Atlanta era una ciudad fría, fea y sin ningún atractivo salvo la propia DragonCon. Washington es una ciudad de amplias avenidas, monumental y “poderosa” y Boston tenía que ser totalmente diferente a las otras dos; coqueta, europea y muy paseable.
Nos hospedamos en la preciosa casa victoriana de 1875 de Joe Bianco en el pueblo anexo de Charlestown. Este pueblo en sí mismo es destin turístico por algunos monumentos conmemorativos y por la belleza y tranquilidad del vecindario. Para ir a Boston sólo teníamos que dar un corto paseo por las calles de Charlestown, la mayoría de finales del XIX, con sus tres alturas y sótano, con jardineras por todos lados y pintura reciente, y llegar hasta el Navy Yard, desde donde salía el ferry que nos dejaba en 10 minutos en Long Wharf, relativamente cerca del downtown. Boston tiene un “Freedom trail” que es como un guíaburros para los turistas y sirve de camino de baldosas amarillas salvo que en esta ocasión son rojas. Así, puedes estar seguro de que si no te separas del freedom trail siempre estarás cerca de algún edificio, parque, monumento o área relevante para la historia de la ciudad. Cierto es que lo seguimos un poco pero rapidamente pasamos a explorar la ciudad a nuestro antojo.
Boston tiene poco más de 600.000 habitantes así que realmente no es una gran ciudad pero tiene mucha personalidad y parece estar muy viva, al menos en esta época del año. Tiene parques, de entre los que destaca Boston Common, en pleno centro, barrios sacados de Londres como Beacon Hill, su zona antigua (north end) plagada de hijos de emigrantes italianos y de sus respectivos restaurantes, pubs, zonas comerciales, etc. Tienen hasta una pequeña Chinatown por la que apenas anduvimos.
Es curioso porque es la suma de ingleses puritanos más irlandeses católicos más italianos más católicos aún y el resultado es una ciudad aparentemente liberal dentro de los Estados Unidos. Fuimos a Harvard y al MIT uno de los días y fue fabuloso. Harvard, aparte de la famosa Harvard Yard, que es donde sueltan a todos los turistas, tiene otras zonas periféricas igualmente harrypottienses. La pena es que es muy raro que dejen entrar en los edificios a turistas (comprensible) por lo que sólo puedes admirar sus jardines y edificios de 375 años desde el exterior. Bueno, lo cierto es que me colé en el edificio de Ciencias haciéndome pasar por un estudiante en busca de una cafetería y deambulé un poco por los pasillos de ambiente universitario++.
El MIT no tiene nada que ver con Harvard. Es un complejo enorme de edificios, mitad campus mitad complejo de investigación, de factura mucho más moderna (también más sosa). Estuvimos dando un buen paseo hasta que descansamos cerca del famoso edificio STATA, donde tienen despacho gente de la talla de Chomski o Stallman. Igualmente aquí me hice el “local” y me metí en un edificio de física nuclear para ver el directorio de departamentos y profesores y todo sonaba magnífico… de “Departamento de Sincrotrón” para arriba. El MIT es la meca de la ciencia y la investigación y me alegro mucho de haber estado allí como uno más. Por supuesto, la variedad étnica presente era impresionante.
Normalmente las comidas las hacíamos poco apetecibles y rápidas y en las cenas compensábamos. Una de las veces fuimos a cenar a un buen italiano en la calle Hannover del north end, Panza, en el que, por otro lado, no daban postres. Otras dos , difrutamos mucho en la Warren Tavern (auténtica taberna de hace dos siglos) en el vecindario de Charlestown tomando sabrosas hamburguesas y escuchando algo de música en directo.
Parte de la diversión fue NO salir de casa y charlar con nuestro anfittrión. Vimos juntos un partido de beisbol de los locales Red Sox contra los Tampa y otro día uno de la NFL. En esos ratos y en el recibidor cuando volvíamos de nuestra jornada, dedicábamos mucho tiempo a hablar de casi cualquier cosa con él. Nosotros aprendimos mucho de Charlestown y de su visión “townie” (esto es, vecino nacido allí) y él de la realidad de España (no sé por qué pensaba que el 20% de la población era musulmana o que habíamos tenido una dictadura marxista -momento cómico cuando le dijimos que había sido de derechas y respondió “entonces bien ¿no?”-.
Una idea que yo tenía era ir a ver una película al cine así que aprovechando que quedamos a comer con nuestro escéptico amigo Chema “Rinzewind”, que lleva unos meses trabajando en el Massachussets General Hospital, y que él tenía un plan similar, vimos Contagion y nos gustó a los tres. Muy recomendable y pro-ciencia.
Fuimos también a ver el Science Museum, no para aprender mucho pero sí para disfrutar de cómo te entretienen contńdote ciencia y tecnología. Nos gustó mucho el museo y tienen toneladas de aparatos y experimentos con los que jugar. Justo al lado salían los famosos Duck Tours, que son el clásico bus turístico pero con un gran plus; el autobús es un vehículo híbrido de la II GM (aunque el nuestro era una réplica) y además de ver la ciudad por las calles también te zambulles en su río.
Definitivamente, Boston nos encantó y sería una ciudad magnífica para vivir a pesar de que el tiempo empeora bastante en invierno. Tiene un tamaño muy manejable, la calidad de vida es muy alta, hay espacios verdes, parece ciertamente cosmopolita y tiene ambiente universitario de primer nivel.
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