Como decíamos en el post anterior, la decisión de nuestro siguiente destino volvimos a dejarla para casi el último momento para tener las previsiones del tiempo más actualizadas. Nuestra opción preferida era ir a la isla de Jeju, que está muy recomendada en todas partes y todo el mundo coincide en que es imprescindible. Sin embargo, la previsión del tiempo no era nada halagüeña y, en base a ello decidimos poner rumbo a la ciudad de Sokcho y el parque natural de Seoraksan, nuestra segunda opción.
Con la decisión tomada nos pusimos a buscar un alojamiento agradable y que nos permitiera tener unos días más "rurales". Después de muchas vueltas y una llamada de teléfono encontramos un Bed & Breakfast (Casa Seorak) a las afueras de Sokcho, cerca del parque natural y con un entorno agradable. Con el alojamiento reservado quedaba ver cómo cubrir el trayecto. Pablo se pasó parte de la tarde-noche intentando encontrar la mejor forma de llegar de Busan a Sokcho, el señor del B&B nos dijo que había dos opciones: avión (vía Seúl) o autobús. En principio nos decantamos por el autobús pero las webs de las compañías no son nada amigables y además estaban todas en coreano. Al final, tras llamar a un teléfono de "ayuda al turista" averiguó la estación de autobuses y el horario del que iba a Sokcho. Como no estaba seguro del tema de los billetes decidió irse a comprarlos esa misma noche.
Dársenas en la estación de Busan Dong, nuestro autobús es el primero
Al día siguiente nos fuimos con nuestras mochilas a la estación de autobuses. Mientras esperábamos, en una pantalla enorme estaban poniendo una promo de unos autobuses chachi-guays y ahí estaba yo pensando que no tendríamos la suerte de ir en uno de ellos. Efectivamente, el que nos tocó estaba alejadísimo del de la promo. Parecía haberse escapado de los años 80, con asientos de "cuerecillo" marrón y sus tapetillos blancos en los respaldos. En fin, que allí que nos subimos sin tener muy claro cuál iba a ser la duración del viaje, aunque estimábamos alrededor de 4 ó 5 horas. El autobús iba prácticamente vacío, yo creo que no llegábamos ni a un tercio, y la mayoría eran personas mayores o niños haciendo la mili (en Corea hay servicio militar obligatorio de casi dos años para todos los hombres de entre 18 y 35 años).
Pablito dijo que él se iba a echar una cabezada y ahí me quedé yo para "disfrutar" de la experiencia en solitario. Después de que una señora que vendía algún tipo de snack coreano se bajara del bus, nos pusimos en marcha. Pronto descubrí que el viajecito iba a ser muy largo. El conductor era un híbrido entre un conductor de autobús y un taxista en un mal día. Adelantaba en plan slalom, iba a más velocidad de la permitida, pitando a cualquiera que fuese más despacio que él, hablaba por el móvil... Vamos, no iba agarrada al asiento de delante porque iba una señora durmiendo.
A las dos horas o así hicimos una paradita. El conductor dijo cosas, asumimos que el tiempo de la parada y unos pocos nos bajamos del autobús. Nosotros pensamos en ir al baño y comprar algo para picar, que ya había un poco de hambrecilla. Pues nada, nos fuimos al servicio, el de mujeres no muy limpio y encima de estilo oriental (agujero glorificado). Decidí quedarme cerca del bus para ver qué pasaba y ví que la gente empezaba a subirse. Pablito, muy ufano, salió de la tienda con una Pepsi para él y nada de comer, es lo peor... En fin, que el conductor no estaba allí para esperar a nadie, así que nos subimos y no tuve más remedio que entregarme a las gominolas.
El resto del viaje fue más de lo mismo pero con Pablo ya despierto. Una cosa que me llamó mucho la atención es que por todos los pueblos que pasábamos había muchísimas iglesias, no diría que al nivel de USA (que es exagerado) pero sí al de los pueblos en España, yo diría que en algunos sitios incluso más porque no son todas del mismo "sabor". Se nos hizo un poco raro por el lugar del mundo en el que estamos aunque sabemos que hay un porcentaje alto de cristianos (27%) en Corea del Sur.
Llegados a Sokcho el señor del B&B se pasó a buscarnos por la estación de autobuses. El sitio está muy bien, es muy tranquilo y agradable y el dueño además nos dio un repaso bastante bueno de la zona: lugares a visitar, transportes, restaurantes, etc. Sokcho, la ciudad, no es un sitio turístico como solemos entenderlo, al parecer es muy popular entre la gente de Seúl por el mar y el pescado y vienen de vacaciones o fin de semana muchos.
