Barajando nuestras opciones para los últimos días antes de volver a Tokyo, estábamos pensando dirigirnos hacia el oeste, a Akita, en dónde podríamos explorar un poco una de las prefecturas poco exploradas. Sin embargo, había algo en el plan que no acababa de encajarnos, así que el día antes de tener que salir de Morioka aún no habíamos decidido nada. Imagino que de haber ido mirando a lo largo de este mes, se me ocurrió que igual la prefectura de Aomori podría ser una buena opción. Dicho y hecho; miramos un poco y pensamos que tenía buena pinta. Encontramos un hotel de la misma cadena en la que estábamos hospedados en Morioka y, como visto uno vistos todos, no nos lo pensamos mucho.
Aomori es la prefectura más al norte de la isla de Honshu y las dos ciudades más relevantes a primera vista son Aomori y Hirosaki. Nosotros no le dimos muchas vueltas y fuimos a Aomori, la ciudad.
Soportales típicos de ciudades donde llueve a mares en Japón. Capté el momento "caminante solitario volviendo a casa"
Aomori es una ciudad portuaria fundada hace 400 años cuando al señor feudal local, sito en la ciudad de Hirosaki, se le permitió hacer un puerto para el comercio, aunque al parecer ya existía un asentamiento por allí. Por lo que tenemos entendido, es una zona en la que hay yacimientos prehistóricos del periodo Jōmon pero no tuvimos tiempo de verlos. Cuando llegamos a Aomori nos encontramos con un esquema parecido al de Morioka, con unas calles centrales con soportales y gran parte del comercio y el movimiento concentrados en ellas. A pesar de ello, Aomori nos gustó más desde el mismo instante que salimos de la estación de tren. Tal vez porque parecía más ordenada o los edificios tenían colores más claros o no sé, el ambiente en general, pero nos sentimos cómodos enseguida. Además, si hay tres cosas que tuvimos claras en cuanto llegamos fueron que:
- En la prefectura de Aomori se producen muchas manzanas.
- El festival de Nebuta en agosto es el eventazo del año.
- Que todas las estaciones son buenas para visitarla (de acuerdo a la oficina de turismo): en invierno está muy bonita y nieva muchísimo. En verano tienes que ir al festival porque es lo más. En otoño los colores son preciosos y en primavera con los cerezos... Ni idea, entiendo que Aomori está preciosa todo el año.
Nosotros íbamos a estar en la zona dos días enteros, así que decidimos irnos de excursión un día y el otro pasarlo en la ciudad.
Por cierto, que descubrí que las manzanas fuji son de Aomori. Pablo se quedó en plan, ¿por qué crees que se llaman fuji? y yo ni idea, la gente le pone nombres random a las cosas. ¡Vaya tela!
Una de las primeras cosas que hicimos en Aomori fue ir a un sitio llamado A-Factory, una especie de mercado dedicado a las manzanas y sus productos, y comernos una manzana gigante que estaba buenísima.
El día de la excursión nos cogimos un autobús de la Japan Rail que hacía un trayecto de tres horas entre Aomori y un onsen bastante remoto. Nosotros no íbamos tan lejos pero aún así tuvimos una hora de autobús hasta un teleférico, el Hakkoda ropeway, que te llevaba cerca de la cima del monte Hakkoda. La idea era juntar una serie de rutas para hacer una lo más circular posible y volver a bajar en el teleférico para coger el autobús de vuelta. Repetimos nuestro plan de sandwiches, fruta y frutos secos de konbini y nos pusimos en camino.
Foto de un antiguo cráter, ahora convertido en una formación muy empinada
En Aomori hemos notado una clara disminución del número de turistas, así que ni en el autobús ni en el teleférico hubo problemas de colas o de aglomeraciones; íbamos un puñado de personas y ya. Como ocurrió en la otra ocasión, el camino no tenía demasiada pérdida y, aunque no estaba tan señalizado como el anterior, era difícil liarse. Al estar más al norte y en las cimas de las montañas, no fuimos por bosques sino por paisajes algo más rocosos y de vegetación baja.
La vegetación baja. Al estar más al norte, se notaban los primeros síntomas del otoño.
Otra foto durante una breve incursión a unos marjales
Aquí también se supone que había osos, así que nos cruzamos con unos cuantos excursionistas que portaban sus campanitas. Nosotros volvimos a usar la técnica de las palmadas y los saludos, que hubo que ajustar porque entendimos que a los osos japoneses que los saludes en inglés no les debe hacer el efecto deseado. Pablo decidió que en vez de hey, bear! era mejor gritar: ohayou, kuma-san! No vimos osos, así que igual funcionó.
Aproveché para hacer alguna foto con la Leica y Angela me sacó esta estupenda foto. Cuando revele el carrete de color podremos ponerlas una frente a la otra.
Mientras llega esa foto, tenemos ésta tras decirle a Angela que "posara"
Por lo demás fue una ruta más corta y menos durilla que la anterior, sólo hubo un tramo de subida que se hizo largo pero el resto fue fácil aunque un poco rollo por los muchos "escalones" que había que subir y bajar constantemente.
