Perdidos en Neferu – Crónica 2ª parte
Segunda parte de la crónica de la aventura El Templo del Desierto, de Norkak.
Nota del Narrador: La aventura es la de El Templo del Desierto, de Norkak. Apliqué algunas modificaciones importantes para adaptarla a la realidad del grupo de juego. Balus pasó a ser Morkas, el antiguo maestro del elfo Lakus, del grupo, y el trasfondo creció en complejidad. Os dejo con la segunda parte de la crónica de Ghilbrae a través de los ojos de su personaje, Sharra Nirthanbei.
La primera parte de la crónica se encuentra aquí.
La tercera parte de la crónica se encuentra aquí
La cuarta parte de la crónica se encuentra aquí
La quinta parte de la crónica se encuentra aquí
La Orden del Dragón nos ha recibido esta mañana, no sin sorpresa, pero siempre con cortesía, nuestra súbita aparición junto al pozo de su patio empieza a convertirse en tradición.
El día ha transcurrido en un paréntesis de auténtica y bienvenida calma. Al caer la noche Galian y yo hemos paseado por los alrededores sin rumbo, disfrutando de no tener nada que hacer y de la oportunidad de recuperar fuerzas antes de marchar a Neferu.
Los clérigos de la orden estaban hoy ocupados en alguna especie de ritual. No hemos visto a muchos en nuestro paseo y al aproximarnos a uno de los edificios hemos escuchado unos extraños cánticos que se han prolongado durantes horas y horas. Según hemos averiguado, se trata de un ritual de sanación.
Mañana por la mañana partiremos a Semerkhet. Nunca había imaginado que viajaría a Neferu, he oído y leído infinidad de historias pero mi camino nunca me ha llevado en esa dirección y yo no viajo por viajar; no disfruto haciéndolo como Galian, ni me impulsa un deseo de conocimiento o una misión divina como a Lakus o a Saddin Konnin.
Veremos qué desafíos nos esperan entre sus arenas milenarias.
No sé por dónde empezar, el día ha sido confuso, extraño, lleno de nuevas sensaciones y descubrimientos. Han sucedido tantas cosas… Parece que fue hace una eternidad que entramos en Barovia para descubrir un mal enquistado en bosques sombríos y ahora estamos a punto de adentrarnos en el desierto en busca de las leyendas de pueblos olvidados cuando Marvalar no era ni un sueño. En tres días he visto más cosas extrañas que en muchos años y, no sin cierto temor, miro a un horizonte de secretos y desconfianza. Pero escribo en acertijos… ni yo misma sé qué es lo que quiero expresar, así que, como es mi costumbre, narraré los eventos como vienen a mi memoria.
Empezamos el día entre los fiables muros del Asylum de Robleda, disfrutando de la hospitalidad de Paulus y su orden. Cuando Saddin se unió a nosotros en el desayuno, me sorprendió que parecía que un peso se le había quitado de encima y que la fatiga y el horror del castillo de Strahd ya no hundían tanto sus hombros y que su rostro había recuperado parte de la juventud perdida.
Con nuestras provisiones repuestas y un equipo más adecuado al destino, el hechizo de Lakus nos transportó a un callejón detrás de una taberna -seguramente un lugar muy frecuentado por el elfo- en un barrio portuario de Semerkhet.
Aquí todo es distinto, tan distinto que no sé cómo describirlo. Podría empezar con la luz. La luz es tan intensa que parece que no hay lugar para las sombras, cae por todas partes con dureza, definiendo cada perfil con crueldad, no hay forma de huir de ella, ni la belleza ni la fealdad que se encuentran en esta ciudad por doquier pueden escapar a su escrutinio. Bajo su implacable mirada, nacen cientos de calles dibujadas por edificios de adobe, apilados unos junto a otros, sin dejar espacio más que para estrechísimos callejones y unas cuantas grandes avenidas en las que se disponen mercaderes, animales, ladrones o variopintos viajeros. Toda la ciudad parece bullir como un enorme hormiguero lleno de voces que hablan en idiomas extraños, rebosante de perfumes y olores, dulces y agrios, exquisitez y putrefacción por igual.
La noche en Semerkhet no es menos oscura que la de Marvalar o Robleda, pero el perfume de sugerentes flores y el recuerdo del calor del día le confieren una sensualidad que invita al placer y el abandono.
Para mí, es un lugar atractivo y repulsivo al mismo tiempo.
Recorrimos el bazar de camino a un barrio tranquilo en el que se aglutinan las tiendas de libreros y eruditos. Según Lakus, era probable que alguien por allí hubiera visto a algún elfo que se ajustase a la descripción de su maestro. El resultado fue un éxito a medias, porque aunque efectivamente, algunos de sus habitantes recordaban haberlo visto frecuentando la zona, la tienda en la que más interés había mostrado estaba cerrada indefinidamente, nadie sabe muy bien el paradero del dueño pero sinceramente, no pinta demasiado bien.