Casa Seorak es un estupendo B&B que recomendamos mucho
Nuestra habitación tiene una cocina y una mesa muy cómoda para escribir el diario de viaje y buscar información
Esa misma noche decidimos cenar en un sitio "muy de la zona" en el que sólo ponen sashimi, es decir, pescado crudo. Nos fuimos a una especie de puerto pequeñito en el que había como 20 "chiringuitos" entre los que elegir. Total que nos sentamos en uno al azar y la señora, casi todas eran señoras, nos preguntó varias veces si queríamos comer sashimi.
Piscinas y cubetas con el pescado o el marisco fresquísimo
El sistema es que cada chiringuito tiene sus peceras con peces vivos (casi todos) y tú eliges los que quieras. Nosotros elegimos dos, aunque nos pareció mucho, y nos sentamos.
Señora sonriente de nuestro chiringuito a punto de prepararnos un rodaballo y un pescado parecido a la lubina
Lo primero que uno tiene que quitarse de la cabeza es que este sashimi es como el sashimi que se come en Japón, sí es también pescado crudo pero ni está cortado igual ni se come igual.
Lo llaman sashimi pero un japonés pondría pegas
Te ponen unas especie de hojas de lechuga en las que pones el pescado, la salsa picante, un ajo o pimiento muy picantes, lo cierras y al buche. La experiencia es... picante. He de reconocer que al cabo de un ratillo yo pasé de la lechuga, el ajo, el pimiento y las salsa picantes y me dediqué a comer el pescado con salsa de soja no picante y un poco de wasabi. Además de esto la señora nos puso dos pescados a la parrilla que estaban muy ricos. Hay que reconocer que la señora era muy maja y nos trató muy bien pero entre los peces vivos y que mi cerebro no deja de ver la roña pues he de reconocer que me lo comí todo con un poco de aprensión, seguro que mis padres se lo están imaginando porque somos una familia de tiquismiquis.
Aspecto de la zona de chiringuitos. A 5 metros a la izquierda están los respectivos barquitos pesqueros en un muelle que discurre paralelo
El caso es que no quiero comer más pescado crudo hasta que vuelva a España y esté segura de que un inspector de sanidad ha pasado por el establecimiento.
El primer día en Sokcho decidimos ir al parque nacional de Seoraksan y hacer una ruta cortilla de unas dos horas o así (ida y vuelta) hasta uno salto de agua. La ruta que elegimos fue bastante fácil y no fue hasta el tramo final que nos tuvimos que esforzar. Los últimos 400m son unos tramos de escaleras infernales que no se acababan nunca.
Antes de empezar la subida
Las vistas desde el observatorio al final de las caídas de agua de Towangseong eran impresionantes
Nosotros nos entretuvimos mucho en el punto más alto, descansando y disfrutando la vista, pero los coreanos hacían "check" y bajaban tras el obligado selfie
Un curioso puente colgante bastante moderno
Seafood Pajeon o tortita de algas, puerro y zanahora. Pablo dijo que estaba rica pero demasiado grasienta
Detalle del templo budista Sinheungsa, cuya disposición en general nos recordó muchísimo al de Beomeo-sa en Busan
Tras una ducha y un descansito en nuestra habitación nos fuimos a dar un paseo a la playa por si nos dejábamos caer por allí un día. La playa no estaba mal, aunque tampoco era nada destacable. Además, como parece que ya es temporada baja, todos los servicios y comercios que hay en ella están cerrados.
Una playa sin más
Los dos justo antes de adentrarnos en la zona más dejada
Saliendo de la playa, seguimos nuestro paseo paralelos al mar y nos encontramos con la parte de Sokcho menos lavada, con casas destartaladas y aspecto viejo, calles no muy cuidadas y vecinos que no parecen disfrutar de los beneficios del turismo. Según un libro sobre Corea que Pablo se está leyendo, el sistema de pensiones que tienen aquí es de los más robustos del mundo, pero por lo que hemos visto tanto en Busan como aquí, hay mucha gente muy mayor que no parece beneficiarse de ello en absoluto y parecen vivir con bastante pobreza. Por supuesto, al subir un puñado de calles terminamos en la calle comercial de la ciudad en la que todo es brillante y luminoso.
Una foto de un callejón del mercado tradicional de Sokcho abierto hasta muy tarde, dentro de la zona comercial (ropa, electrónica, etc) de Sokcho
En cualquier caso, nos hemos encontrado más cosas destartaladas en Sokcho, tanto edificios de hoteles en el camino hacia Seoraksan como bloques de pisos en calles perfectamente cuidadas. Es posible que en estos casos se deba más a las lluvias y la humedad, pero está claro que no hay un mantenimiento tan frecuente como pareciera necesario.