Panorámica. Se ve al fondo Aomori y su bahía
Comimos en un refugio que había más o menos a mitad del camino que Pablo había planeado y nos encontramos de vuelta en el teleférico con tiempo de sobra para coger el autobús de vuelta a la ciudad.
Panorámica con el refugio en un plano intermedio
Una foto en el camino de vuelta. Al fondo se ve lo que subimos un par de horas antes
De hecho, volvimos con tanto tiempo que tuvimos que esperar casi una hora. En cualquier caso, era mejor no arriesgarse, sólo hay tres autobuses en cada dirección y no quieres perderlo bajo ningún concepto.
Esperando al autobús, nos dimos un paseo por la zona, que cuenta con algo de infraestructura viejuna pero operativa para la temporada de ski
Ya de vuelta en Aomori, duchados y guapos nos fuimos a merendar pastel de manzana al ya mencionado A-Factory para hacer tiempo hasta la cena. Nos dimos también un paseo por la ciudad al atardecer (las 17h) y especialmente por el paseo marítimo, muy nuevecito y agradable para pasear.
En el paseo marítimo
Edificio triangular, un hospital y un paso elevado gigantesco que conecta dos terminales de ferry y la autopista. ¿Se aprecia la consistencia cromática?
Vista de la bahía hacia el este
Nos acercamos a un enorme edificio triangular en el que hay oficinas relacionadas con el turismo, espacios dedicados a los artesanos locales y alguna otra oficina del ayuntamiento además de un mirador muy majo desde el que queríamos ver la puesta de sol.
Llegamos tarde a la puesta de sol pero tuvimos unas buenas vistas
Ídem
Para cenar la noche anterior habíamos intentado ir a una izakaya chachiguay (https://maps.app.goo.gl/TQ4R4UN1wDg3scc88) llamada Jiraiya pero nos habían dicho que estaban llenos y que, sin reserva, nada. Aún no logro entender cómo, en un alarde de arrojo y sociabilidad, le pregunté al tipo si podíamos reservar para el día siguiente y, como me dijo que sí, pues lo hicimos. Así es como Angera-sama quedó registrada en su libro de reservas y cómo, según asomamos la cara por allí al día siguiente, el mismo tipo, sin mirar la reserva dijo: ¡Gracias por volver! y gritó que Angera-sama estaba allí.
El sitio estaba fenomenal y tenía mucho ambiente. Cada grupo tenía su propio reservado y nosotros podíamos oír el alboroto de los otros apartados pero no veíamos a nadie. La comida estaba deliciosa. Pedimos casi todo pescado pero la carne que pedimos para probar también era excelente. Comimos mucho y muy muy bien, así que nos alegramos de tener la reserva. Sin duda, nos lo apuntamos para otra ocasión que pasemos por allí.
Aomori también es famosa por su cultivo de ajos (hacen mucho ajonegro) y yo pedí una cabeza entera asada. Estaba muy suave y deliciosa.
Sanma en plan espeto. Se parece a la sardina pero el sabor es más suave y a los japoneses les encanta cocinado así
Sashimi superfresco
El día siguiente el plan era estar en Aomori y decidir, según nos apeteciera, qué hacer. Después de desayunar en el A-Factory (el pastel de manzana está taaaaaan bueno) nos fuimos al Nebuta Museum WA RASSE, que es el museo dedicado al festival Nebuta que celebran en agosto. Sí, es tan importante que tienen un museo entero dedicado a él. Como la noche anterior nos habíamos cruzado con un señor que nos había preguntado de dónde éramos y qué íbamos a hacer, cuando le dijimos que íbamos al museo al día siguiente nos dijo que había algún tipo de espectáculo, así que fuimos habiendo mirado el horario para no perdérnoslo.
Una foto para ver la escala y el esquema de carroza. Lamentablemente, no se aprecia que es cuadrada y hay otra escena iferente por el otro lado
Detalle de la carroza. Una imagen en 2D es incapaz de mostrar lo enormemente tridimensional que eran estas carrozas, con escenas muy dinámicas
Otra carroza
Foto de la estructura interna de una de ellas
La verdad es que el museo está fenomenal, además de explicar de qué va el festival y exponer fotografías e historias sobre el mismo, exponen las espectaculares carrozas que sacan a las calles. Como ocurre aquí con las Fallas, cada año diseñan y fabrican carrozas diferentes varias agrupaciones. Estas carrozas están hechas de papel washi y van iluminadas desde dentro. Durante el festival recorren las calles rodeadas de bailarines llamados haneto que gritan y cantan rassera al son de la música tocada con flautas, taikos y címbalos.
La representación que nos habían dicho era una explicación del festival (en japonés) y una demostración de la música y baile que se hace en el festival. Las tres presentadoras enseñaron a los asistentes a bailar al son de la música y luego, por turnos, pudimos probar a tocar el taiko y los címbalos.
La visita fue muy divertida y el museo está fenomenal, muy muy recomendable.
