Beleg CuthalionLos fines de semana pasan uno tras otro con la idea de hacer algo diferente, de aprovechar que viene el buen tiempo, o eso dicen, y de que nos dé un poco el sol para procesar vitamina D o E o la que sea. El “un día de estos tenemos que salir a montar en bici o a hacer una rutilla o dar un paseo por uno de esos pueblos que están a un tiro de piedra de Madrid” y a los que al final nunca vamos…
He de reconocer que yo soy de la especie bicho bola, e independientemente del tiempo o la época del año, soy feliz encerrada en casa haciendo lo que sea, por lo visto últimamente es jugar demasiado a la consola, ejem…
A Pablo le encanta salir, relacionarse, que le dé el aire y esas cosas que se hacen fuera de casa, así que meses atrás, cuando empezaba a plantearme qué regalarle por su cumpleaños, empecé a pensar en alguna actividad molona. Nada de packs de aventura, que esos al final languidecen en una estantería sin que encuentres algo que te apetezca hasta que caducan. No, tenía que ser algo mejor y volvió a mí una idea de ésas de las que los roleros de fantasía siempre tenemos rondando; tiro con arco!! Así que armada de paciencia me asigné la misión de buscar un curso que fuera algo más, que no fuera estar en una sala tirando a una diana con un arco de esos tan modernos que vemos por la tele y que todos miramos preguntándonos si hay sitios en los que se pueda tirar con un arco más tradicional, como ese ranger que llevamos en tal o cual partida.
En Arqueros de Madrid tenían la opción perfecta, un curso de dos días con un recorrido por el bosque y apenas a media hora en coche :). Sin pensarlo mucho nos apunté al curso y allí que nos fuimos este fin de semana.
En primer lugar decir que el regalo ha sido un exitazo y Pablo ha salido encantado, tan encantado que quiere arrastrarme allí el próximo fin de semana (¡horror! ¿será el fin de mis días de bicho bola?).
Bien tempranito empezamos el sábado con unas nociones sobre el arco y sus tipos, la variedad de flechas y conceptos técnicos sobre apertura, presión, postura, colocación, etc. En seguida nos encontramos delante de unas planchas de espuma y empezamos a tirar flechas con mayor o menor fortuna hasta que más o menos conseguimos aprender la forma correcta de sostener el arco o de soltar la flecha. Tras un descanso nos fuimos a hacer el recorrido.
Disparar en el campo a dianas más “naturales” es mucho más interesante que disparar a una plancha o a una serie de círculos concéntricos, la experiencia del aire libre, los árboles, la hierba y buscar las flechas perdidas entre los arbustos llenos de espinas, no tiene precio y es aún mejor cuando aciertas. He de decir que mi primer día fue desastroso en ese respecto pero casi al final descubrimos que la culpa no era sólo mía y que mi arco estaba desviado… Al día siguiente con un arco en condiciones conseguí hacer dos plenos, vamos, ni Robin Hood!
Ghilbrae y sus dos plenosSi el sábado hicimos parte del recorrido de bosque el domingo lo hicimos entero y pudimos observar con envidia la pericia de otros arqueros más experimentados así como sus espectaculares arcos artesanales. Además aprendimos algunas nociones sobre cómo montar las plumas de las flechas o cambiar el forro de la cuerda.
Fundamentalmente tiramos con el tradicional arco recurvado:
Arco recurvado (fuente wikimedia)y probamos también el de poleas:
Arco de poleas (fuente: wikimedia)Aunque el de poleas es mucho más preciso, para nosotros el recurvado tiene una carga de tradición y cierto romanticismo que nos inclina más hacia el primero que hacia el segundo aunque la práctica y el tiempo, si es que seguimos con esto, seguramente nos hará más imparciales y pondrá nuestras metas dentro de este mundillo en su verdadero lugar.
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