Rumanía: Oradea, la ciudad del Art Noveau y otras cosas
Una de las razones por las que hemos venido a Oradea, que es una ciudad en el noroeste de Rumanía y con raíces y lazos con Hungría, es porque un fabricante de arcos que habíamos contactado a través de un amigo común, Dakian, vive relativamente cerca.
[Comentario de Pablo] En cada viaje de vacaciones de este calibre solemos tratar de buscar alguna actividad "arquera". No tiene por qué ser tirar con arco per se.
Oradea, según todas las informaciones que teníamos antes de venir, es una ciudad con un interés especial por la arquitectura de finales del siglo XIX y principios del XX, con edificios civiles con mucho interés arquitectónico y algunas iglesias o sinagogas también de interés.
[Comentario de Pablo] Más tarde aprendimos que buena parte del atractivo que tiene Oradea se debe a un manantial de aguas termales que empezó a ponerse en valor a principios del siglo XVIII. Tienen mucho prestigio en Europa y son muy conocidas en Rumanía. Nosotros no teníamos ni idea pero luego pudimos explicar mejor la cantidad de hoteles con grandes piscinas y pensiones que había, hasta un Aquapark. Por cierto, en rumano "ea" es diptongo y la mayoría de de palabras se acentúan llanas así que leed o-RA-dea
La llegada a Oradea fue... problemática y, sinceramente, nos dio una mala primera impresión. Para empezar la ciudad está patas arriba con obras por todas partes, lo cual no es malo, es un rollazo pero no es causa de juicio. El problema es que estaba todo fatal señalizado. Mientras íbamos en el coche era casi imposible saber si nos estábamos acercando al centro o alejando. Estábamos intentando encontrar un parking que habíamos elegido en el Google Maps y no hacíamos más que desviarnos y dar vueltas y confundirnos y al final lo dejamos en otro que resultó que no era exactamente un parking público sino el espacio de parking de un bloque de apartamentos. Una señora nos dijo que podíamos dejarlo porque nadie se fijaba y no había números ni control ni nada.
Una parte de la ciudadela de Oradea
Una vez que al menos conseguimos dejar el coche intentamos llegar a pie a la ciudadela que tiene, que viene a ser un fuerte militar que ha ido siendo reformado y reusado hasta que dejó de tener utilidad con las guerras del siglo XX. Moverse como peatón era un caos también, por ningún lado había carteles para indicar el paso a los peatones y todo estaba lleno de zanjas y abismos sin proteger de manera alguna. Yo ya quería darme la vuelta...
[Comentario de Pablo] En general las ciudades son entornos hostiles para los peatones. Los coches mandan. Pero todo puede empeorar aún más cuando estás en medio de una obra faraónica en el centro de la ciudad, como era el caso. Esta obra faraónica está en línea con la intención de muchas ciudades europeas de evolucionar a otro modo de urbanismo, más verde y sostenible. Contaba con sus fondos europeos, por supuesto. Y también contaba con unos soterramientos de tamaño bíblico que hacían impracticable cualquier negociación en coche o andando. [Comentario al comentario] Y que no había señales para peatones ni protecciones ni nadaaaaaaa!
Al final conseguimos llegar y dar un paseíto por el fuerte pero sin quedar muy impresionados. Yo creo que también estábamos un poco descolocados con todos los problemas que nos habíamos encontrado.
Hay una gran avenida que divide la ciudad en dos, de norte a sur y es una de esas divisiones que se notan. Lo que queda a la derecha de la avenida (que está bastante bien y parte en obras) es desolador, bloques de apartamentos destartalados, calles sucias, todo gris, triste y se respira pobreza. A la izquierda se encuentra el casco histórico que se extiende a ambos lados del río Crișul Repede que cruza la ciudad de este a oeste.
