Como ya comenté en uno de los primeros posts, uno de los objetivos de este viaje a Japón, era que yo estudiara japonés aquí. Tras la pequeña parada que habíamos hecho en Tokyo para "reaclimatarnos", llegamos a Fukuoka el domingo antes de que empezaran mis clases. La escuela da la opción de proporcionarte alojamiento si no quieres buscarlo por tu cuenta. Hay tres opciones: piso compartido con otros estudiantes, estancia con una familia o un piso en exclusiva. Nosotros preferimos que lo gestionara la escuela para tener un quebradero menos de cabeza y, teniendo en cuenta el precio de 2 semanas de curso y piso (1200€), no hubo que darle muchas vueltas. Cuando llegamos a nuestro pisito nos encontramos en un apartamento diminuto pero muy apañado para dos semanas. Teníamos un baño completo, lavadora, una cocinita americana y una cama. Las pegas... se les olvidó poner un futón extra porque la cama sólo era para uno, mira que en todos los correos puse que éramos dos, y en la cocina no había ni cazo, ni un vaso, ni ná.
La primera noche fue regular pero al día siguiente hablando con la coordinadora de la escuela se solucionaron las dos cosas. Menos mal, porque dos semanas de dormir en el suelo uno de los dos pintaban bastante mal.
La vida que hemos llevado esas dos semanas estuvo bien, aunque a Pablo se le hicieron cuesta arriba porque estaba trabajando y no consiguió que los horarios se ajustaran ni un poco. Para mí el día a día consistía en levantarme, ir a la escuela andando (estaba a 20 minutos que a veces se hacían un poco largos por el calor), tomar un café con Pablo en el centro comercial de la estación, ir a clase y luego volver a casa a comer y hacer los deberes.
Originalmente pensábamos aprovechar las tardes para hacer cosas juntos, pero ya digo que los horarios de Pablo mal. Conseguimos hacer alguna cosa los dos pero nada muy elaborado o requiriese disponer de mucho tiempo ya que a lo mejor Pablo tenía dos o tres horas libres y luego una reunión antes de cenar o después. Así es que además de dar algunos paseos o ir a
cenar a algunos restaurantes cercanos o a los famosos yatai (puestos callejeros de Fukuoka), la única salida larga fue la del fin de semana en Nagasaki que relatamos en un post anterior.
Puestos de Yatai cerca de uno de los canales de Fukuoka
Por separado sí que hicimos algunos planes, Pablo por la mañana y yo por la tarde.
Como ya comenté, la escuela organiza actividades de diferentes tipos para los alumnos. Además de la escapada al partido de béisbol fui a un crucerillo por el río una tarde-noche en el que pude disfrutar de las vistas de la ciudad y el puerto por la noche además del hilo musical proporcionado por un señor mayorcísimo que hacía las veces de guía y artista.
No es una foto muy buena, pero se aprecia la vista nocturna del puerto desde el barquito
Terminamos el paseo: Dorimi-san, Soo-san, una servidora, Christine-san y Teruko-san. Foto tomada por Lilia, de la escuela.
Atención al vídeo del señor cantando.
Algunas de las actividades se desarrollaban dentro de la escuela y estaban enfocadas a practicar el idioma como una llamada Speak with a japanese person. En general todas estaban bien, tenían la duración adecuada y eran una buena forma de practicar el idioma o conocer la cultura local.
Por mi cuenta también dí algunos paseos pero yo destacaría la visita al Museo de Arte Asiático. Este pequeño museo recoge obras de arte de artistas de toda Asia y las expone en pequeños grupos. Por lo que entendí, la exposición va cambiando de vez en cuando así que imagino que se pueden ver obras diferentes en visitas suficientemente espaciadas. La exhibición que yo visité se llamaba Fukuoka Asian Art Museum Best Collection Ⅲ y presentaba obras de artistas de Filipinas, India, Singapur, Malasia, China o Vietnam. Los temas que tocaban muchas de las obras eran de carácter social como las consecuencias del colonialismo, la guerra, la religión o el género, lo interesante era ver estos temas universales tratados desde persepctivas culturales diferentes a las que estamos expuestas en Europa. Por ejemplo, el artista filipino que abría la exposición exploraba la identidad del pueblo filipino tras 400 años de sucesivas oleadas colonizadoras: la española, la japonesa y la estadounidense. Muy presente en varios de los artistas estaban también los crímenes de guerra cometidos por Japón durante la guerra del Pacífico.
Roberto Feleo (Philippines), Sleeping Pintado, 1982 (imagen de la web del museo)
Personalmente, la artista que más me gustó fue la fotógrafa vietnamita Hanh Thi Pham que emigró a Estados Unidos siendo una niña tras la guerra y que exploraba a través de su obra su condición de mujer emigrante asiática feminista y los roles de género en su cultura.
