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Japón: ahora sí que vamos al norte by ghilbrae

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Terminadas todas nuestras "obligaciones", ya podíamos ir hacia el norte como teníamos pensado inicialmente. Intentamos de todas las maneras ir a Hokkaido pero no hubo manera de que el esfuerzo nos rentara. Los aviones estaban muy caros y el viaje en tren suponía 10 horas que, considerando poco más de una semana disponible, nos ponía en dos días perdidos entre ida y vuelta. Hokkaido se nos queda pendiente para la próxima vez.

[Comentario de Pablo: Creo que aquí nuestro fallo fue no acordarnos de que Japón es un país muy alargado y que, a pesar de tener tren bala por todos sitios, hay distancias muy grandes incluso para el shinkansen. Pero en realidad, siendo justos, el hecho de tener el evento de Yabusame en Samukawa-jinja el viernes 19 nos "ancló" muy al "sur" cerca del ecuador del viaje. Obviamente, cero arrepentimiento.]

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El entorno urbano intra-manzana en Tokyo me llama mucho la atención

El plan que pensamos era pasar 3 días en un sitio bien comunicado al que usar como base de operaciones y luego decidir si seguíamos allí o nos íbamos a otro sitio. Nos encontramos otra vez con un día festivo que nos obligó a hacer unos pocos malabares con el tema de las reservas de alojamiento, pero conseguimos encontrar hotel a precio aceptable. Este año hemos vuelto al modelo hotel u hostal ya que entre el lucro con el genocidio del pueblo palestino y los problemas de vivienda que generan en las ciudades, hemos dejado de usar Booking y Airbnb.

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Hasta que no lo traducen al inglés, los paneles informativos de las estaciones son tan densos como crípticos

Como decía, el centro de operaciones que elegimos fue la ciudad de Morioka en la prefectura de Iwate. Morioka está bien conectada por tren con muchas poblaciones circundantes, es punto de paso de los shinkansen que siguen hasta el norte y tiene todos los servicios que se puedan necesitar.

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Salimos de Yokohama tranquilamente y nos pusimos en camino a Morioka pasando por la estación de Tokyo para conseguir los billetes. Como era sábado, había muchísimo trajín pero conseguimos los billetes, la comida para el tren (un "bento" de estación) y encontrar el andén sin mucho problema. Llegamos con una lluvia intensa, así que esa primera tarde nos la tomamos con calma, aparecimos en el hotel y decidimos esperar allí a que llegara la maleta grande que nos habíamos enviado por correo desde Kamakura.

En Japón funciona genial enviarse el equipaje de un sitio a otro. Es algo que ya habíamos probado en el viaje que hicimos en 2010 y hemos repetido sin dudarlo. Como veníamos un mes, pues hemos viajado con la maleta grande y dos mochilas no muy grandes en lugar de usar sólo dos mochilas grandes como es nuestra costumbre. Lo que hacemos es enviarnos la maleta grande de un sitio a otro. Por ejemplo, nos la enviamos de Tokyo a Fukuoka y luego de vuelta, luego nos la enviamos de Tokyo a Kamakura y fuimos a Nikko sólo con las mochilas mientras la maleta estaba en tránsito entre Tokyo y Kamakura y así más o menos. En las mochilas tenemos espacio para dos o tres días, así que planificamos bien y funciona. Los envíos no tardan mucho, en general hemos visto que las dos opciones que hay, Japan Post y Yamato, te lo tienen donde quieras al día siguiente de entregarlo, pero a nosotros a veces nos viene bien que la maleta esté a buen recaudo mientras estamos un par de días en un lugar en el que no la necesitamos.

La maleta acabó llegando a eso de las 18 y, como la lluvia había amainado un poco, nos fuimos a dar una vuelta y tomar un café. En Morioka hay una calle principal en la que hay numerosos comercios, restaurantes y bares. Está toda ella con soportales, así que incluso con la lluvia es bastante practicable. La calle estaba bastante ajetreada, con mucha gente y el típico ruido de las zonas de ocio de las ciudades japonesas. Nosotros encontramos un tranquilo café en la segunda planta de un edificio y allí nos metimos. El sitio era muy peculiar, parecía una mezcla entre biblioteca, estudio, y habitación de alguien de los años 30 tal vez. La camarera nos atendió muy amablemente y, cuando supo que éramos de España, nos contó que tenía planeado ir tras su graduación en febrero.

