Rumanía: cerrando el círculo

Se huele ya el final del viaje, de hecho, mientras escribo esta última crónica, estamos ya en la última noche antes de volver a casa.

Pero aún quedan algunas aventuras que relatar y probablemente un post con el mapa de nuestro periplo. Vamos al tema.

Como entre iglesias y monasteríos al final no hemos visto muchos castillos, decidimos desviarnos al oeste para visitar el Castillo de Corvino o Hunyadi (Castelul Corvinilor) en la localidad de Hunedoara, cerca de la frontera con Hungría. Según todas las guías, reseñas y comentarios, un castillo muy bonito que está en el top ten de los que hay que ver, así que condujimos algo así como una hora desde Alba Iulia con el único objetivo de ver el castillo. El camino no fue nada reseñable y la ciudad de Hunedoara no aporta nada tampoco, así que fuimos directos al parking del castillo y pasamos por caja.


Imponente fachada del castillo

La vista del castillo es muy impresionante y ciertamente tiene unas cuantas fotos muy buenas, si bien, cuando te acercas te empiezas a percatar de que es un poco Frankestein, es decir, que hay algo que no encaja exactamente. Cuando entramos hay un cartel en el que te informan de que hay una aplicación descargable que es la audioguía, así que nos la descargamos y procedimos con la visita.


Vista desde una de las logias hacia el patio interior

Lo primero que aprendimos es que el castillo sufrió un incendio en 1854 y fue dejado un poco de lado, así que lo que se ve ahora es una mezcla de las reconstrucciones/reinterpretaciones/restauraciones que se han efectuado desde finales del siglo XIX hasta hoy.


Una cama en una pequeña exposición "folklórica"

El castillo antes de quemarse fue construido en el siglo XV y, como es normal, fue ampliado o reformado en siglos posteriores por sus ocupantes. Al principio pertenecía al reino de Hungría pero luego pasó a ser parte del Principado de Transilvania y así se quedó. El castillo pertenecía a la familia Hunyadi que es una familia muy famosa por estos lares por sus victorias frente a los turcos y recibe el nombre de corvino por el apelativo de uno de sus señores que tuvo un lío con un cuervo y un anillo que demostraba que era hijo de alguien, o eso decía la audioguía.


En una de las torres

A nosotros el castillo pues nos gustó lo justo. Por dentro está muy bien porque puedes deambular por un montón de salas, pasillos y habitaciones muy a tu bola y tirando de audioguía. Sin embargo, las salas en sí mismas están vacías salvo excepciones y te quedas un poco mirando y ya está, sin saber muy bien cómo poner lo que ves en contexto tanto de uso como de restauración o a nivel histórico. la guía era regulera. Iba en plan "esto es la cocina, hay tres cocinas en el castillo cada una para una clase social y tiene sartenes y cazos y cosas para colgar carne" o "esto es un pasillo que conecta la torre, se usaba para pasar a la torre y fue reconstruído tras el incendio". Total, que nos aburrimos de la guía y pensamos que lo que hubiera estado bien era una visita guiada que te contara un poco lo que no ves, la historia del castillo, la importancia para la familia Hunyadi, para Hungría o Transilvania y alguna cosa por el estilo.


En una de las varias exhibiciones temáticas, este diccionario latín-alemán del siglo XIX nos hizo gracia

En resumen, nos fuimos con buenas fotos del exterior y un poco chafados con el interior. No tanto por que estuviera vacío como porque no hubiera información de calidad.


La Piata Mare, la más grande de las tres de Sibiu

De vuelta a la carretera nos dirigimos a la ciudad de Sibiu. La ciudad de Sibiu, según nuestra guía y un señor alemán del siglo XIX, es como encontrarse Nuremberg en Rumanía. Yo lo que entiendo es que su casco antiguo es la típica ciudad centroeuropea que todos tenemos en la cabeza, con sus edificos de dos o tres plantas de colores de estilo neoclásico, sus calles empedradas, sus cafés, sus palacios y puertas barrocas y sus torres de iglesias destacando por encima de sus tejados.


Los característicos tejados con las ventanas "ojos" para secar el grano

Es una ciudad muy bonita en ese sentido y nosotros nos dimos un paseo tranquilo por el centro para disfrutar del ambiente porque no teníamos ganas de museo con cuadros o relojes o salones (los hay y parece que son muy buenos pero no nos apetecía mucho).


El lago con molinos al fondo del museo ASTRA

Al museo que sí fuimos fue a uno que está en las afueras y que se llama ASTRA que es realmente un complejo bastante grande en el que hay un montón de casas y muestras de las formas de vida tradicionales de todas las regiones del país. Como nosotros fuimos tarde, a eso de las 18, no había ninguna exhibición o actividad pero nos dimos un paseo fantástico por el bosque en el que está montado y nos asomamos a las casas o talleres que despertaron más nuestro interés. Está claro que este museo es un planazo de echar el día para familias con niños.


Una de las decenas de casas transportadas desde lugares de toda Rumanía hasta el museo.

