Flowers for Algernon, por Daniel Keyes
La sinopsis me cautivó al instante, Charlie Gordon, con un CI de 68 y “fregona” de una panadería, participa en un experimento para mejorar el intelector humano y convertirlo en un genio. Sin embargo, el ratón de nombre Algernon que lo precedió en la fase experimental, termina por degenerar y morir, lo que deja abierta la posibilidad de que su propia mejora sea solo algo temporal.
El libro representa el diario personal de Charlie Gordon, un adulto de 32 años, retrasado mental que apenas puede recordar su pasado y que ríe todas las bromas (pesadas o no) que le hacen. Con la suerte de tener un trabajo en una panadería en donde el dueño prometió a los padres que cuidaría de él y no permitiría que tuviera que ir a una residencia especial, interactúa con personas “normales” constantemente. Sin embargo, algo destaca en Charlie y es su obsesión por aprender y ser “listo” como los demás. Hace unos años empezó a ir a clases especiales para leer y a escribir en donde su profesora queda sorprendida de su motivación (y los resultados que acabaron llegando). Esto resultará clave para que sea elegido el primer humano en someterse a una cirugía experimental que podría otorgarle una capacidad intelectual sobrehumana.
Esto significa que las primeras entradas del diario están escritas en un lenguaje muy torpe, con numerosas faltas de ortografía y errores gramaticales. Poco a poco, tras la operación, se van atisbando mejoras incrementales en la capacidad de expresión y el texto fluye de forma más correcta. La historia está hilada a través de las entradas en el diario y supone una doble información. Por un lado, lo que se cuenta en cada entrada y, por otro, la visualización de una mejora en las capacidades de expresión escrita y abstracción.
Naturalmente, el mundo no está preparado para ser testigo de un cambio tan espectacular (aunque sea progresivo y el experimento sea un secreto) y esto le supone muchos problemas con la gente conocida. El mayor problema, sin embargo, lo tiene el propio Charlie que tiene que aprender a tomar decisiones por sí mismo y a comprender los recuerdos de su infancia que van volviendo sin avisar y que al lector no le queda más remedio que presenciar de forma dolorosa…
El libro es duro por muchos motivos. Solo la consciencia súbita de los recuerdos de un niño retrasado es suficiente para contener la respiración mientras se van leyendo y la aplicabilidad al mundo “real” en donde imaginas injusticias y desapego constantes no ayuda mucho a aliviar la carga emocional.
No obstante, no es una lectura “desagradable” (como diría mi madre de un día nublado y ventoso). Es ciencia ficción porque se trata de un experimento fuera de nuestro alcance pero me recuerda al tipo de ciencia ficción de un Stanislaw Lem, si se me entiende, en la que se usa como excusa y como decorado para contar una historia llena de sociología y what ifs éticos.
En el comentario del empleado de la tienda de Forbidden Planet reconocía haber llorado con el libro y lo entiendo perfectamente. Creo que es un libro que deja un poso intenso en el lector y me atrevería a decir que lo hace ser (un poco) mejor persona independientemente de que la historia le guste más o menos.
En la edición de Orion Books (colección SF Masterworks) las 216 páginas las leí en el mismo día que lo compré. Os lo recomiendo a todos como una lectura rápida e intensa para un fin de semana o un viaje largo en tren o avión. Si así lo hacéis, volved a este post y comentad vuestras impresiones, muchas gracias.