Cuando encontramos la manera de cruzar el río y la avenida maldita, nos encontramos en otro mundo. Efectivamente, pudimos encontrar esa fama de la que habíamos leído previamente. Multitud de edificios de muchos colores se encuentran por todas las calles del centro, una buena parte de ellos de estilo Art Noveau Secesionista (que es el estilo local) y que están decorados no sólo con los motivos recurvados y vegetales tan característicos de esta vanguardia, sino que muchos los han pintado de varios colores siguiendo los diseños de las fachadas.
Aquí veréis algunas fotos del Palacio de los Moskovitas y otros edificios que admiramos en nuestro paseíto.
Palacio Stern, mi favorito de Oradea
Palacio de los Moskovitas
Como era por la tarde y la luz no iba a durarnos mucho decidimos dar un paseo por el parque que discurre junto a la orilla del río y luego explorar las calles superficialmente antes de cenar.
La orquesta de Oradea tocaba al aire libre desde el Palacio de la Cultura
[Comentario de Pablo] Así acabó el viernes. Me dio la impresión de que en Oradea había cierta variedad étnica entre rumanos y magiares (húngaros) que podría explicarse por la cercanía de Oradea a la frontera húngara y también por motivos históricos. Pero seguro que hubiera perdido al concurso de "rumano o húngaro" porque estas simplificaciones siempre acaban mal.
Habíamos decidido tomarnos el sábado en plan tranquilo: estar en la ciudad, pasear, entrar en algún museo o edificio interesante y ya está, sin prisa y sin agobios. Tras dejar el coche en dónde pudimos porque nuestro siguiente intento de otro parking fue otro fracaso, caminamos hasta el centro de la ciudad. Oradea nos pareció bastante vacía, en las calles no había muchos paseantes o turistas. Nuestra primera parada fue un edificio llamado el Palacio del Águila Negra (Vulturul Negru) que es una mezcla de galería comercial con una galería y edificio de apartamentos y que está muy arregladito.
[Comentario de Pablo] Curiosamente, en rumano, vulturul significa águila pero en magiar significa buitre, que en absoluto es lo mismo. Se supone que es el edificio más fotogénico de Oradea y entendemos los motivos, la verdad es que es muy coqueto. La enorme plaza a la que da su fachada más imponente necesita árboles grandes urgentemente pero de momento lo que se nota que están haciendo es recuperar las fachadas de los edificios que dan ella.
Palacio del Águila Negra, foto tomada por la tarde al ver una mejor luz
Vista desde la galería interior a la imponente cristalera
Después seguimos paseando y llegamos a lo que es el ayuntamiento que tiene una torre a la que se puede subir para tener una vista estupenda de toda la ciudad. Nuestro paseo nos llevó por algunas de las casas que ya habíamos visto la tarde anterior y otras que teníamos en la lista y en el mapa que nos agenciamos en el ayuntamiento.
Vistas desde la torre del ayuntamiento, a la derecha se ve el Palacio del Águila Negra
Después de un rato andando empezábamos a sentir el calor que hacía y nos hicimos fuertes en una terraza muy guay con una lámpara muy especial en la que nos tomamos unos zumos y limonadas muy ricas.
[Comentario de Pablo] No sé por qué Angela no va al grano y dice que la lámpara parecía ser una colección de preservativos usados como globos de agua. Ese diseño no puede ser casualidad. El lugar se llamaba Allegria y era un restaurante italiano mediopijín. [Comentario al comentario] No lo ponía porque esperaba que nuestras lectoras sacaran sus propias conclusiones...
La lámpara con detalle añadido
Por la tarde entramos en una casa Art Noveau visitable que había junto al río, la Casa Darvas-La Roche que es muy bonita por fuera, tanto por delante como por detrás, y por dentro tiene gran parte de los muebles y decoración de la época, no sabemos si de la propia casa o si han elegido los muebles a propósito pero todo quedaba muy bien y muy resultón. Pablo se quiere mudar ahí porque tenía una especie de terraza para convertir en invernadero y un jardín muy majos. Para cuando seamos ricos o algo...
