La Provenza: Entrando y saliendo de Provenza

Ayer salimos de Manosque hacia el norte hacia el departamente de Drôme. Aunque no está en la provincia que es Provenza, sino en Auvernia-Ródano-Alpes, es una continuación natural y estamos en esa zona fronteriza en la que vas con el coche pasando de un lado a otro sin darte cuenta.

El día se levantó diluviando, así que hubo que replanificar un poco y cambiar el orden que teníamos pensado. Pablo se pasó la mañana diciendo muy fuerte que por la tarde no iba a llover, esperando que su deseo reconfigurara la realidad como él quería.

El trayecto en carretera, aunque trancurrió todo bajo el agua, fue muy bonito y sí que fuimos notando cambios en el paisaje al ir desplazándonos, fundamentalmente con la mayor densidad de árboles de todo tipo, también vimos que en esta zona hay muchos más viñedos que más al sur. Pablo iba tan contento que en alguna carreterilla paramos para que sacar fotos del paisaje.

Con la lluvia aún presente decidimos comer a las 12 en lugar de esperar y nos paramos en Buis-des-Baronnies. El objetivo era llevar algo en el estómago para nuestro primer plan: visitar una destilería artesanal. La idea original había sido ir a las 14:30 pero Pablo consiguió que el hombre nos dejara ir antes. Siempre pensando en estar a cubierto mientras siguiese la lluvia.


La foto que pudimos tomar cuando abrió un poco

[Comentario de Pablo] El parque natural regional de las "Baronnies Provençales" que es por donde fundamentamente discurría nuestro trayecto en coche desde Manosque a Vaison-la-Romaine contiene una mezcla mucho más estética (por decir algo) de olivares y viñedos junto con árboles caducifolios que van entrando ya en un colorido otoñal por especial. El punto extra es la constante de ser una zona relativamente montañosa que crea ondulaciones y "patch-works" de terrenos de cultivo que evitan la monotonía del paisaje.

Llegamos a la destilería Domaine Nicoleau pasadas las 13 y allí nos encontramos con Franck y su animosa perra.


La casita de Franck, el taller de destilación estaba en otra zona aneja

Franck es la quinta generación de destileros (?) aunque hasta él lo que producía la familia era para venta local. Él tiene una web y envía sus productos por todas partes. Nos contó muchas cosas que Pablo me iba traduciendo y yo destacaría que el 100% del licor que produce se hace con lo que cosecha de las 5 hectáreas que tiene su finca. Frutales, hierbas aromáticas, aceite, etc.


Franck estaba un poco "tenso" al principio mientras controlada preocupado un proceso de destilación ya en marcha

Tras explicarnos un poco la historia y la forma de fabricación de sus distintas variedades nos dio a probar un poco de cada tipo de producto: los licores de aperitivo, los de postre, los elixires y los que yo llamaría orujos.


Vista panorámica de la sesión de degustación

Pablo se emocionó un poco o bebió más de lo que parecía y donde dijo que iba a comprar un par de botellas, al final compró cinco. No sé cuándo nos vamos a beber todo eso. Al menos compró uno de verbena, que es el que me gustó a mí.

[Comentario de Pablo] Éste fue un plan fabuloso que hubiera sido imposible sin hablar francés. Franck era un motivado de la vida que vivía para su alambique, sus cinco hectáreas, su tradición familiar y, por qué no decirlo, la hospitalidad. Al llegar comprendimos por qué me había sido tan complicado "negociar" el adelanto de nuestra visita. Estaba en mitad de producir unos cuantos litros de destilado de uva y andaba mirando los indicadores de temperatura y presión a cada momento. Tras algunos momentos de susto, se puso manos a la obra con la degustación y ya fue todo muy relajado.


Foto de recuerdo, tomada por un amigo de Franck (que se dedica al cultivo de lavanda) que apareció justo al final

Tras la escapada alcohólica, nos fuimos a por el plan principal, el plan al aire libre, el plan por el que Pablo reconfiguró la realidad y arriesgó el tejido del espacio-tiempo: ¡Vaison-la-Romaine! o lo que viene a ser el pueblo en el que hay unas ruinas romanas chachis...

Por si queda alguna duda, lucía el sol.


El sooooool

Los dos puntos de interés principales son el teatro romano y lo que se denomina la villa. Con una entrada se pueden visitar las dos cosas y un museo con lo que se ha encontrado en las excavaciones arqueológicas, un poco de historia y una explicación de lo que se ve en el exterior. Lo más interesante que aprendimos allí es que las partes de la villa la encontraron hace unos 15 años. Nuevamente nos encontramos con que la mayor parte de la información del museo estaba sólo en francés, así que entre este detalle y que no era muy grande lo vimos un poco de pasada fijándonos un poco en las maquetas y nos fuimos al exterior. El teatro estaba bien pero no nos causó mucha sensación, había parte original y parte moderna y, como en otros lugares, se sigue usando para representaciones teatrales aunque no averiguamos si hay algún tipo de festival o similares. Lo interesante de verdad es la villa, que es una extensión bastante grande de parte de la ciudad romana. Se puede pasear entre las ruinas de lo que fue una calle comercial, algún edificio de uso público y algunas viviendas. Buena parte de la extensión de las ruinas las ocupa una villa privada en la que se puede apreciar la planta, las numerosas habitaciones y el patio central. Estó todo muy bien conservado y cómodo para ver y nosotros, desconocedores del consenso arqueológico al respecto, nos pasamos un buen rato intentando distinguir añadido actualmente de lo original.