En retrospectiva es muy fácil hablar pero yo creo que le hubiéramos sacado más partido a pasar el día entero en Sibiu, pero bueno, tampoco nos arrepentimos.


El entorno natural es el de un bosque por lo que el paseo es muy agradable. En parte por esto elegimos ir pasadas las 18h aunque, a cambio, sacrificamos actividades o talleres.


Un molino completo

[Comentario de Pablo] El Museo Traditional Folk Civilization del complejo ASTRA es gigantesco y uno de los museos al aire libre más grandes de Europa. Versiones "en miniatura" los hay en otras partes de Rumanía pero éste es el mayor con diferencia y creo que si visitas éste, puedes ahorrarte todos los demás. Es realmente muy chulo y aunque está claro que es un ejercicio de crear relato de nación, se disfruta sin muchas intromisiones intelectuales.


El interior de una forja

Uno de los mayores atractivos turísticos de Rumanía es recorrer en coche la carretera de montaña Transfăgărășan, que cruza los montes Făgărăș de norte a sur (o al revés) que son parte de los Cárpatos. El tramo interesante va de Cartisoara hasta Curtea de Argeș y son alrededor de 120km que seguiditos sería unas tres horas por una carretera de doble sentido con un carril para cada uno. Fue construida durante los años 70 y aunque hay rutas mejores para el mismo trayecto, el atractivo de esta es innegable por los increíbles paisajes y la promesa de ver osos.

La ruta tiene además varios puntos de interés como son (de norte a sur): la cascada de Balea, el lago de Balea, el túnel Capra, la presa de Vidraru y la ciudadela de Poenari.


Vista desde el teleférico cuando iba por 4/5 de la subida

Nosotros empezamos antes de media mañana el tramo "guay" y en seguida empezamos a disfrutar de los bosques y las curvas. Empezó Pablo al volante porque estaba bastante constipado y a esta hora estaba todavía drogado con el paracetamol y fresco. Al cabo de unos cuarenta minutos llegamos a la primera parada, la cascada Balea. Aparcamos el coche y nos acercamos al poblado turístico de casetas de souvenir y comida para echar un vistazo. De este punto partía un teleférico que llegaba hasta el punto más alto de la ruta y en el que se encuentra el lago Balea. Decidimos hacer el trayecto y pagar los 50 lei por cabeza y trayecto (200lei/40€) para no perdernos las vistas. Hay una cualidad que tiene todos los edificios de montaña del mundo y es que todos parece que se construyeron en los 70, todos parece que dejaron de actualizarse en los 80 y todos tienen unos sofás para que esperes a lo que sea de los cuales es difícil de adivinar el color de la tapicería original. ¿Por qué? ¿Qué realidad paralela ocupan estos edificios? ¿Qué secretos albergan?


Estas otrs estructuras metálicas en el exterior también te transportan a otras épocas no muy lejanas ¿quizá servían para una vía teleférica anterior?

LLegamos a la cima y al lago (2034m) en unos 15 minutos y nos encontramos bastante gente pululando por allí, sacando fotos en el lago y admirando las vistas desde la cima, desde la que además se puede apreciar con claridad el trazado de la carretera según asciende por la ladera de las montañas.

Como no queríamos arriesgarnos a pillar el supuesto descanso del personal de 13h a 14h, no nos extendimos mucho y nos cogimos el teleférico de vuelta después de un ratillo. Una vez que dejamos el bosque, la carretera serpenteaba por un paisaje de montaña de mayor altitud y el cambio de la vegetación era muy brusco. Cuando nos pusimos en marcha nos dimos cuenta de que la cima se estaba cubriendo de niebla y pensamos que habíamos tenido mucha suerte al subir cuando lo hicimos.

La carretera no llega exactamente hasta la cima, hay un pequeño desvío que se puede coger para llegar al lago, pero como nosotros ya lo habíamos visto, seguimos y atravesamos el túnel de casi un kilómetro que va de un lado al otro de la montaña. El túnel no era como ninguno que hubiéramos visto antes, estaba pobremente iluminado pero aún así se veían las paredes grises y toscas. Era un poco irreal, como si estuviéramos pasando a otra dimensión o algo.

Al otro lado brillaba el sol y ni gota de niebla, así que comenzamos el descenso tranquilamente. Tras parar un ratillo a comer algo en uno de los frecuentes restaurantes, nos adentramos en el tramo de los osos. Ya nos habían comentado unos chicos de Barcelona que nos habíamos encontrado en un restaurante unos días antes que los osos estaban medio domesticados y que andaban por la carretera en plan muy tranquilo. Efectivamente, los osos estaban allí mirando o sentados o acercándose a los coches. Luego descubrimos que hay gente que les tira comida y nos horrorizó por todos los problemas que traen este tipo de actitudes después. Nosotros nos quedamos en el coche con las ventanas subidas y esperamos a que se movieran sacando alguna foto.


