Japón: Kamakura y el yabusame

Desde Nikko nos habría gustado seguir subiendo hacia el norte, huyendo un poco del calor y explorando zonas en las que no habíamos estado antes, pero no queríamos perdernos bajo ningún concepto un evento de Yabusame, el tiro con arco a caballo tradicional de Japón. Durante la preparación del viaje habíamos identificado dos eventos que se celebraban en Kamakura o alrededores a mediados de mes y queríamos asistir a uno de ellos. Estos eventos se celebran en templos y están ligados a rituales sintoístas en los que se pide a los dioses felicidad, buenas cosechas o prosperidad. El evento más famoso y multitudinario se celebra en la propia Kamakura en el templo de Tsurugaoka Hachiman-gū el 16 de septiembre y el segundo evento es en el Santuario de Samukawa a media hora en tren de cercanías.

Pablo conocía a un ingeniero que vive en Japón desde hace 15 años y que está casado con una mujer japonesa, así que antes de venir le pidió ayuda para simplemente averiguar si era factible que asistiéramos a alguno de los eventos y que pudiéramos hablar con alguno de los organizadores como parte de nuestra asociación de arquería histórica, SIAH. Nosotros pensábamos ir de cualquier forma y escribir un artículo para la revista que publica la asociación, pero si podíamos conseguir entrevistar a alguien o poder estar en algún sitio desde el que sacar buenas fotos pues mejor. Al final esta pareja se implicó muchísimo y nos ayudó más de lo que se podía pedir. Yuka habló con todo aquel que pudo, escribió correos y medió entre nosotros y ellos y Jorge estuvo también dando consejos y fue un soporte inmejorable. El resumen de las muchas conversaciones que tuvimos con ellos y las gestiones de Yuka es que conseguimos poder asistir como invitados al evento del Santuario de Samukawa.

Después de toda esta introducción va el porqué de ir a Kamakura. Por un lado Samukawa está a un tiro de piedra, queríamos dormir cerca para que no hubiese posibilidad de contratiempo alguno teniendo que ir desde más lejos y Jorge nos recomendó Kamakura como un sitio muy majo para pasar un día. No nos lo pensamos y reservamos un hotelito (White Hotel) cerca de la estación y nos plantamos en Kamakura el 17 de septiembre. Para variar el check-in no se podía hacer antes de las 15h, así que fuimos al hotel a dejar las cosas para irnos de paseo. Ahí nos llevamos la primera sorpresita, el mozo que nos atendió nos preguntó que a qué hora queríamos reservar el baño... Nos quedamos un poco desconcertados y le dijimos, como los bárbaros que somos, que nosotros nos duchábamos por la mañana. Nos dijo que sin problema y que por la mañana no había que reservar. Pablo, que sabe que lo del baño es un temazo, me aseguró que no sabía que el baño era compartido y que en la web no ponía nada y, bueno, me lo creí :P

Como tampoco faltaba tanto para las 15h, nos paramos en la tienda de lanas de la esquina en la que me compré una lana japonesa (Noro), que es carísima pero que aquí me salió más barata, y unas agujas de bambú que quería probar desde hace tiempo y no hay forma de encontrar en España. Intentamos volver al hotel a las 15h pero nos encontramos un cartelito con un teléfono diciendo que había salido y que llamáramos, pero nada, el tipo nos dijo que en media hora y ahí nos quedamos como dos tontos. Para seguir haciendo tiempo decidimos ir de paseo hasta la playa que se supone que estaba a 15 minutos pero que yo juro que estaba a 35 como mínimo y luego para que fuera bastante meh. Un cachín de arena sin gracia ni na' de na' y, encima, hacía un caaaaloooor. Yo me moría, he descubierto en este viaje que mi némesis es el calor húmedo. A mí dame los 40 grados de Madrid cualquier día porque estos 30 de aquí son la muerte.

Al final conseguimos hacer el check-in. El hotel fue una experiencia. Tenía más años que la tos y se notaba, no estaba sucio pero tampoco muy limpio, y luego el HORROR... si yo pensaba que no podía haber nada peor que la moqueta en el baño que tanto gusta a los británicos, he descubierto la moqueta en la taza del inodoro.

Ahí dejo esa visión que jamás desaparecerá de mi cerebro y todas esas preguntas sobre la higiene de algo como eso. Todo aterrador, aún no salgo de mi estupor.

En fin, que me pierdo...