[…]
Tal y como esperaba, Morkas no es trigo limpio, en breve saldremos hacia el Lenocinio de Bes, pero antes de ir quiero dejar constancia de lo que he averiguado. Un poco de intuición y observación me han conducido a una de las guaridas locales. Afortunadamente la cortesía entre hermanos aún se practica y ahora sé que el tendero jamás volverá a abrir su tienda. Lo que buscaba Morkas era para él tan valioso que prefería pagar por arrebatárselo al dueño y no pagar por conseguirlo. En cualquier caso hay que andarse con ojo. No esperaba menos del maestro del elfo pero claramente hacer negocios con él puede ser peligroso.
El Lenocinio de Bes es un lugar enorme y lujoso en el que cualquier placer está al alcance de la mano, no creo que sean capaces de ofrecer el amplio surtido de servicios que hay a disposición de los clientes de La Lengua Bífida en Marvalar, pero sin lugar a dudas es un establecimiento que cuida de sus clientes al máximo, incluso hubo un momento en el que pensamos que el austero Saddin se permitiría un momento de relajación…
En cualquier caso, la información que recibimos era correcta y aquí encontramos a Morkas, justo en el momento en el que recibía lo que intuyo era la propiedad de un difunto librero…
El encuentro entre Lakus y su maestro no ha estado exento de extrañeza. Había genuina sorpresa en los rasgos del elfo y, sin embargo, rápidamente ha sacado partido a la aparición de su antiguo aprendiz pidiéndole dinero prestado. Lakus siempre ha sido generoso a este respecto, pero todo esto me ha parecido de un pésimo gusto. Desconozco la relación entre ellos pero esto me parece demasiado, sin apenas cruzar dos palabras ¿le está pidiendo dinero?
De regreso a nuestra posada hemos conocido al resto de los hombres de Morkas. Dos hermanos mercenarios de La Marca, Agesam y Erkym y un enano llamado Gerrain. Agesam es un tipo interesante en muchos de los sentidos de la palabra, quizá algo torpe con sus palabras, pero con otras cualidades que podrían compensar este fallo… En cuanto al enano, creo que tardará en recuperarse de sus tratos con el elfo. Sin perder un momento para intentar deshacerse de una de las mazas que conseguimos en Barovia, Lakus y Saddin se propusieron convencer al incauto enano para que comprara una.
El intercambio fue… desconcertante:
A su pregunta sobre qué nos había traído a Semerkhet, Lakus contestó: “Un caballo”. El enano se atragantó y empezó a ponerse rojo y dirigió una mirada de desconcierto e irritación al elfo. Reformuló su pregunta para averiguar el motivo del viaje y Lakus, siempre rápido, le respondió que queríamos ocuparnos de una herencia.
“¡Se trata de una maza, de una preciada herencia familiar!” clamaban Lakus y Saddin ante la inquisitiva e interesada mirada del enano. Descubrieron con algo de pompa una sola de las tres mazas obtenidas en la guarida de Strahd.
“¡Sin duda, esta maza debe tener un nombre!”, declaró el enano, ahora súbitamente interesado por el poderoso artefacto que se le mostraba.
“Por supuesto,” intervino Lakus y dirigiéndose a Saddin añadió: “Díselo”.
La mirada de sorpresa del paladín no tuvo precio y su respuesta tampoco: “…¿Macil?”
El enano arqueó una ceja en un gesto de incredulidad. “Una maza de esta factura no puede llamarse así, en todo caso algo como el Martillo que Galopa sobre los Relámpagos en La Tempestad, pero no… ¡Macil!”.
A pesar de todo, y tras un breve ejercicio de regateo, Saddin y Lakus consiguieron un buen precio por la maza y Gerrain se fue convencido de que poseía una maza “única”.
[…]
Tal y como temía, conseguir la ayuda de Morkas para averiguar lo que ocurrió en la Isla Fantasma no va a ser fácil. A cambio de la información que necesitamos, hemos de acompañarle en su búsqueda de unas antiguas ruinas en las que el sacerdote semielfo Imutes, consejero de generaciones de faraones de Neferu, acumuló las riquezas de sus señores.
Según Lakus sólo necesitamos un hechizo pero Morkas se niega a dárselo a menos que le ayudemos en su búsqueda de las ruinas, una búsqueda que nos asegura que está ligada a nuestro destino. Nunca he estado muy interesada en profecías y visiones del destino pero quiero saber lo que pasó aquellos días que hemos olvidado y, por ahora, seguiremos el juego a Morkas.
Con las manos vacías -salvo Galian que ha encontrado un fantástico arco en una armería local- y una larga y poco halagüeña misión nos despediremos de Semerkhet con las primeras luces del alba.