El segundo día en Berlín pensamos en ser algo más originales en nuestras visitas. Lo primero que hicimos fue comprar un par de entradas para un tour guiado por un "búnker" de la Segunda Guerra Mundial. El tour se llamaba Dark Worlds y se puede ver en su web: http://www.berliner-unterwelten.de/en.html
La primera parada fue el Museo del Videojuego. El museo está en una enorme avenida claramente de corte soviético con edificios gigantescos a ambos lados, yo me veo a los tanques desfilando por ahí sin problemas. Hoy en día es una avenida muy muy ancha, con muchos árboles y muy luminosa. Intuyo que en invierno debe de ser un poco triste, con tanto espacio y poco color. En cualquier caso, el museo es un lugar no muy grande que cubre la historia del videojuego desde sus inicios, todo de forma bastante somera pero aún así interesante de ver. Todo es más o menos interactivo y hay ejemplos de máquinas con las que jugar de varias épocas, y no me refiero sólo a consolas o recreativas, sino que hay montajes electrónicos de juegos muy básicos como las tres en raya o similares a los que se puede jugar.
Mi primera consola, ¡qué recuerdos!
El museo me da la sensación de que no se ha ampliado mucho ya que hay poco desde mediados de los 2000 en adelante. Bonus points por el reencuentro con mi primera consola, una vieja Phillips que heredé de mis primos cuando ellos se pasaron al Spectrum. Para terminar la visita nos pasamos un ratillo en la "sala" de recreativas que tienen y nos echamos una partidilla al Tetris y otra al Gauntlet. Unos cracks :P
Recomendaría visitar el museo si uno es aficionado a los videojuegos, es curioso y está bien montado. Personalmente eché en falta algunas cosas. Hay un Hall of Fame en una pared con retratos de personas que han tenido relevancia en la historia del medio, por supuesto ni una mujer, ni siquiera Roberta Williams. Vamos, lo de siempre. Además creo que podrían aprovechar para dar algo más de variedad en la parte que dedican al final a los juegos indies para dar más representación pero lamentablemente no es así. Una pena.
Después de visitar el museo nos dimos una vuelta por la zona y acabamos comiendo en un sitio que parecía un poco hippie pero que no tenía algo tan básico como té frío casero. Eso sí a Pablo le colocaron la Fritz- Cola, que es muy alternativa o bio o lo que sea pero que sabe a rayos, o lo que es lo mismo, a cola del Pryca. Comimos ligero y nos fuimos de camino a nuestro tour.
El tour de una hora y media se desarrollaba en un refugio anti-aéreo, aunque en la época lo vendían más o menos como un búnker. La persona que lo guiaba era una mujer danesa que no se andaba con medias tintas a la hora de llamar a las cosas por su nombre y, por ejemplo, decir que los nazis eran malos, algo que parece que hay gente que no tiene muy claro actualmente. Contó cosas muy intersantes de la historia de la guerra y de cómo la vivía la gente en Berlín. Una de las primeras cosas que nos dijo fue que el refugio antiaéreo no lo era en realidad, la gente pensaba que sí, claro, y los letreros eran ambiguos, de manera que los que iban a refugiarse allí estuvieran tranquilos. La realidad es que si una bomba hubiera caído en el edificio habría muerto muchos de los que se refugiaban en él. Hablando de bombas, al parecer se calcula que hay como tres mil aún enterradas en Berlín y se recuperan 70 toneladas de material de guerra cada año sólo en la ciudad. Así que cada vez que se excava en Berlín en una zona nueva hay que hacer un estudio para determinar que es seguro y también para excavar restos de la guerra, ya sean objetos o restos humanos. A este respecto nos contó que cuando aparecen los restos de algún soldado alemán, si tiene sus dogtags, se le pueden enviar a la familia para que los entierren, esto no es posible si encuentran a un soldado soviético ya que ellos no llevaban ningún tipo de placa identificativa.
Según parece, justo después de la guerra muchos refugios los utilizaban las mujeres alemanas para esconderse o directamente suicidarse, principalmente para evitar caer en manos de los soldados soviéticos (os podéis imaginar perfectamente por qué preferían morir). Lo cierto es que nuestra guía no se mordía la lengua a la hora de contar las atrocidades de nadie, claramente quería transmitirnos la idea de que la guerra es espantosa. Además de todo esto a mí me impresionó especialmente la forma en la que los nazis se fueron normalizando y colando en muchos de los ámbitos de la vida de las personas, empezando con la táctica del miedo y del nosotros contra ellos. Un 'ellos' que puede empezar siendo los de tal o cual país para acabar siendo los homosexuales, judíos, eslavos, gitanos, disidentes, enfermos mentales, y, en realidad, cualquier cosa que quieras añadir. Nuestra guía no se cortó a la hora de señalar los paralelismos evidentes con las cosas que están ocurriendo ahora en el mundo. Sí, en USA, pero también en Europa, no vayamos a creernos que aquí somos unos santos.
Nota: las dos fotos de esta parte son de su web porque en la visita estaba prohibido sacar fotos.
Terminada la visita nos fuimos a dar un paseo y a sentarnos tranquilamente en Kreuzer (Berlin este) un barrio que se supone un poco quirky pero que yo definiría como a trozos mugriento y a trozos hipster. Cenamos en un coreano muy concurrido y "de moda" en la zona y nos tomamos una cervecilla artesana por allí en un lugar especializado antes de recogernos.
Nos han quedado pendientes un montón de cosas que nos habría gustado ver pero los días no dan para más y no vamos a ir corriendo de un lado a otro para hacer checks. Está claro que habrá que volver, tal vez cuando terminen las obras del Museo de Pérgamo.
Ahora nos dirigmos a Dresde en tren que se supone que es una ciudad muy mona y tal :-)
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