[Comentario de Pablo: Yo sentí que estábamos en una intersección aspiracional entre una Europa bohemia de principios de siglo XX y el Japón de los años 20 para que jóvenes parejitas tuvieran "detos" ("dates" inglesas pero dicho a lo japonés) con música clásica de fondo y oportunidades para selfies cuqui-sofisticados]

Como el pastelito que nos pedimos en el café para engañar el estómago hasta la cena resultó ser un pastelazo, no hubo manera de que nos entrara el hambre a una hora decente, así que, cuando por fin nos entró, nuestra única opción fue un "pub irlandés" (lo que aquí entienden por eso) en el que comimos OK.

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El pub irlandés "Sundance" en donde nos hicieron una foto para subirla a redes sociales (eso se traduce en Instagram en Japón). Como se puede ver, el horror vacui ganó aquí también la batalla

Nuestra intención no era quedarnos en esta ciudad ya que nos parecía que no ofrecía demasiados encantos, así que al día siguiente nos alquilamos un coche y nos fuimos a la costa este. En primer lugar paramos en las cuevas de Ryūsendō, que son unas cuevas de piedra caliza en medio de las montañas. Las cuevas están perfectamente acondicionadas para ser visitadas, con suelos pavimentados e iluminación sugerente y adecuada para ser seguras. La visita estuvo muy bien y Pablo se pasó un buen rato sacando fotos.

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A mí lo que más me gustó, y que no recuerdo haber visto en otras cuevas, fue la iluminación de los lagos subterráneos.

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Tenían una serie de lámparas suspendidas dentro del agua que iluminaban las paredes o el fondo (cuando era viable) y daba un aspecto fántastico a las diferentes cavernas.

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Continuando con el recorrido en coche, decidimos ir a Fudai, un pueblo costero de poco más de 2600 habitantes que es el único que se salvó del tsunami de 2011 porque un alcalde que tuvieron (Wamura) se empeñó en construir una enorme compuerta para proteger el pueblo. Por supuesto en su momento a la gente del pueblo le pareció fatal por lo caro y lo enorme de la obra (según la wikipedia, se construyó entre 1972 y 1984 y costó 30 millones de dólares) pero tras el tsunami los habitantes le dan gracias en su tumba (el alcalde falleció antes de 2011). El pueblo está situado entre montañas en la desembocadura de un río y no se ve el mar directamente, pero está claro cuando estás allí que las montañas fácilmente encañonarían el agua del tsunami y barrerían el pueblo. En la desembocadura del río hay una playa bastante maja y un parque muy apañado.

Como llegamos al pueblo a la hora de comer nos metimos en el único sitio que estaba abierto y nos comimos unos platos de pescado que estaban muy buenos.

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Menú de Angela, el pescado local, en este caso sanma a la parrila, que no falte

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Yo pedí ramen marinero. Tenía pulpo, mejillón, chirlas, gamba y verduritas. Tenía un sabor relativamente suave pero estaba todo muy rico.

Por supuesto allí ni asomo de menú en inglés o de turistas, todos los que estaban allí parecían locales salvo otra pareja japonesa que también parecía de paso. El momentazo vino después de la comida.

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Rincón uno de la tasca local en Fudai

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Rincón dos de la tasca local en Fudai

[Comentario de Pablo: Inciso. Nos pasa a veces en Japón que estamos alucinando con algún sitio o alguna cosa y, como luego otra situación lo supera, hace de menos la primera. Aquí me temo que pasó algo en esta línea. La tasca del pueblo era genuina total y yo quería hacer un documental de 3h del sitio y la dueña, pero lo que vino después consiguió eclipsar esto, es la monda.]