Autorretrato de Hanh Thi Pham. Fuente: https://awarewomenartists.com/en/artiste/hanh-thi-pham/
Me llamó la atención que una de sus obras estaba en una habitación especial escondida tras una cortinilla con un cartel en el que se avisaba a los visitantes de que podrían encontrar la imagen ofensiva. No sé muy bien qué opino de esto, veo pros y contras en esta forma de exponer la obra de una artista y me gustaría poder discutirlo en más profundidad con personas relacionadas con la museística y el arte o con la ética y la censura. Desde luego, tanto la obra como su presentación, me han dado material para pensar. Si alguien siente curiosidad la obra se llama Lesbian Precepts y puede verse en la galería de la artista de esta web: https://awarewomenartists.com/en/artiste/hanh-thi-pham/ Como ya he dicho, a mi me ha gustado la obra de esta artista en general y muchas de las fotos que estaban expuestas en el museo se pueden ver ahí también.
[Sección de Pablo]
Mi rutina en Fukuoka en teoría iba a ser:
- Nos levantamos a la vez.
- Acompaño a Angela a la escuela.
- Hago planes por mi cuenta durante la mañana.
- Me pongo a trabajar tras el mediodía y hasta las 21h hora local, con una breve parada para cenar juntos.
- A partir de las 22h hacemos alguna cosilla juntos antes de irnos a la cama.
La realidad fue algo distinta por tres motivos:
- Me resultaba muy extraño no estar trabajando desde pronto por la mañana así que me encontraba raro haciendo planes matutinos que parecían más propios de estar de vacaciones.
- Tenía algunas reuniones a horas locales muy locas. Hubo una a medianoche con Europa y otra a las siete de la mañana con EE.UU, por ejemplo. La zona horaria de Japón me fue particularmente problemática.
- El horario de coincidencia de Kaleidos (en España de 10h a 14h) aquí era de 17h a 21h, así que yo no estaba ya tan fresco y acababa de trabajar siempre muy cansado.
Quitando estos inconvenientes, pude adaptarme más o menos bien y fui un "ciudadano productivo" durante esas dos semanas aunque reconozco que me hubiera costado bastante mantener ese plan otras dos semanas más, por ejemplo.
Una de las primeras fotos de Angela con su nueva Fujifilm Instax. Estaba revisando un librito de inspiración cromática que había comprado esa mañana en el museo de arte moderno de Fukuoka
Una forma de no tener que pensar mucho qué iba a hacer por las mañanas era simplemente pasear por la ciudad sin un rumbo definido y "conocerla" tal cual, "estando". Esto me llevó a hacer algo de fotografía callejera que me ha dejado un buen montón de instantáneas que de otro modo habrían dependido de mi memoria para no desaparecer.
Vista desde el pasillo que conectaba nuestro apartamento con los ascensores. Multitud de edificios repletos de apartamentos minúsculos se asemejaban a estructuras más cercano a lo carcelario. Desde luego, como mínimo, eran absolutamente impersonales.
Fukuoka era Fukuoka y Japón a la vez. Fuera de los destinos habituales, Fukuoka me podía mostrar un Japón más "normal" y más cercano a la cotidianeidad japonesa. Muchos de los códigos japoneses que ya conocía de las otras tres visitas operaban sin apenas matices. Estética urbana hostil a un europeo a través del caos de edificios, calles, cableados y cartelería. Obediencia supina a la autoridad presente o implícita (semáforos para peatones en callejones minúsculos por los que no pasaban coches, carteles indicando todo tipo de microprohibiciones, etc). Amabilidad abnegada para con el cliente. Gama cromática gris en vestimenta para mostrar no desear destacar. Ausencia total de inseguridad ciudadana. Momentos de ocios focalizados siempre en alguna actividad gastronómica. Amplia selección de pescado fresco en cualquier supermercado de pacotilla. Pocos niños en la calle. Transporte público abundante, frecuente y puntual.
Nevera, micro, fregadero y fuego. Una vez que tuvimos el menaje en condiciones, me ocupé de llenar esto de ingredientes y platos muy apañados. Tener esta limitación de espacio y opciones me obligó a buscar soluciones más esforzadas para las comidas y las cenas.
Uno de mis múltiples viajes matutinos en bus
En Japón la gente se casa muy poco y los que se casan tienen muy pocos hijos. Este problema de bajísima natalidad es lo que han llamado la epidemia silenciosa. Pasarán de 134 millones de japoneses a 80 millones en 2070 si no lo remedian. Spoiler: la cosa pinta mal y esta foto de un escaparate de trajes de novios no ayuda nada
Operarios trabajando en un poste multifunción en una calle de Fukuoka
Xilografía sobre papel de Yoshida Hiroshi "Changgyeon Palace, 1937
Comprobé que, quince años después, el creciente turismo (de unos 8.5M en 2010 a 38M estimados para este año), ha hecho que muchos letreros y anuncios de megafonía incluyan ya de serie el inglés, el coreano y el chino. Esto hace que haya sobreabundancia de mensaje visual o auditivo.