Kamakura es un lugar que se encuentra tan cerca de Tokyo que mucha gente va a ella a la playa o tiene sus casitas ahí. En muchas de las zonas por las que paseamos se nota que hay dinero y también afición al surf. Jorge nos dijo que era una especie de San Lorenzo de El Escorial pero con playa y yo creo que se ajusta bastante, especialmente si se tiene en cuenta Tsurugaoka Hachiman-gū haciendo las veces del Monasterio. El pueblo en sí mismo es mono a trozos, los barrios más alejados de la zona comercial están bastante bien, con sus callecitas y recovecos.


Este paisano, que también se alojaba en nuestro hostal, parecía seguirnos a todos lados. Lo que me gusta de esta foto es que hay pocas pistas sobre en qué año se ha tomado.

La zona comercial más obvia es una calle en la que se agolpan restaurantes y comercios de dulces, regalos, artesanías y puestos. Sin embargo, si vas dos calles más allá te encuentras en una calle normal de cualquier sitio con sus comercios para los locales, oficinas y servicios.


Vista de la estación de Kamakura desde nuestra ventana del hostal

La tarde que llegamos ya no nos daba tiempo a visitar nada oficialmente pero aún así nos acercamos a Tsurugaoka para pasear por allí de noche. Como está en un recinto muy grande, no está cerrado al público cuando cierran los santuarios, así que se puede pasear por los jardines y ver los edificios iluminados por fuera. El paseo fue bastante agradable y la iluminación siempre da un aura muy imponente a este tipo de construcciones.


El templo principal de Tsurugaoka Hachimangu

Al día siguiente, después de desayunar prontito en frente del hotel en un sitio llamado Chocolate Bank, LOL, nos fuimos a Tsurugaoka otra vez.


Un buen desayuno es clave para arrancar bien la mañana

El santuario está dedicado al dios de los guerreros Hachiman que es la deificación de un emperador semimítico llamado Ōjin. Originalmente se construyó en el siglo XI pero el edicficio actual es de 1828.


Un templo cercano, todo de negro, en el que la gente viene a pedir por "victorias" de cualquier tipo

Visto de día el edificio es también impresionante. Preside sobre la ciudad y el resto de los santuarios del complejo desde un largo tramo de escaleras enmarcado entre árboles y una montaña. Desde luego habla de poder y yo me pregunto qué aspecto debía tener hace un par de siglos.


Angela se fijó en estas raíces de una enorme magnolia

Por lo que hemos averiguado en este viaje, durante la Restauración Meiji hubo una especie de desamortización de Mendizábal en Japón, por motivos políticos se prohibió que Budismo y Sintoísmo estuvieran juntos, de modo que muchísmos templos tuvieron que vender reliquias y otros objetos y derribar edificios que estuvieran dedicados a la religión a la que no fueran a estar dedicados. Tsurugaoka había sido un lugar de culto de ambas mezcladas durante 700 años, así que no me puedo ni imaginar la dimensión de lo que se debió perder en cuando entró en vigor esa ley.


Trabajos de recogida del festival de los días anteriores

Durante la visita pudimos ver también los restos del ritual y el Yabusame que habían tenido lugar dos días antes y, dada la magnitud del complejo, entendimos mejor todas los obstáculos con los que Yuka se había encontrado al intentar hablar con ellos sobre nuestra entrevista.


Trabajos de recogida y limpieza de la pista de Yabusame del día anterior. En la foto quizá no se aprecia pero la mayoría de los operarios eran bastante mayores


Dos escobas usadas para barrer bien la pista de tierra junto con la excavadora

Tras visitar y disfrutar el complejo rodeados de más escolares de excursión que de turistas, nos fuimos a reponer fuerzas con un bien merecido café antes de irnos a visitar el famoso Buda de Kamakura. El enclave está a una cómoda distancia en un tren antiguo, el Enoden, que discurre entre casas y barrios y que podíamos ver desde la ventana de nuestra habitación de hotel.


Estación de tren de Enoden cercana al Buda. Tiene mucho encanto.


La línea de tren Enoden discurre en buena parte por entre los barrios. Es algo que has visto numerosas veces en manga y anime japoneses pero cuando lo ves te sorprende igual. Integrar vías del tren con el trazado urbano tiene un noséqué muy chulo

Llegamos al Buda y había bastante gentecilla pero no tanta como para que fuera molesto, pudimos darle una vuelta y entrar dentro para ver cómo estaban montadas las planchas de cobre con las que se construyó.


