Monteriggioni: no hay dos sin tres, o cuatro

Tras el plan del tiro con arco, tocaba un ya clásico de la Toscana. Igual que no podemos venir y no ir a Florencia, tenemos que hacer escala en Monteriggioni, como está mandado. En nuestra primera vista ya pasamos por aquí y cuando vinimos en 2017 al campeonato de tiro, también nos dejamos caer una tarde.

Monteriggioni es un Castello (castillo) con una muralla bastante bien conservada y un pueblo diminuto en su interior. El pueblo cuenta con una pequeña iglesia, un museo y poco más. Hay un puñado de casas, dos o tres restaurantes y un hotel.


Vista de la plaza del castello desde las murallas

[Nota de Pablo] Es un poco pueblo tipo Pedraza pero sin castillo, aunque se llame "castello". La clave es que tiene esos huertos y jardincitos que hace que parezca un poco asalvajado pero la verdad es que sus murallas son muy imponentes y bonitas. Había algunos andamios vinculados a un proyecto de conservación de éstas iniciado en 2020, normal que se mantenga todo en tan buen estado.

Siendo totalmente objetiva habría que reconocer que tanta devoción por el pueblo no está justificada y no es algo que recomendaría así como plan a alguien que viniera por aquí, tal vez si se está por la zona es un sitio majo para dar una vuelta, comer y disfrutar de unas vistas fantásticas de las colinas y valles sobre las que preside. El motivo real detrás de la visita es que es el pueblo en el que está la base de operaciones del protagonista de Assassin's Creed II (que es un juego que me encanta) y una ya le ha cogido cariño al castelo. Como novedad hemos descubierto que han añadido una referencia al juego en la web de turismo de Monteriggioni, no sabemos desde cuándo está pero no estaba cuando vinimos la primera vez: Discover the sites of Assassin’s Creed

En fin, que nuestro plan de la mañana era ir a Monteriggioni, dar una vuelta y comer, todo en plan muy relajado. El sitio está a una hora más o menos de la casa, así que nos pusimos en marcha y llegamos antes de las 12. Empezamos echando un vistazo a un jardín que está al lado de la iglesia y cuya puerta estaba abierta por primera vez. Una cosa que se ve desde las murallas es que algunas zonas del pueblo tiene jardines o huertos privados muy majos a los que obviamente no se puede acceder, por eso al encontrar este abierto no dudamos en meternos. No sabemos si el motivo era una especie de exposición de un artista que había o qué pero no íbamos a desaprovechar la ocasión. De obras de arte yo no ví mucho, la verdad, había algunas cosas de madera, y con cosas me refiero a trozos de madera o sillas y mesas, y un montaje de telas entre unos árboles que sí que eran algo pero como estaba en italiano el letrero pues no entendimos muy bien, yo mirándolo tampoco lo entendí pero bueno, nosotros íbamos a ver el jardín y ahí pues bien, aunque más que un jardín era un terrenito con unos cuantos olivos y poco más, un sitio agradable para sentarse al sol en otoño.


El giardino con olivos y la iglesia al fondo

[Nota de Pablo] Este giardino con sus olivos centenarios eran las verdaderas obras de arte, sobre todo por haber sido respetados tanto tiempo en un sitio en donde el espacio intramuros es tan preciado. Siendo la cuarta vez que estábamos en Monteriggioni, este paseo representó sin duda un 20% más de territorio explorado del pueblecito.

Nos volvimos a subir a las murallas, para disfrutar de las vistas. Pudimos vislumbrar las torres de San Gimignano al fondo porque el día estaba muy claro y soleado y decidir qué casita de las que salpicaban la campiña comprar cuando seamos ricos.


Con "catalejo" en mano me dispongo a identificar hitos en lontonanza


Una foto de Angela en la muralla, se observa que esos muros son gruesos. Al fondo estaba Sam Gimignano pero no se aprecia


Parte de la muralla que parte de la puerta principal. Abajo, el verde son huertos privados

[Nota de Pablo] Las vistas son impresionantes en un día claro como el que fuimos. A pesar de la afluencia de turistas, el paseo por las murallas se hacía muy cómodamente y con el monócular o "catalejo" pudimos acercarnos un poco a lugares distantes y en el horizonte, muy relevantes en otro tiempo para la guardia que patrullara.

La entrada a las murallas cuesta 4€ por persona y, además de subir a dos tramos de las mismas, da acceso al museo. Nosotros no visitamos el museo, ya lo vimos la primera vez y esta vez no nos apeteció.


Las rocas de tipo limoso de la zona actúan como "esponjas" para el agua y casi, de hecho, adquieren el aspecto de ellas pasado el tiempo


Una higuera se abre camino en plena muralla, sin más sustento que lo que pueda encontrar entre las piedras. Nos quitamos el sombrero.