En el terreno auditivo merece la pena detenerse. Fukuoka me dio a entender que los japoneses viven rodeados de anuncios por megafonía, sintonías e hilo musical. Pero también llenan los pequeños huecos con palabras o saludos de cortesía. Esto hace que el silencio continuado sea muy difícil de encontrar en un entorno urbano. Me pregunto si este continuo ruido (más o menos blanco) obedece a algún confort cultural.
Interiores del templo budista de Jotenji, cerca de la estación. Los templos eran de los pocos sitios en donde el silencio se hacía presente
Fukuoka me pareció una ciudad cómoda, bien surtida de servicios y con motivos suficientes para ir andando a muchos lugares. Entiendo que pueda ser una alternativa "tranquila" a megaciudades como Tokyo u Osaka (y más económicas). Sin embargo, una constante llamada al consumo (comida, ropa, diversión) me vino a decir que tienes que irte a zonas mucho más apartadas y rurales para comocer a otro Japón diferente.
Vista desde la ventana de nuestro apartamento. Esa tarde los colores eran más anaranjados por la llegada de un tifón
Uno de los edificios de las ruinas del castillo de Fukuoka. Ésta fue una de esas excursiones vespertinas juntos.
Momento anécdota: La verdad es que hubo muchas pequeñas historias que sucedieron en esas dos semanas pero una se me quedó grabada. En la enorme estación de tren de Hakata que hacía las veces de centro comercial, había muchos sitios para desayunar. En uno de ellos había una isla de productos típicos rollo "pastelitos" y, junto a la isla, una zona de bandejitas y pinzas grandes de metal para añadir a tu bandeja lo que fueras a comprar. Yo cogí una de esas pinzas plateadas, la usé y la devolví a su sitio, que era una especie de barrita tendedero donde se hacinaban todas. ¡Error! La dependienta de la caja me hizo señales claras de que estaba haciendo algo mal. Angela interpretó que tenía que mantener conmigo las pinzas así que fui a por ellas, pero al cogerlas, se cayó al suelo otro par. Obviamente, me quedé con ésas, pero la dependienta no vio (o le dio igual) mi educado gesto y saliendo como una centella al tendedero de pinzas, arrampló con una decena de ellas (por donde ella supuso que había dejado mis infectas pinzas) y se las llevó rápido a una compañera en otra zona de la tienda con instrucciones claras de lavar con aguarrás. Yo estaba estupefacto. Imagino que en la cabeza de la mujer pasó lo siguiente: "Ese sucio extranjero sin modales ha dejado sus pinzas, sobadas un segundo, de nuevo donde otros clientes pueden contaminarse! ¡Es peor aún, ha devuelto otras pinzas que han estado en contacto con el suelo medio segundo! ¡Tengo que asegurarme de que nadie está en peligro! ¡Operación matar moscas a cañonazos!". Al mismo tiempo me sentí insultado en mi barbarie pero respetado como cliente, ya que ella en todo momento se disculpaba y se disculpaba.
Fukuoka dio paso a Tokyo, en donde el sábado por la mañana di la charla inaugural del evento Design Matters Tokyo 2025.
[Fin de sección de Pablo]
Como ciudad, Fukuoka no nos pareció especialmente bonita, pero es una ciudad abarcable, animada y de ritmo más tranquilo que Tokyo u Osaka, de hecho varias de las profesoras de la escuela se habían mudado allí desde Tokyo buscando una vida más tranquila. Nosotros no tuvimos ningún problema para movernos o encontrar lo que necesitáramos en términos de hacer la compra o cubrir alguna otra necesidad. Si tuviera que repetir en Fukuoka no lo vería como un gran problema y es un lugar de entrada muy bueno a Kyushu, que con las temperaturas y el poco tiempo libre se nos han quedado muchos sitios en el tintero.
La estancia en esta ciudad terminó un jueves para Pablo que tuvo que ir a Tokyo para preparase para el evento que tenía el fin de semana, y el viernes para mí. Cada viernes hay en la escuela una ceremonia de graduación y los que concluyen esa semana su estancia reciben su diploma y la enhorabuena. Yo me quedo con muy buen recuerdo de ella y del abrazo que me dio mi profesora Yuko-sensei que me dijo que le había encantado tenerme en clase porque siempre iba con una sonrisa y dispuesta a colaborar. Si es que soy un encanto cuando quiero.
El abrazo
En este enlace podéis verme dando un breve discurso de agradecimiento.
Entrega del diploma
La foto de mi clase (izda a dcha y de arriba a abajo): Soo-san, Teruko-san, yo misma, Barbara-san, Yuko-sensei y Jan-san.
Como experiencia ha estado fenomenal, me ha sido útil y he disfrutado mucho y tengo claro que la próxima vez que vengamos a Japón repito.
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