Vista general del buda

No sé porqué yo me lo imaginaba más grande, pero no me decepcionó, es una imagen muy serena y que impresiona de todas formas.


Foto centrada en el buda. Hecha por Angela con la Instax.

La tarde nos la habíamos reservado para ir de compras, así que después de comer en el Chocolate Bank, para sorpresa y delicia del encargado, nos pusimos manos a la obra. Por un lado queríamos comprar un detalle para Yuka, Jorge y su hija Luna por su ayuda con las gestiones y por otro, Yuka nos había dicho que sería conveniente que fuéramos un poco arreglados, que entendían que estábamos de vacaciones pero que si podíamos, pues que nos arregláramos un poco. Yo, además, había estado pensando que igual era conveniente ir de manga larga porque lo de los tatuajes en Japón, y en un santuario, pues igual mejor no, para causar buena impresión.

Con todo esto nos hicimos una lista de un par de sitios en Kamakura o, como última opción, ir a algún centro comercial en Tokyo que nos pillara por la línea de tren que une Kamakura con la capital. Afortunadamente tuvimos suerte con nuestra primera opción, una camisería tradicional que vendía ropa de señora y caballero. Le expliqué a la dependienta nuestra situación y lo que queríamos y nos atendió fenomenal, nos compramos dos camisas blancas muy apropiadas que hicieron muy bien su papel y que pasarán al fondo de armario. Siempre hay que tener una camisa blanca, o eso dicen. Si alguna vez andáis por Kamakura y necesitáis una camisa o un traje (las hacen a medida también) os recomendamos Maker's Shirt KAMAKURA

Al día siguiente, viernes 19 de septiembre era el gran día. Llevábamos nuestras camisas planchadas (cortesía de la dependienta, un 10/10 de atención) en una bolsa, nuestras preguntas listas, y un plan. Como ese día dejábamos el hotel e íbamos a dormir en Yokohama, salimos con nuestras mochilas por la mañana y nos fuimos en tren hasta Chigasaki, un punto intermedio en el que teníamos que hacer transbordo. Allí en el centro comercial de la estación nos fuimos al baño y cual personajes de una película de espías o de ladrones, nos cambiamos en los baños, salimos como si nada y dejamos las mochilas en las taquillas de la estación. La verdad es que yo salí como si nada pero como Pablo tardaba en salir del baño apareció por allí un vigilante para asegurarse de que tipo que había entrado con mochila hacía un rato no hacía nada raro... Como Rogue Pablo no sirve, jeje.


Así luciríamos un par de horas más tarde, ya a la entrada del templo

Una vez que nos pusimos guapos nos fuimos a coger el siguiente tren con la mala suerte de que tardó muchísimo en llegar y al final llegamos tarde al punto de encuentro con Jorge, Yuka y Luna. Dado todo el esfuerzo y la curiosidad por lo del Yabusame, la familia decidió apuntarse al plan, Jorge se pidió el día en el trabajo y Luna se saltó el cole para asistir con nosotros al evento. Después de comer con ellos en un restaurante de ramen cercano nos fuimos al santuario de Samukawa con una media hora de antelación sobre la hora a la que nos habían dicho ellos. No queríamos llegar tarde ni por asomo. Yuka había comprado para nosotros unas cajas de dulces porque la cultura del regalo es muy importante en Japón y era necesario que lleváramos un detalle para los representantes del santuario y los de la Kyubakai (la asociación de arquería a caballo). Como teníamos tiempo nos dimos un paseo y nos acercamos a ver desde el exterior la primera parte de la ceremonia. No es nada frecuente que se pueda entrar al interior del santuario, se puede ver desde fuera pero salvo que se vaya a participar en algún ritual no se puede entrar donde está la divinidad (o hacer fotos).


De izquierda a derecha: Yuka, Luna, Jorge y Angela

El santuarío era mucho más modesto que el de Tsurugaoka pero no por ello menos bonito, a todos nos sorprendió que un poco a desmano perdido en un pueblecito rural hubiera un santuario tan bonito.


Vista del templo principal de Samukawa-jinja


Momentos previos al festival

Cuando llegó la hora nos acercamos a las oficinas los cinco y allí nos recibió un representante del santuario muy amablemente y en seguida aparecieron los representantes de la asociación Okuyama-san, Secretario General y Yoshiko Okuyama y uno de los arqueros, Sebata-san. Los representantes hablaban español (nos lo había dicho, pero no nos esperábamos que lo hablaran tan tan bien) y ella nos hizo de anfitriona durante toda la visita.


