The Grail's Quest, de Bernard Cornwell, una genial tetralogía del comienzo de la Guerra de los Cien Años

Portada de Harlequin

*«Men grunted as they stabbed and hacked. A tribesman reeled from the fight, gasping for breath, trying to hold his guts inside his slashed belly. A drummer was beating the Scots on. ‘Bring my horse!’ Lord Robert called to a squire. He knew that the beaten English line had to break in a moment and then he would mount, take his lance, and pursue the beaten enemy. ‘On! On!’ he shouted. ‘On!’ And the man wielding the long-hafted pike, the huge Scotsman who had driven a gap into the English front rank and who seemed to be carving a bloody path south all by himself, suddenly made a mewing noise. His pike, high in the air where it was still fouled with the bent visor, faltered. The man jerked and his mouth opened and closed, opened and closed again, but he could not speak because an arrow, its white feathers bloodied, jutted from his head.

An arrow, Lord Robert saw, and suddenly the air was thick with them and he pulled down the visor of his helmet so that the day went dark.

The damned English archers were back.»* “Vagabond” de Bernard Cornwell.

La serie de cuatro novelas de The Grail’s Quest por Bernard Cornwell (“Harlequin” en 2000, “Vagabond” en 2002, “Heretic” en 2003 y “1356” en 2012) suponen un recorrido fascinante por los comienzos de la Guerra de los Cien Años entre los reinos de Inglaterra y Francia en el siglo XIV. Mucho del imaginario colectivo de la fantasía medieval proviene precisamente de esa época y esa contienda en particular y estas cuatro novelas, de ritmo trepidante, se encargan de hacernos disfrutar de esa conexión al tiempo que nos ofrecen una muy entretenida lección de historia.

Duras, brutales, emocionantes e históricamente plausibles, así son las novelas de esta tetralogía de Bernard Cornwell. A través de los ojos y el arco de Thomas de Hookton, el único hijo de un cura inglés de pasado oscuro que hace años recaló en un pueblecito costero, somos testigos de la época previa al Renacimiento en donde los valores, la tecnología, el papel de la religión y la distribución de poder alcanzaban una “mezcla equilibrada” que nos sigue fascinando hoy en día.

La muerte de su padre en un ataque sorpresa de tropas francesas hará que Thomas, con un instinto natural hacia el arco, abandone sus estudios y busque vengar a su padre en Francia al servicio de Eduardo III, Príncipe de Gales, una figura histórica que tiempo después de su muerte fue rebautizado como el Príncipe Negro.

A partir de este momento la trama empieza a complicarse rápidamente. La muerte del padre de Thomas no es un hecho sin importancia, sino que obedece a la búsqueda del Santo Grial y Thomas acabará inmerso en su búsqueda también mientras sirve en el ejército inglés como arquero excepcional. El interés de la Iglesia Católica (en ese momento con el Papa residiendo en Avignon) por adquirir la reliquia a la que confiere un poder incomensurable servirá para narrar la complicada relación entre el poder eclesiástico y civil en aquella época.

El personaje de Thomas es singular por muchos motivos. Es un inglés en tierras francesas. No es noble pero habla perfecto francés, lo que junto con sus conocimientos de teología le confiere cierto estatus. Además, es un arquero excepcional y tiene ideas brillantes en asedios o batallas que sus superiores no dudan en aprovechar. De forma que un arquero bastardo, un simple campesino, gracias a su formación y determinación consigue poco a poco entretejer una red de contactos y a veces incluso de subordinados que en las diferentes novelas le resultarán claves para engañar a la muerte que su condición plebeya se empeña en ofrecerle.

Es, sin embargo, el contexto histórico lo que más me gustó. La historia en sí de Thomas es absorbente pero lo que verdaderamente me hace recomendar esta serie de novelas es cómo nos describe la época de los inicios de la Guerra de los Cien Años. Cómo era el poder político o el religioso, cómo eran los pueblos y la forma de vida. Qué se entendía por caballerosidad u honor, cómo se luchaban las batallas y cómo la nobleza entre diferentes reinos se veía más cercana entre sí que con sus súbditos, que no eran sino escoria a la que despreciar o estrujar a impuestos. La novela es muy cruda en muchos aspectos, no sólo en el realismo de las batallas -narraciones vertiginosas que nos colocan en medio de una carga de caballería o una melé- sino especialmente por la vida miserable que condena a todo el mundo y especialmente a la mujer.

«The count saw Roland’s hand go to Durandal’s sword hilt and, foolishly, he reached for his own blade. Father Marchant held up both hands. ‘In the name of God!’ he shouted, and snatched at Roland’s arm. ‘In the name of God!’ he said again, and held a cautionary hand towards the count. ‘My lord,’ he said in a reasonable voice, ‘you are right. This is your castle. What happens in these walls is by your command, by your privilege, and we cannot prevent it. But, my lord,’ and here Father Marchant bowed low to the count, ‘this woman must talk to us. His Holiness the Pope demands it, the King of France demands it, and, my lord, His Holiness and His Majesty will be grateful to you if you will allow me, your most humble servant,’ and here he bowed again to Labrouillade, ‘to question this wretched woman’.» “1356” de Bssart-1024x866.jpg)](/content/images/2015/03/Battle_of_crecy_froissart.jpg)
Batalla de Crecy

Para un aficionado a la arquería tradicional como es mi caso, esta serie de libros son una joya sin igual. No en vano su lectura se recomenda repetidamente en foros y charlas por muchos otros aficionados. También hará las delicias de los amantes de la táctica militar bajomedieval, con el advenimiento de la artillería pesada en forma de cañones, el empleo de máquinas de asedio, la duda entre luchar a caballo o a pie, la enemistad particular entre ballesteros y arqueros o la misma forma en la que los nobles deben obedecer a la ll](GHOST_URL/content/images/2015/03/Battle-poitiers1356.jpg)
Batalla de Poitiers (1356)

Dos hechos históricos marcan, por tanto, el periodo de las cuatro novelas, la Batalla de Crecy y la Batalla de Poitiers, dos batallas que han sido estudiadas y recreadas innumerables veces por la importancia que supusieron en la táctica militar.

Esta tetralogía nos transporta sin esfuerzo a una época idealizada para rápidamente lanzarnos contra el suelo y meter un cuchillo en nuestras costillas, pero al hacerlo de la mano de Thomas de Hookton, un superviviente a veces cínico a veces bondadoso, podemos tolerar y hasta disfrutar de la adrenalina histórica que impregna todas las páginas.

Como nota curiosa podemos señalar que George RR Martin es un fan declarado de Bernard Cornwell a quien considera una referencia en recreación de batallas medievales. Podéis leer una entrevista que hizo el primero al segundo a raíz de la publicación del libro “1356”.