Había un sitio en el que daban café pero fue como dar un salto de décadas, entramos en una especie de cafetería/heladería que se ha quedado congelada en los 60 o los 70 o igual los 80, ni idea. No había nadie pero una señora mayor apareció por una puerta que debía dar a su casa y nos encendió las luces.

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La barra con sus taburetes, la decoración de las paredes...

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Mostrador lleno de pasteles y productos de bollería en general. En Google Maps aparecía como un "Bar de postres"

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Este cartelón que presidía el salón más grande nos habla de una marca japonesa de helados de otra era

Nos sentamos en unas sillas que en otro sitio serían retro o vintage pero que aquí son lo que hay y la señora nos puso dos cafés que sin duda hizo en la cocina de su casa. Toda una experiencia.

[Comentario de Pablo: Que existan sitios así en realidad te proporciona cierto confort. Cartelería y mostradores antiguos junto con un mobiliario desgastado pero aún funcional por estar bien cuidado, te hace reflexionar sobre cómo, en este caso la dueña, está instalada en una rutina que no tiene ninguna necesidad de cambiar. Eso sí, cuando esta mujer ya no esté y con la trayectoría demográfica de Japón, este sitio cerrará sin cederle el testigo a ningún otro negocio. Por un lado, te da pena. Por otro, piensas que este sitio solo fue una cosa durante toda su época y eso también tiene algo muy vital. Fui esto y luego dejé de ser.]

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Las sillas y mesita a nuestro lado, ése era el plan

Después del café salimos de la burbuja temporal en la que nos habíamos metido y nos acercamos al mar a ver la barrera y la verdad es que impresiona la obra de ingeniería que es. No sé cómo sería la zona antes pero ahora hay una playa muy bonita y un parque en el que la gente puede ir a hacer picnic y pasar el día. En el parque hay un panel que recoge el listado de todos los tsunamis registrados desde el s. VII hasta el de 2011. Ahí plantados mirando el Pacífico daba un poco de vértido imaginar que el mar se te viene encima sin posibilidad de escapar, realmente no había ninguna forma fácil de ponerse a salvo.

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Vista de la playa. No se aprecia en la foto pero a la derecha tiene una pinta parecida, haciendo de esta playa un embudo problemático en caso de tsunami

Ahora hay una serie de paneles que indican claramemte las rutas de escape que tienes que seguir para subir a zonas en las que ponerte a salvo, pero sin eso no hay nada, no hay forma fácil de escalar las rocas que rodean la desembocadura del río ni opción de escapar por ningún otro lado. Bastante aterrador.

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La megaconstrucción del alcalde visionario que salvó a Fudai de un destino terrible

Como aún quedaban algunas horas para devolver el coche, nos fuimos a un Parque Natural cercano para ver unos acantilados. El Parque también ofrece la posibilidad de hacer alguna ruta por la costa pero ése no era el plan del día, así que llegamos en coche, nos acercamos a los tres miradores que hay repartidos en un kilómetro aproximadamente y nos pusimos de camino a Morioaka para devolver el coche antes de las 19.

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Vista de los acantilados antes de llegar a uno de los miradores

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Vista de los acantilados. Estuvieron bien pero todo el complejo turístico que los precedía nos hizo pensar que serían mucho más espectaculares

Parte del encanto del día fue la propia ruta que hicimos por carretera que discurría de forma sinuosa siempre por entre bosques frondosos.

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Cenamos bien en un pub especializado en cervezas artesanas y un menú mezcla de lo local y lo occidental. Mi pasta con ajo, tomate y sanma estuvo muy bien. Siempre que pudemos, "espiamos" lo que hace el chef en la cocina. Es más habitual que en España poder ver la acción en la cocina y resulta entretenido y formativo

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Clásico momento al terminar el día en el hotel en el que Angela avanza con estos posts

Al día siguiente nos fuimos en tren a Kakunodate, un pueblo cercano en el que se han conservado muchas casas de samuráis. El pueblo tiene una clara división entre el barrio en el que vivía la gente humilde y el de los ricos y es una división que aún se conserva, of course. Salidos del tren nos paramos a tomar café en un sitio que también parecía congelado en el tiempo pero, al contrario que el de Fudai, este sitio parecía recoger los recuerdos de los viajes por el mundo del dueño, un señor también muy mayor que nos preparó unos cafés bastante buenos. Había libros, botas de montaña, gorros, maletas, bicicletas, recuerdos, etc. La verdad es que era un caos bastante acogedor.