Una osa que iba con 2 oseznos. En total vimos 13 osos, 2 machos grandes, 3 hembras con 2 oseznos cada una y un osezo suelto

[Comentario de Pablo] La ausencia de carteles prohibiendo dar de comer a los osos ya da idea de cuál es la prioridad de las autoridades para la Transfăgărășan. Estos osos no son especialmente agresivos. Si lo fueran, seguirían el rastro de la comida, atacarían a personas y tendrían que ser sacrificados. Pero eso no justifica que hay carta blanca, hay muchos otros problemas subyacentes.


Una parada para comer. Angela reflexiona.

La segunda parte de la ruta la hice yo y bien, con cuidado pero disfrutando del paisaje y de las curvas. La última parada que hicimos fue la de la presa, la ciudadela nos la saltamos porque estaba a un paseo de 45 minutos andando y ya estábamos cansados y a Pablo el catarro ya se le estaba poniendo pesado al pasar el día. La presa tenía unas vistas muy chulas y otras cosas no tan chulas.


La vista más espectacular era la del lado del muro que da al desnivel pero como foto ésta queda mejor en el post

Una cosa que no nos gustó nada es que todo estaba muy sucio, los laterales de la carretera estaban plagados de basura, uno de los oseznos que vimos estaba jugando con una botella de plástico y en cualquier parada que hacíamos para ver el paisaje o lo que fuera era imposible ignorar la basura a nuestros pies. Está claro que la gente que la visita no tiene ninguna conciencia de preservar una zona tan bonita en condiciones y además no parece haber un mantenimiento de la administración en ese aspecto o si lo hay no es suficiente ni de lejos, una verdadera lástima. Esto no es exclusivo de esta carretera, lo hemos notado en todas y otra cosa que nos ha llamado mucho la atención es la enorme cantidad de animales atropellados que nos hemos encontrado, a un nivel que no habíamos visto en ningún otro sitio. En la Transfăgărășan, esto último no lo vimos pero es posible que fuera porque la gente no podía en general conducir a más de 50 o 60 km/h por esas curvas.


En una parada técnica nos encontramos también con un zorro que estaba muy chill.

A pesar de esta nota negativa, esta jornada la hemos disfrutado mucho y la recomendaríamos sin ninguna duda.

El final de la ruta anunciaba ya el final de nuestro viaje, ya que tras pasar la noche en un sitio a distancia cómoda de Bucarest, hemos devuelto el coche y retornado a la capital. Un par de días antes de volver habíamos reservado un tour por el interior del famoso edificio del Parlamento, ese palacio monstruosamente grande construído por Ceaușescu como palacio presidencial que no llegó a usar porque la revolución se produjo antes de que terminasen las obras (aparentemente les faltaba un año).


Nos enseñaron la zona de rueda de prensa del Senado de Rumanía y yo me quise hacer una foto coherente

La visita ha sido interesante a pesar de que la guía parecía que se estaba quedando dormida o que no tenía suficiente aliento vital o algo. Ha sido más informativa que otra cosa y nos ha dado la oportunidad de ver el edificio por dentro.


El Senado desde la bancada de invitados

Lo que hemos visto merecía mucho la pena verlo por su grandiosidad (una se pregunta qué estaba el hombre este tratando de compensar) y para aprender algunos datos de trivia como que se construyó enteramente con materiales y mano de obra rumanos.


Vista cerca de una de las escaleras principales

Es uno de los edificios más grandes del mundo y está todo en uso actualmente (yo pensaba que no) tanto por organismos gubernamentales como el senado, como por instituciones privadas o incluso un banco. Se usa también para organizar eventos como congresos o simposios.


Una de las innumerables salas de reuniones. Se usan mucho para congresos.

[Comentario de Pablo] La visita al Palacio del Parlamento me resultó muy curiosa porque justamente había terminado de leer, en el viaje, "Piranesi" de Susanna Clarke, un libro de ficción en donde hay una especie de mundo que se parecía mucho al propio parlamento. El "timing" no podía haber sido mejor porque aún con la resaca semi-onírica del libro, pasear por esos vestíbulos y salas gigantescas me hizo "fijar" aún más la experiencia lectora. Por cierto, un libro muy recomendable, se lee muy fácil en unos pocos días.


*Todo está decorado, labrado, grabado, pintado... *

Así hemos dado por terminada nuestra aventura rumana. Para celebrarlo nos hemos ido a beber cervezas a un pub muy majo en el que los otros clientes que había eran un grupo de tres ingleses también bebiendo cervezas y luego, antes de cenar, nos hemos encontrado con la tienda de cómics que nos estaba faltando en este viaje y nos hemos comprado un par de recuerdos.


Un edificio chulo al lado del pub. Bucarest tiene muchos sitios así.

Como decía al principio, este relato cierra nuestro diario de viaje. Publicaremos el mapa en unos días para que quede registrado y tal vez hagamos un post de resumen con algunas ideas e impresiones que no queremos que se nos olviden.


Vista desde nuestro hotel "upscale" de pacotilla. Una foto que lo tiene todo. Reemplazo barato de la C, abandono, grafiti, luz vespertina