Vista de la villa


Vista de la villa desde el lado opuesto


Mosaicos y frescos de la villa

Es una visita muy recomendable.


Antes de irnos a Sainte-Jalle, pasamos por el denominado por Angela "peor baño de Francia Referencia

[Comentario de Pablo] En Sainte-Jalle, donde tenemos nuestro alojamiento, dimos un paseo y cenamos en un restaurante "cool" para lo que sería un pueblito en medio de la nada. Puse la oreja en las otras conversaciones y descubrimos que llevaba apenas cinco meses abierto. Eso explicó su insistencia en saber cómo habíamos conocido el sitio amén de estar como muy pendiente de todo. Todo estuvo realmente bueno y no nos extrañaría que pasados unos años se haya podido establecer gracias al boca a boca de los lugareños a 10km a la redonda y los turistas. Como regalo de final de día, el cielo estaba bien repleto de estrellas, apenas hay contaminación lumínica.


Vistas desde lo alto de Sainte-Jalle (su castillo, privado)


Detalle de Sainte-Jalle en nuestra bajada al restaurante


Rincón de Sainte-Jalle ya a oscuras al volver de la cena


El alojamiento y Angela escribiendo este post

Al día siguiente decidimos tomarlo con calma y hacer pocos planes. Nos levantamos y nos fuimos a un mercado provenzal en el pueblo en el que habíamos comido el día anterior, Buis-des-Baronnies.


La mañana en Sainte-Jalle, nuestro alojamiento está en alguna de esas ventanas

El mercado no era muy grande pero tenía un poco de todo: ropa, fruta, pesacado, quesos, carnes, mieles, dulces y artesanos locales. Estaba bastante ajetreado pero no atestado y nos dimos un par de vueltas decidiendo qué comprar para comer durante el paseo que queríamos dar después. Con algo de fruta, unas aceitunas (of course) y unos bocadillos nos fuimos a hacer el camino que Pablo había localizado por la zona. Nótese que no hubo dulces para una servidora y eso que ya me he terminado mis delicias turcas, no como otros...


Pedí permiso para hacer varias fotos de estos ajos maravillosos

[Comentario de Pablo] A destacar del mercado que había puestos de tapiceros, vendedores de telas por metros y hasta un taller de bicicletas itinerante. Lo otro era que nadie "cantaba" sus mercancías y ofertas. Como mucho, si te acercabas, te animaban a probar un poco de queso, pera o embutido. Hubiera sido más cansado con el tema de los gritos, la verdad.


Paisaje desde el camino de los olivares con la "cresta del dragón" al fondo. No se llama así pero ahora se llama así.

El trayecto que hicimos no era muy complicado aunque había un par de tramos de bastante subida que se hicieron notar, menos mal que no había solazo. Gran parte de camino que no estaba oficialmente señalizado discurría entre olivares al principio y luego robles y otros árboles de hoja caduca que ni idea (seguro que Pablo lo sabe). Andar entre olivares como estos es extraño porque miras a tu alrededor y parece que estás en un mar de plata. Además de esto, íbamos acompañados por la sombra de un gigantesco dragón durmiente al que lanzábamos algunas miradas nerviosas por si despertaba repentinamente.


Angela en el camino entre olivares

Sanos y salvos, llegamos a las ruinas de un castillo y allí entre los árboles nos comimos nuestros bocadillos. Para volver teníamos dos opciones, seguir subiendo hasta la cima de la montaña por la que habíamos estado caminando hasta el castillo o volver por algún otro camino directamente. Yo la verdad es que tenía cabeza de café y bollito, y no de palicilla alpinista, así que nos medio inventamos un camino de vuelta entre los olivares, árboles frutales y alún tramo de carreterilla rural. El premio: unos mocachinos (café con chocolate) sentaditos en una agradable calle del pueblo.


Aquí es donde hicimos una pausa para el almuerzo

Os alegrará saber que el dragón no se despertó pero empezó a nublarse el día. Soprendida estaba yo, porque Pablo había dicho que no iba a llover en todo el día.


Había bastantes panales de abejas por la zona

Con bastante tiempo antes de la cena, cogimos el coche y nos fuimos a una fábrica de dulces que estaba en el camino de vuelta al alojamiento y el lugar elegido para cenar. No era gran cosa de ver pero pasamos el rato y nos hemos comprado el desayuno además de unas cervecitas locales que vamos a disfrutar cuando termine con esto.


Angela explorando la megatienda de la fábrica-museo

Estooo, la cena bien y el gato que nos ha recibido de vuelta en la casa maullando como loco para que le siguiéramos pues no tan bien porque como dueños de gatos en seguida hemos visto que quería que le siguiéramos y ya nos estábamos imaginando a ver qué hacer con unos cuantos gatos o un gato herido en medio de la nada. Al final se ha metido tras una verja y no hemos podido seguirle más, aunque nos miraba, hemos dado la vuelta pero no lo hemos visto factible y al volver le hemos visto seguir su camino sin maullarnos más. ¡Menos mal!

Mañana tenemos un plan relacionado con el ocre otra vez y, si todo va bien, uno de tiro con arco. Después iremos a Avignon para terminar nuestro viaje.