[Comentario de Pablo: Muchos lugares en Japón están llenos de trastos. La gente acumula cachivaches. La clave es cómo los apilan para que parezca que están "ordenados". Creo que la clave es que evitan que toquen el suelo. No les importa tener una torre tetris o una mesa llena de mementos, la clave es que el suelo esté relativamente despejado y que lo que toque el suelo "tenga sentido". Es decir, un taburete, una mesa, un aparador. Pero, una vez salvado el suelo, encima de estos muebles puede haber de todo.]

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Una estancia visitable en una tienda-fábrica de miso y soja que ocupaba una de las antiguas casas de mercaderes del barrio "no pijo"

La parte del pueblo que corresponde a la gente normal es obviamente menos interesante desde un punto de vista de edificios o visitas pero ilustra bien la diferencia en la disposición y ordenación de las calles y edificios entre los dos barrios. Cuando llegas al barrio de los samurái (en el que hoy viven también familias adineradas) te encuentras calles anchas llenas de árboles y casas con grandes vallas y puertas (al parecer las puertas eran un símbolo de estatus en la época samurái). Además de pasear por allí y entrar en algún edificio para verlo por fuera, hay tres casas que se pueden visitar pagando 500 yenes (3€) por cabeza en cada una. Cada una de las tres tiene su encanto y, si en una el jardín es lo que más llama la atención, en la otra es la posibilidad de recorrer las habitaciones forradas de tatami y separadas por paneles o apreciar las colecciones de objetos de sus antiguos dueños.

La primera que visitamos, Aoyagike, era la más grande o en la que se podían visitar más estancias o exhibiciones. Para empezar había una colección de armas y armaduras en las que vimos hojas de varias espadas y pudimos apreciar la diferencia en los patrones que se hacen durante el forjado.

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Utensilios y contenedores varios para antiguas labores agrícolas o de fermentación del arroz

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Detalle de la inscripción en esta hoja que quedaría tapada por la empuñadura

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Vestimenta samurái

Saliendo de la armería, se llegaba a un jardín bastante grande en el que había otros edificios.

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Era sobre todo con arbustos y plantas en donde había más posibilidad de no reconocerlas. En este caso se trata de Paeonia obovata

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Este mapa muestra tres datos importantes. 1) No está la enorme isla de Hokkaido, que se anexió y colonizó a partir de 1869, con la Restauración Meiji. 2) La división del país no es la de las grandes prefecturas actuales sino un esquema más de tipo comarcas. 3) Históricamente, Japón no se ha visto como un país que va del norte al sur, sino del este al oeste.

En uno de ellos recogían la historia y obra de Odano Naotake un samurái relacionado con el clan Aoyagi que había estudiado el arte occidental y había realizado una colección de ilustraciones anatómicas del primer tratado de medicina que se tradujo del neerlandés al japonés y cuyo trabajo posteriormente también influiría en el arte occidental. En esta casa estaba lo que más nos gustó de nuestra visita a Kakunodate.

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Fotografías costumbristas de la época Meiji. Ésta podría ser de 1880, por ejemplo. Los "mercados" de la época eran sobre todo vendedores ambulantes.

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¡Cómo tuvo que ser vivir la construcción de la Torre Eiffel para los parisinos! Pero es que para un japonés de clase alta, tuvo que suponer un impacto enorme y un deseo de llevar a su país a esa modernidad. La Tokyo Tower no deja de ser una especie de réplica de la Torre Eiffel y se construyó en 1954 como símbolo de la recuperación post-guerra.

Durante el final de la era Tokugawa, la familia había empezado a coleccionar multitud de objetos de occidente (cámaras de fotos, relojes, gramófonos, discos, etc.) y los había asimilado como un empujón de modernidad que creían necesario en su momento para hacer avanzar a Japón en el mundo.