En primer plano, Yoshiko Okuyama. A continuación, Okuyama-san. Momentos antes de la entrada al templo para el ritual sintoísta.

Nos sentimos muy honrados y muy bien tratados, fue un lujo inesperado. Tuvimos un cuarto de hora para hablar con Sebata-san antes de que nos invitaran a unirnos a la comitiva de arqueros y gente del santuario y nos dirijiéramos al interior del mismo para asistir al ritual en el que los dioses bendicen a los arqueros.


Esta foto hubiera sido imposible tomarla si no fuera porque íbamos directamente detrás de los monjes y arqueros Yabusame de camino al templo mientras a ambos lados se agolpaba la gente haciendo fotos y preguntándose ¿pero quiénes serán esos tipos que pueden estar ahí?

No nos lo podíamos creer ninguno de los cinco, nosotros dos estábamos en una nube, pero Yuka y su familia tampoco se lo creían. Así que todos nos sentamos en un banco dentro del santuario detrás de los arqueros y seguimos el ritual.


Sebata-san

Al terminar, seguimos de nuevo a la comitiva hasta el patio central en el que los arqueros se hicieron una foto antes de empezar y luego nos condujeron a unos asientos que nos habían reservado en la pista. El yabusame consiste en una pista alargada con tres puntos en los que se coloca una diana, los jinetes van de un lado de la pista al otro en línea recta al galope e intentan acertar a las tres dianas. Hacen varias rondas, primero con dianas de cartón de círculos concéntricos y luego a unas dianas de arcilla.


Pista de yabusame


Un primer paseo ceremonial


Un momento de la vuelta de los caballos, preciosa solemnidad

Nosotros estábamos sentados frente a la segunda diana y con nosotros se sentó Yoshiko para ir contándonos detalles de lo que estaba ocurriendo, la simbología de los gestos que hacían, quiénes eran los arqueros o los caballos (algunos del templo y otros de su asociación), o anécdotas que contaban por la megafonía. Además de sentirnos muy honrados, nos lo pasamos fenomenal, aplaudimos mucho, Pablo hizo muchas fotos y Luna, Yuka y Jorge se vio que también disfrutaron mucho.


Yoshiko, Luna, Yuka y Jorge en los mejores sitios. Al fondo se ve la silla del juez. Estábamos en el sitio perfecto para disfrutar el Yabusame


Una gran flecha en la diana de cartón


Momentos previos a la salida de la flecha camino a la diana de arcilla


Momento justo en el que capté la explosión, con confeti incluido, de la diana de arcilla

Cuando volvamos a casa tendremos que empezar con los deberes y escribir un artículo a la altura para la revista de SIAH.


Aquí los dos con Sebata-san, que además de aceptar ser entrevistado, tuvo una jornada muy acertada.


Sebata-san vuelve de uno de los momentos clave del festival, beber sake bendecido

Terminado el evento, las fotos y las múltiples demostraciones de agradecimiento, por nuestra parte por invitarnos y por la suya por demostrar tanto interés en su disciplina y rituales, acompañamos a nuestros anfitriones a Yokohama, lugar en el que viven. Nos despedimos de Yuka y Luna en la estación porque al día siguiente Luna tenía colegio y nos fuimos a dar un paseo por el barrio chino de Yokohama y a cenar con Jorge.


Paseando por el barrio chino de Yokohama, todo luces, color y sonidos. Sobreestimulación sensorial que ya no nos aturde pero a la que no conseguimos encontrarle la gracia

La velada fue muy agradable, aprendimos un montón de cosas de Japón desde la perspectiva de un español que vive aquí (y espera retirarse aquí), descubrimos que Yokohama parece una ciudad muy interesante, a un tiro de piedra de Tokyo pero sin la presión, el tamaño y los precios que tiene esta última y disfrutamos de un paseo nocturno por el paseo marítimo. Todo un broche de oro a un día irrepetible.


Yokohama tiene un bonito paseo marítimo y las vistas (al menos de noche) son preciosas. Fue muy agradable este paseo.

Tras nuestra incursión en Kamakura, Samukawa y Yokohama, nos hemos ido al norte, a la ciudad de Morioka en la prefectura de Iwate en la que estamos pasando tres días y usando como base de operaciones para explorar la región. Pero eso nos lo reservamos para el siguiente episodio.