Nuestro segundo día pensamos en ir a un sitio en el que practican tiro con arco a caballo, tras una llamada confirmando que estaba abierto por parte de nuestro anfitrión, nos presentamos allí y nos encontramos un sitio bastante vacío.
Una nave bastante grande pero muy vacía
Al asomarnos a una nave nos encontramos con un instructor y una mujer que estaba aprendiendo a montar. Al pobre hombre le generamos un problema. Él no hablaba nada de inglés y nosotros ni jota de coreano, así que tras llamar dos veces a una mujer que hablaba inglés conseguimos que nos dejara tirar unas flechas con sendos arcos coreanos que nos prestó previo pago de 10000 won por cabeza y que nos enseñara un poco la pista exterior en la que hacen sus eventos.
El hombre no se enteró de que éramos arqueros (insistía en poca distancia y prevenir golpes de cuerda del arco en el brazo) hasta que sacamos nuestras brazaleras y guantes...
Aquí se celebrará el XIV campeonato del mundo de tiro con arco a caballo de la WHAF
Pues bueno, no estuvo mal pero para mí fue un poco innecesario el paseo hasta el sitio, que además no estaba a mano de nada. El hombre muy majo y tal y la mujer que montaba pues también muy maja y además nos descubrió una aplicación que traduce bastante bien en tiempo real y con reconocimiento de voz.
Aquí haciendo el tour. Le entregamos un parche de Ithilien y a ella un pin de Ithilien como muestra de agradecimiento
Comimos en un lugar que nos recomendó la muchacha, que hasta nos acompañó en autobús. Pablo comió tiras de carne de cerdo y yo unos noodles fríos. Como siempre en Corea, con platitos de acompañamiento
El resto del día tampoco fue nada memorable en cuanto a visitas, otro paseo a un sitio de tiro con arco que Pablo había fichado en el que no había nadie y que estaba aún más perdido en medio de la nada que el anterior, y a un complejo en el que hay unas piscinas, por si nos apetecía ir por allí al día siguiente.
El campo de tiro con arco tradicional pero ni un alma
Bueno, lo que sí se salva es el restaurante italiano en el que cenamos al lado de nuestro B&B, uno de los mejores restaurantes de Sokcho. El sitio tiene decoración navideña por algún motivo. El caso es que la comida estaba muy rica, el camarero era de lo más atento y cenamos por menos de 20€ lo que podría haber costado tres veces más sin problemas.
el restaurante Matsu, un poco extravagante pero una buenísima elección
De vuelta al B&B Pablo se puso a ver la final de fútbol Corea del Sur vs Japón de los Juegos Asiáticos. El interés de la final era que si Corea del Sur ganaba, la prima de los jugadores es no tener que hacer la mili, algo que parece que es común como "premio" (muy codiciado) a los atletas coreanos que consiguen medallas en JJ.OO. y otros eventos de renombre.
Un poco desinflados por el día y, en mi caso, dudando si es que no estamos eligiendo bien lo que ver en este país, decidimos volver a Seoraksan al día siguiente a hacer una rutilla corta por la mañana y pasar el resto del día tranquilamente escribiendo nuestro post y quizá dando otro paseíto antes de cenar.
El domingo por la mañana Seoraksan es una romería, no es que el viernes no hubiera nadie pero nada que ver con el domingo. A pesar de ello, la mayoría de la gente se queda prácticamente en la entrada, donde hay una zona bastante grande de restaurantes, un templo budista o se dan un paseo en el teleférico. Nosotros pasamos de las tres cosas, el templo ya lo habíamos visto el día anterior y aunque estamos seguros de que el teleférico que sube a una de las cimas más altas seguro que merece la pena, preferimos pasar el tiempo andando.
Con el cielo nublado, estas formaciones rocosas de las montañas quedan con una luz muy curiosa
Esta vez hicimos el camino en dirección al pico de Ulsan aunque nuestra intención era quedarnos en la ermita que hay un kilómetro antes de llegar y darnos la vuelta allí, fundamentalmente porque ese kilómetro tiene una pendiente muy alta y, estamos convencidos, un millón de escaleras y tampoco teníamos ganas de darnos otra palizilla. Como ya he dicho, la mayor parte de la gente se queda abajo y aunque el camino está concurrido, se puede hacer con bastante tranquilidad.
Vistas desde el templo del final del camino. Al poco rato nos tuvimos que ir porque vino un grupo muy alborotador
Ya abajo de nuevo, una foto con persona, templo y montaña
A falta de nuestro paseo vespertino ésta ha sido nuestra visita a Sokcho y Seoraksan. Mañana iremos a Suwon donde, entre otras cosas, tenemos a la vista la visita para probar el arco coreano que encargamos antes de venir.
Y aquí estoy terminando de escribir esta crónica en unas mesitas de Casa Seorak detrás de nuestra habitación
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