosotros. Sin pensarlo siquiera me lancé contra él con la cimitarra en una mano y la daga en la otra y le golpeé, descargando todo la ira que brotaba de mí. Vi salir su brazo despedido y su garganta abrirse limpiamente, interrumpiendo en parte sus impías palabras. Acto seguido y guiada seguramente por una fuerza y una deseperación tan fuertes como las que yo sentía, Galian reunió las últimas de sus fuerzas y le asestó otro golpe que, terminando de rebanarle el cuello, puso fin a su vida.

Ahora he de limpiar mis heridas y descansar. El monje que encontramos en la biblioteca duerme agradecido en una de las celdas. Galian también, pues sus heridas han sido terribles. Saddin y yo encontramos una poción que hemos dado al elfo. Lakus, que durante aquellos últimos minutos todos creímos muertos, está todavía vivo. Estaba más muerto que vivo cuando por fin pudimos ocuparnos de él pero se recuperará. La poción le mantendrá con vida esta noche y mañana Saddin usará con él su poder.

Esta maldita misión ha terminado ya, he aprendido cosas valiosas y he descubierto cosas de las que he de ocuparme. En unos días, cuando nuestra salud nos lo permita, nos dirigiremos a la Orden de Konnin, a cobrar nuestros honorarios y todo habrá terminado. Pronto podré volver a Ôsman y pasear por sus civilizadas calles lejos de estos inhóspitos parajes.

Guardo el relato completo en esta carta que adjunto: extracto del diario del Sharra.

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