Como nos habían informado en la oficina de turismo, en Aomori hay dos mercados de pescado en los que se puede comer. Nosotros nos acercamos para hacernos una idea de en qué consistían, la idea era comer en uno de ellos pero antes queríamos hacer una inspección preliminar. Los dos estaban bastante bien pero cuando estábamos en el segundo (Nokkedon) nos dimos cuenta de que lo habíamos visto en un video de una japonesa youtuber que vive en Francia y que hace videos de recetas japonesas fáciles. Nos vimos el video en la calle para ver bien cómo funcionaba el mercado y a la hora de comer nos fuimos para allí. La idea es que compras un vale de 12 tickets por 1200 yenes y gastas los tickets en los puestos de pescado. Normalmente gastarás uno en un bol de arroz y quizá otro en una sopa de miso y luego vas por los puestos eligiendo lo que te apetezca y ellos te lo ponen en el bol de arroz. Dependiendo de lo que elijas pagas entre 1 y 3 tickets. Comimos fenomenal y el pescado estaba fresquísimo, por supuesto.
El mercado tenía esta pinta. Eran tres o cuatro pasillos como éste
Cada puesto disponía sus productos de forma muy cuidada y limpia, como limpio había sido el corte del pescado que aparece en primer plano a la derecha
[Comentario de Pablo: Este mercado vende pescado como cualquier mercado, aunque en este caso está especializado exclusivamente en pescado. La novedad reside en que tienen piezas de uno o dos bocados ya preparadas en unas bandejas y, para tu comdidad, cobran en "cuponcitos" de la tira que previamete has comprado y muestras en tu bandeja. Funciona porque trabajan muy bien el pescado crudo o con algún aliño/vinagreta y pueden ofrecer cortes pequeños. En España tenemos una cultura de pescado de primera categoría pero me temo que nuestras formas de preparar el pescado no se ajustan bien a este mecanismo que más se parece a pedir chucherías en una tienda de gominolas. Ya éramos fans de Aomori pero el Nokkedon nos dejó epatados.]
Una de las señoras colocando el trocito de pescado en el cuenco de arroz, en este caso una vieira. En la bandeja de Angela se ve su tira de cupones, con algunos ya consumidos
Al final te quedabas con algo así. Buf, aún salivo al recordarlo
Por la tarde nos lo tomamos con calma y también paseamos un poco. Fuimos a una librería de segunda mano en la que Pablo encontró algunos libros interesantes de fotografía, volvimos al A-Factory y al edificio triangular a hacer alguna compra y dimos por concluida nuestra visita con una cena de ramen en un restaurante regentado por dos señoras muy mayores.
Angela en uno de los múltiples pasillos, sin dejar pasar ni una de las múltiples alturas
[Comentario de Pablo: En la tienda de segunda mano, que era una pasada, encontré exactamente lo que quería. Un libro de la historia de las cámaras de fotografía hasta los años 80 (luego ya se vuelve todo muy aburrido, es broma) y un libro sobre fotografías de Japón entre 1860 y 1880. Si hubiese encontrado el equivalente pero cubriendo 1880-1900 ya hubiese sido el acabóse. Como siempre, Angela resultó indispensable para identificar las estanterías y preguntar al dueño.]
Al día siguiente salimos muy temprano de vuelta a Tokyo para pasar el último día y medio. Queríamos aprovechar para hacer alguna compra, Pablo tener una cena de trabajo y volver a alguno de los sitios de nuestros primeros viajes. No voy a escribir un post dedicado a ello, lo más relevante que ocurrió es que mientras Pablo estaba de cena yo me fui al cine para pasar el rato. Fue interesante ya que en un cine de 8 o 9 salas sólo ponían una película no japonesa, que es la que fui a ver porque era la única que podía entender y que resultó estar bien.
En el parque Yoyogi no supimos dar esta vez con la zona de cosplayers pero asistimos a una feria enorme de cultura india en donde había bailes y montañas de comida, una combinación muy bien pensada para el público japonés
Tras mi cena de trabajo, vi a unos skaters y les hice alguna foto interesante. La verdad es que pilotaban bastante
Conseguimos nuestros objetivos de compras, especialmente un regalo de boda que tenemos este fin de semana y también nos dimos un paseo por Odaiba al anochecer para disfrutar de las vistas de Tokyo desde la isla.
El hotel Grand Nikko, donde estuvmos alojados en 2006, como parte de una escena futurista. Hay un coche en esta imagen ¿veis dónde?
El puente rainbow, visto desde la isla artificial de Odaiba
Este viaje ha resultado fenomenal, las dos semanas de curso fueron inolvidables y las dos semanas intentando explorar zonas nuevas y un poco fuera del circuito más visitado resultaron ser un éxito. Nos hemos quedado con ganas de más, algunas ideas para la próxima, ganas de volver a Aomori y un objetivo claro en Hokkaido.
El barrio de Shinjuku un domingo a las 7.30h parece una maqueta de la poca vida que despreden sus edificios, más pensados para molar de noche
Fin. 終わり.
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