Después del mini paseo nos fuimos a comer al mismo restaurante en el que habíamos estado la última vez y aunque la comidad estaba muy buena no nos quedamos muy contentos con el servicio :S

Por la tarde visitamos la joyería de una artista local a la que ya le habíamos comprado en el pasado y, para no romper con la tradición, pues volvimos a comprar alguna cosilla. Tras sentarnos un rato en un parque para disfrutar del día y el entorno, Pablo compró un poco de vino (que nos enviarán a casa) y nos pusimos en camino al plan de la tarde: una cata de aceite de oliva.


La compra. El anillo "corona de reina" para ella. Para mí el anillo de fuerte inspiración etrusca.

[Nota de Pablo] La mujer que atendía la tienda no era la artista en sí, sino una mujer austrialiana de origen griego que llevaba viviendo 11 años en Monteriggioni. Para nuestra sorpresa, ni sabía que el giardino estaba abierto ni nunca había estado ahí. Un caso de "no conozco mi ciudad" bastante extremo. Por cierto, defendió que griegos y españoles se parecen más entre sí que entre italianos. Cuando vayamos a Grecia alguna vez lo podremos poner a prueba y en qué sentido España para esta señora era básicamente Andalucía...

Como zona productora de vinos, la Toscana está inundada de sitios para hacer catas de vinos, pero a Pablo le apetecía hacer una de aceite. Tras una recomendación de nuestro anfitrión y una llamada, quedamos con la dueña de una productora artesanal de la zona en un sitio que dobla como olivar + producción de aceite y hotelito tranquilo en medio del campo. Hay que reconocer que aprendimos bastante de la cata, de la filosofía de su pequeña empresa familiar, de la política de producción y comercialización de aceite. También intercambiamos opiniones sobre cómo se enfoca el tema del consumo de aceite en España frente a Italia o las regulaciones estatales para temas de denominación de origen o la protección del producto. Para sorpresa de nadie, en Italia pasa lo mismo que en España y nos venden aceite que dicen producido en el país cuando en realidad es una mezcla de aceites de muchos sitios, incluso Sudáfrica.


La mesita con las botellas y los vasitos, Katia haciendo un photobombing

Los aceites que probamos eran todos aceite de oliva virgen extra, porque como nos contó, según le vas quitado palabras al aceite, le vas añadiendo defectos, ya sea en el sabor, el olor o ambos.

Probamos cuatro de diferentes características en lo que se refiere al amargor, el picor, sabor más o menos dulce o afrutado, etc. Realmente se nota mucha la diferencia entre unos y otros una vez que te fijas bien aunque todos eran reconocibles. Pablo se fue muy contento y yo con mal cuerpo porque las grasas me sientan fatal y eso de dar chupitos al aceite, aunque sea el aceite más sano del mundo, pues dejó el estómago un poco regulinchi.


El diagrama de diamante para evaluar un aceite. No se nos dio nada mal

[Nota de Pablo] Lorenzo, nuestro anfitrión estos días, nos advirtió de que era la peor época para una cata de aceites ya que es justo antes de la cosecha en el prensado. Es decir, que el aceite más joven tiene... un año. Y para una cata de aceites, que haya transcurrido un año u 8 meses cambia totalmente la dinámica. El aceite puede ser fabuloso pero envejecer no le sienta bien (supongo que es al contrario que muchos vinos buenos). Aparte de lo que ha dicho Angela, destacaría dos cuestiones de la cata. La primera, que está claro que en cada país "aceitero", se piensa que el aceite nacional (el bueno, no el de batalla), es el mejor y que se adultera cuando se mezcla con aceites extranjeros (como el griego o el español en el caso de los italianos, con el italiano o el griego en el caso de los españoles, con x e y, en el caso de los norteafricanos, etc). Podríamos decir que en todos los países de tradición olivarera hay bastante nacionalismo gastronómico cuando la realidad es que hay excelentes aceites en todos ellos (una minoría) y luego aceites de batalla para el gran público que lo embarran todo. Relacionado con esto, españoles, italianos y seguro que griegos, nos enorgullecemos del aceite de oliva pero no tenemos apenas idea de cómo distinguir uno bueno de uno verdaderamente excelente. En segundo lugar, que en la Toscana no sale a cuenta producir aceite de oliva cuando los viñedos ofrecen pingües beneficios (no hay color por hectárea) pero incluso los que se dedican a ambos cultivos, priorizan en el tiempo el vino cuando el aceite requiere las mismas fechas para su procesamiento óptimo. Como resultado, el potencial del aceite se reduce en favor de proteger el del vino. Esta competición está ausente en esta Azienda Agrícola de Il Vicario porque no se dedican al vino, así que producen el aceite exactamente cuando toca. Acabo esta diatriba comentando que los aceites eran muy ricos pero eran reconocibles. Tengo la sensación de que íbamos un poco aprendidos para lo que la encantadora Katia esperaba. Aún así, aprendimos muchísimo y recomendamos este sito a todo aquél que quiera realizar una cata para aprender. Además, solamente nos costó 6€ por persona.