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Angela disfrutó mucho de esta parte del museo. "No entiendo por qué la gente echa un ojo rápido y se va, esta colección es impresionante"

Esta familia parece que se alineó con la facción que resultó "vencedora" durante la Restauración Meiji frente a las familias que querían seguir con el shogunato y un sistema feudal. A mí me gustó mucho la colección de discos que exhibían en la que había discos de música clásica de directores míticos.

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Un gramófono que parecía una obra de arte. Foto de Angela con su Fujifilm Instax.

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El plano de la Aoyagike

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Un bonito jardín dentro de la parcela

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Se escucha el paso del tiempo

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Una cámara Rollei de 1929. Estos objetos que mezclan ingeniería, ciencia, estética y función me producen pequeños "stendhalazos"

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Discos de cera de Edison

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Un rincón que parecía un templo a la música de las décadas de los cuarenta y cincuenta

Después de parar para comer la especialidad local, el oyakodon estilo Kakunodate, nos dimos un paseíto y vimos algunas de las casas que sólo se podían ver por fuera, el río y a saludar a un cuervo que estaba troleando a Pablo.

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El "Oyakodon", bol de arroz con pollo y huevo semicrudo con el toque local, ¡sabroso y reconstituyente!

Ishiguroke es otra de las casas a las que se puede entrar pero no te enseñan demasiado ya que la familia original todavía vive allí. Cuando llegamos, una señora nos dijo que nada de inglés y nos llevó corriendo por las habitaciones que se podían ver con un archivador con los textos en inglés y que iba pasando a tal velocidad que apenas nos daba tiempo a leerlos.

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La señora y su archivador en inglés. El uso de mascarillas por parte de personas que atienden al público es muy común y entendemos que es, sobre todo, para protegerse ellos.

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Paneles, paredes y ventanas mirando al jardín

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El hogar

Lo más curioso de esta casa eran unos trabajos en la madera en las que estaban colocados los paneles separadores que habían sido hechos con forma de tortugas y que cuando dejaban pasar la luz, pintaban con sombras esas mismas tortugas en las paredes de la habitación. Muy bonito, la verdad.

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Los paneles de madera y su "negativo" de tortugas

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Foto "artística" de Angela de un edificio anexo con su Fujifilm Instax.

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Foto de Angela con la Fujifilm X100VI mientras yo trataba de hacer una foto con la Leica M4-P.

Por último, visitamos Kawaradake en la que había un jardín precioso.

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El jardín de Kawaradake

La idea inicial era cenar por allí y luego coger un tren de vuelta a Morioka pero a las 17h ya habíamos visto todo lo que se podía ver y habíamos paseado por todo por lo que se podía pasear; el sitio no es muy grande. Decidimos entonces volvernos a Morioka sin prisa y preparar la maleta que queríamos enviar a Tokyo y las mochilas que íbamos a llevar con nosotros a nuestro próximo destino.

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Reimen ramen

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Un evento de barrio con música en directo y comida callejera

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Un callejón típico japonés. En este caso de Morioka

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Paseando por Morioka

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Uno de los edificios con arquitectura "especial" muestra el estilo Showa, que reconozco que nos parece una mala mezcla entre el brutalismo y el neoclasicismo

Probamos el reimen ramen (un ramen frío creado por un coreano nacionalizado japonés en la primera mitad del s. XX) típico de Morioka en un restaurante un poco fancy que estaba cerca de la estación y nos fuimos con los estómagos llenos hacia el extremo más al norte de Honshu. Pero ésa es otra historia... (ahora en mi cabeza estoy oyendo el discurso final de Conan el Bárbaro, por si a alguien le interesa. Creo que sólo Pablo y quizá mi hermano cojan esta referencia, LOL).

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A punto de perder el tren a Aomori desde Marioka, aprendimos que hay servicios de trenes que mutan en cuestión de 1 minuto

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Viaje en tren desde Morioka a Aomori

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