[Comentario de Pablo] Y sin embargo la tienda estaba toda orientada a joyas y complementos para mujeres. ¡Nada para mí! El art nouveau es muy complejo y rico en detalles también en cuanto a corrientes de pensamiento pero aquí me temo que explotaban demasiado el ángulo de lo femenino "sofisticado pero con un poco de drama romántico irresistible". La dama frágil pero misteriosa y elegante. Una bobada pero que seguro que les funciona comercialmente aunque no tuviera que ver (completamente) con el Art Nouveau. Lo que muchas veces me parece lo más curioso de estas casas museo es quiénes las encargan. En este caso, este microcosmos de motivos naturales, florales y porcelanosos lo encargaron dos socios fundadores de una empresa maderera, así de terrenal. La casa y las salas me gustaron mucho aunque creo que tanto la terraza a pie de calle como la balconada no estaban aún a la altura de su potencial "vegetal".
Una bonita cocina con sus utensilios de cobre y todo
Un piano de cola en una sala de música
La salita de juegos. Tenía una mesita con un ajedrez y tapete para naipes
Una jofaina y vaso a juego en otra de las salas
Después nos dejamos caer por la iglesia católica de Santa Ana para ver qué pinta tenía y bien, tenía pinta de iglesia católica del siglo XIX y luego nos fuimos andando dando un poco de rodeo hasta la catedral católica y el palacio episcopal, pero como estaba cerrado pues nada, nos sentamos un rato en el parque que tenía adosado. El rodeo fue intersante porque pasamos por algunas calles y zonas residenciales muy monas o no tan monas y más bien abandonadillas pero con mucho potencial para ser monas y prohibitivas en 10 años.
Iglesia católica de Santa Ana
En los jardines del Palacio Episcopal. Tenían una especie de jardín botánico "geométrico" con especies bíblicas curioso
Con una cena en un sitio (el de las limonadas y la lámpara "especial") en el que sabían que no hay que hacer el pescado demasiado, nos despedimos de Oradea para seguir nuestro camino de vuelta al sur del país. Aún nos quedan unas cuantas paradas y cosas chulas que ver.
Tras nuestra visita podemos reconocer esa belleza de la que habíamos oído hablar, pero es bastante desigual, hay edificios que pudes ver que serían preciosos que se están cayendo a pedazos, giras una esquina en una calle toda cuidadita y te encuentras casas medio derruídas. Hay un encanto inegable en toda la parte antigua de la cuidad, desde las casas más bajas como si fuera un pueblo tipo Aranjuez a las grandes casas y palacetes. Es una ciudad que tiene un potencial tremendo para ser una joyita bastante cara e imaginamos que son más que conscientes pero que el dinero no llueve. Por allí nos contaron que una parte de las grandes obras son para peatonalizar el centro, así que eso seguro que ayuda mucho.
Una fachada que ha visto tiempos mejores
Una calle en curva con casas bajas también con potencial, hay muchas así en cuanto te sales del centro "bonito"
[Comentario de Pablo] Seguramente no habríamos visitado Oradea en este viaje de no ser por la visita a Romi Saj, el fabricante de arcos que vive a media hora. Sin embargo, creo que fue todo un acierto porque pudimos ver de forma muy clara el esfuerzo de Rumanía por restaurar su patrimonio arquitectónico urbano. En el caso de Oradea, ciudad fronteriza turística con brillante pasado humanista y posterior renacer con el art nouveau, se percibe una apuesta fortísima por convertirse en una ciudad europea modélica. Lo que pasa es que la herencia es tremenda y hará falta mucho más que restaurar fachadas para reconvertir toda una ciudad, que no es solo un centro histórico lindo. En cualquier caso a este ritmo, yo volvería a Oradea en torno a 2027, cuando todas las grandes obras estén dando paso a las de segunda importancia, más sutiles. Mientras tanto, nos quedamos con la frase más repetida por los locales "right now Oradea is a mess".
No quisiera coartar la libertad creativa de Angela, sacó esta estupenda foto de mi zapato en un "momento banquito"