La Azienda Agicola Il Vicario en donde disfrutamos de la cata

Toda la cata duró unas dos horas, así que decidimos aprovechar que el sitio estama cerca de San Gimignano para ir a cenar allí. A la hora que llegamos, ya casi terminada la puesta de sol, nos dimos un tranquilo paseo por las calles medievales y así ver de nuevo sus fantásticas torres, nos sentamos un rato en las escaleras de la catedral y finalmente cenamos en un restaurante un poco pijo en una terraza muy agradable.


Torres de San Gimignano, lógicamente, son su seña de identidad


El Palazzo y la Catedral a la derecha


Una clásica escena mediterránea; eligiendo helado a las 10.45 de la noche


Tomando el helado, sentados en la escalinata de la catedral con vistas a la plaza principal. La foto es de las 11 de la noche y se nota actividad

Nuestro último día por aquí queríamos que fuese también relajado y que no nos obligase a conducir muy lejos. Después de mucho deliberar, nos decidimos ir a una abadía a menos de una hora de distancia que nos prometía muchas posibilidades: la abadía de Vallombrosa. Ya, ok...

[Nota de Pablo] Yo me levanté antes para el enésimo capítulo de la serie de terror con Iberia y nuestra reserva cancelada (sin avisar). Finalmente compré dos billetes nuevos y supliqué al centro de atención a cliente que reenfocara el caso abierto, no fuéramos a encontrarnos mañana en el aeropuerto con 4 billetes, doble gasto, etc. Veremos en qué queda esto.


Un escorpión de tamaño decente me dio los buenos días

Para empezar el día se levantó nublado y con amenaza de lluvia, aún así nos pusimos en camino con unos sandwiches hechos para terminar con el salami y el pan de molde que nos quedaba. Llegados a la abadía, encontramos que tal y como habíamos visto, estaba en las montañas, rodeada de bosques y con varios edificos aquí y allí con diferentes servicios, desde la propia abadía y sus edificios correspondientes, pasando por algún café y otros edificios de los guardias forestales de la zona. La mayoría de estas cosas estaban cerradas, por supuesto. Nos acercamos al edificio principal, en el que viven los monjes benedictinos (esta abadía está en uso creo que desde el siglo XI) y entramos en la iglesia, que es interesante... a mí me dio una sensación muy rara, como si fuera el escenario de una ópera y de alguna sombra fuera a aparecer un Fausto o alguna criatura infernal para ofrecernos un pacto. La iglesia y el edificio tienen añadidos y ampliaciones de varios siglos, desde los siglos XV a XVIII y, si bien el exterior de todo el edificio es espartano y sobrio, el interior de la iglesia en concreto es teatral, pero no excesivo, no es rococó pero está decorado por todas partes. Espero que alguna de las fotos haya capturado lo que quiero decir.


Vista de la nave principal de la abadía

Junto a la iglesia se encuentra la Antica Farmacia, que no es más que la tienda en la que venden las cosas que producen los monjes: mermeladas, cremas, ginebra (!), caramelos, etc.


En la tienda había estas láminas mostrando la abadía en otro tiempo

Además de la iglesia hay un museo (hoy cerrado) y hay tours guiados pero nos imaginamos que serían en italiano y decidimos no esperar.


Un huerto (seguro que tienen más) de los abades. El manzano tenía pinta de estar podado a conciencia para conseguir pocas manzanas pero bien grandes

El gran punto a favor de este sitio es que está en una reserva natural y da para hacer varios planes como rutas senderistas o simplemente usar las mesas de madera para hacer un picnic o la pradera que hay en un claro para sentarse allí. El problema nuestro ha sido el tiempo. A pesar de que las cosas estaban cerradas podríamos haber disfrutado del entorno y dar algún paseo chulo o sentarnos a disfrutar del paisaje. Pero amenazaba lluvia, había viento y hacía frío, así que tras calentarnos un poco con un café en el típico bar en el que te tomas una sopa calentita tras una excursión, nos hemos ido de vuelta a la casa para hacer la maleta, leer, y disfrutar del jardín. Como está mandado en cuanto nos hemos puesto en camino ha salido el sol y ha empezado a hacer calor :(


Una vista de un prado cercano a la abadía. Seguro que con mejor tiempo hubiera sido fantástico pasearlo pero en la foto no se aprecia el fuerte viento y el frío


Angela y su capuchino en un bar-cafetería típico. Al lado había parroquianas mayores jugando a las cartas y gritando a cada rato "¡Porca miseria!"

En fin, que hemos aprovechado para estar en el jardín de la casa al solito durante casi tres horas antes de que se haya puesto a llover a mares con tormenta eléctrica y todo.

Ya con las maletas hechas, estamos viendo a ver si no llueve mucho y podemos salir a cenar a una pizzería en la que estuvimos el otro día y así despedirnos de nuestra tercera incursión Toscana.